La mente a veces juega sus tretas, ensaya una gambeta nostálgica. "Por ahí me estaba poniendo el mameluco y en mi cabeza me estaba cambiando en el vestuario de San Lorenzo, o con la Selección. O me ponía los botines con punta de acero para trabajar y me parecía que estaba eligiendo los botines para entrenar, o para el domingo. Me pasó que estaba recibiendo una medalla, pero en realidad recibía la orden de un inspector o un supervisor. Es un ambiente duro el petróleo, me costó mucho, pero fui fuerte. Y hoy doy gracias a Dios que fui fuerte, que la remé y estoy con la frente en alto, porque cuando me tocó la mala la peleé y no se me cayeron los anillos por hacer algo para lo que no estaba preparado", cuenta Alexis Cabrera sobre la etapa en la que dejó de ser el Alexis Cabrera futbolista de élite, para transformarse en el Alexis Cabrera jugador part time, cuando se lo permitía su trabajo en el pozo petrolero de Comodoro Rivadavia, o la conducción de maquinaria como autoelevadores o hidrogrúas.
Sí, porque el mediocampista central que debutó en la Primera de la Comisión de Actividades Infantiles (CAI) a los 14 años, el que pasó a San Lorenzo a los 17 años y enseguida fue promovido a Primera, el que fue partícipe de los títulos azulgranas en las Copas Mercosur 2001 y Sudamericana 2002; el capitán de la selección argentina que cosechó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de 2003, en 2011 dejó de sentirse futbolista full time. Por estar cerca de sus hijos, se vio obligado a abandonar su relación profesional con el deporte para trabajar de 8 a 19 "en una boca de pozo, algo que no sabía que podía hacer. Aprendí a hacer de todo, lo hacía bien, pero no era feliz", le cuenta a Infobae.
El Chino, clase 81, es de la misma camada de San Lorenzo que, por ejemplo, Leandro Romagnoli. Había llegado de la CAI, de su Comodoro Rivadavia local, con la experiencia de un veterano, porque hizo su presentación cuando tenía apenas 14 años. De buenas cualidades en el quite, prolijo en la distribución, y voz de mando, fue Oscar Ruggeri el que lo mezcló entre las figuras de aquel plantel "cuando me llevó de pretemporada en 2001. De él aprendí lo que significa ser un ganador", explica. Manuel Pellegrini fue el que lo hizo debutar en la Primera del Ciclón, "contra Flamengo, en la Mercosur, el primer título internacional del club".
Su carrera prometía. Peleaba por tener oportunidades con futbolistas de renombre, como Pablo Michelini, uno de los referentes de ese plantel. "Me quedan imágenes muy fuertes y un gran recuerdo y agradecimiento a Ruben Insua, el entrenador que más espacio me dio, el que me apoyó y pidió que compraran mi pase. Hace poco fui a Buenos Aires y estuve conversando con él. También destaco al Beto Acosta, que ha marcado en mí un camino de persona, de líder positivo, de profesional; ha sido una persona extraordinaria, me ha guiado. Hoy hablo con el Pipi (Romagnoli), con Walter Erviti, con el Toto (Cornejo)…", se traslada a sus mejores épocas.
Estando en San Lorenzo le tocó vivir la aventura en la Selección: Miguel Ángel Tojo lo citó para defender la casaca albiceleste en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo. Y lo eligió como líder espiritual de un combinado nacional en el que brillaron nombres como Maximiliano López, Franco Cángele, Jonathan Bottinelli u Osmar Ferreyra, ganándole en la final 1-0 a Brasil. "La medallas las tengo guardaditas, se las muestro a mis hijos", subraya Alexis. Sus hijos, el amor por sus hijos, fue justamente lo que le modificó el destino. Y, hoy, que puede disfrutar el presente con Geraldine (9 años) y Santiago (7), asegura que todos los sacrificios valieron la pena. Incluso, el gesto de postergar a los botines.
Después de San Lorenzo, Cabrera pasó por Villa Mitre y Olimpo de Bahía Blanca y estaba en Talleres de Córdoba, en 2010, cuando sufrió el primer gran golpe. "Cuando mi hija tenía meses, un día llego a mi casa, y mi mujer se la había llevado, no estaban más. Me dijo que si quería volver a verla, tenía que dejar todo. No pensé en nada, me volví atrás de mi hija, renuncié a todo; tenía un contrato vigente con Talleres. Arreglé con Huracán de Comodoro por seis meses para jugar el Federal B. Volvimos a estar en pareja y nació mi hijo Santiago", detalla el primer capítulo.
Pero la relación no sólo no prosperó, sino que la situación empeoró. "Me salió la oportunidad de jugar en Deportivo Maipú de Mendoza, en el Federal A. Pero la mamá no me quiso acompañar, tenía que dejar a mis hijos. Nos separamos, y fue muy doloroso, porque no me permitían verlos. Así estuve seis años", describe su calvario.
El fútbol, su pasión, su vida, pasó a ser sólo un hobby, una distracción. "Yo me preparé de chiquito para jugar a la pelota o seguir vinculado con el fútbol. No tenía a mis hijos y para vivir tuve que dedicarme a otra cosa". La puerta a la actividad petrolera se la abrió el club Florentino Ameghino, de su ciudad. "Cuando no me fui a Maipú, salió una nota en un diario local y el presidente del club, que tenía pozos, me ofreció jugar, al principio pagándome como jugador profesional. Después no me pudo pagar más, y para poder vivir me ofreció trabajar", puntualiza el momento de la transición. De futbolista a operario. Casi sin escalas. "Y tuve que transitar eso sin poder ver a mis hijos, con ese dolor a cuestas", agrega.
De 8 a 19 trabajaba en el pozo. Luego se iba a entrenar. "Estuve en Ferro de Comodoro un tiempito más, llegamos al Federal C. Y 2015 fue el último año. Terminaba destrozado. No quise saber más nada", explica. "Estuve seis años luchando para ver a mis hijos, con regímenes de visita que no se cumplían. En un año los veía 15 días con toda la furia, a pesar de que estábamos cerca. Fue una batalla judicial para poder estar con ellos. Y llegó a buen puerto. El título de padre es el que mejor me sienta", se cuelga la medalla de la que se siente más orgulloso.
El mediocampista con perfil de líder, el que nunca escatimaba la pierna fuerte, el que había tomado la difícil decisión de abandonar su pasión para pelear por sus hijos, tenía momentos de fragilidad. La congoja necesitaba una válvula de escape. "Nunca lloré adelante de nadie ni permití que me vieran flaquear, pero cuando pasaba muchas horas trabajando en el campo y estaba solo lloraba mucho, me desahogaba. Eran momentos de mucha angustia", confiesa.
Pero un nuevo golpe ofreció, al mismo tiempo, una oportunidad. "En 2016 hubo una crisis en el sector petrolero y la empresa en la que trabajaba, quebró. Nos despidieron a varios empleados, pero yo decidí volver al camino del fútbol y hoy gracias a Dios me va muy bien", le abre la puerta a esta actualidad más venturosa, que encuentra al Chino Cabrera otra vez de pie.
"Me llamó gente de Talleres para abrir una escuela de fútbol en Comodoro Rivadavia", ofrece la semilla de su presente. Así nació Los Matadores. "La armé yo, sin infraestructura, tuve 153 alumnos, nadie me regaló nada. La CAI valoró mi trabajo y me llamó para trabajar", completa Alexis.
Hoy está otra vez relacionado con la pelota. La Comisión de Actividades Infantiles valoró su trabajo con los Matadores y absorbió su experiencia, poniéndolo al frente de la formación de niños de 3 a 11 años, y adolescentes de entre 12 y 14. "Sixto Peralta -aquel enganche que jugó en Huracán, Racing y River- agarró la manija de la CAI y repatrió a varios ex como el Cuqui Silvera -integrante del cuerpo técnico de Primera-, Gabriel Bustos -ex Argentinos y Patronato-… Y yo estoy con la escuela y la captación", se entusiasma con el proyecto.
Y, lo más importante, "hace un año logré la tenencia de Geraldine y Santiago". Su familia se amplió: hoy convive con Gisela, su pareja, y sus hijos, Martina (13) y Pablo (11) a los que cuida como propios. Y le agradece a "Silvia García Vilte, mi abogada, que me representó y me ayudó a volver a reunirme con los chicos".
De Santiago, incluso, es su entrenador. "Me pregunta por las medallas. Y dice que también va a jugar al fútbol y quiere ganar esas medallas, si lo puedo ayudar. Mi hija me pregunta sin son de oro", se divierte con su nuevo panorama. "Hoy cada vez que voy a un entrenamiento lo disfruto, lo mismo cuando salgo a pasear con mis hijos; lo disfruto como si fuera la última vez, atesoro cada momento como único", revela la enseñanza que le dejó el martirio.
"Siento que la carrera de técnico o formador me sienta bien, me gusta, amo hacerlo y quiero proyectarme como técnico y volver al fútbol grande como cuando fui jugador, ojalá me toque esa oportunidad. Me encuentro preparado, tengo mucho para dar. Los compañeros que tuve hoy son dirigentes, técnicos o representantes. Y uno fue buen compañero, mantengo los vínculos y sé que en algún momento me puede llegar a tocar. Estudio, leo, busco innovar para estar preparado el día que me toque. Además, tengo a mi lado a los que más quiero", se emociona. Porque hoy, cuando se calza el buzo de entrenador, ya no es producto de su imaginación. Los botines son los de tapones, no los de puntera de acero camuflados por el deseo, por la imaginación. Y los sueños otra vez abrigan una pelota, como cuando el fútbol lo había cobijado en su élite.
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