Toti Iglesias, el goleador que nació en San Lorenzo y triunfó en Huracán

En el clásico, marcó con las dos camisetas. El record de un ídolo de varios clubes, de Racing a Sarmiento de Junín. La pelea con Marchetta

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Ayer y hoy. Toti Iglesias
Ayer y hoy. Toti Iglesias con una foto de una tarde de gloria a sus espaldas con un gesto habitual: el festejo del gol. (Patricio Murphy)

Por Eduardo Bolaños

El barrio de Caballito haciendo frontera con Parque Chacabuco. Donde el gusto de los pibes va tornando del verde Ferro al azulgrana de San Lorenzo. En esas callecitas que todavía conservan cierta nostalgia de otro tiempo, aunque la actualidad se vista de edificios modernos con ostentosas ofertas.
El encuentro con el Toti. Ameno para el diálogo y para dejarnos compartir tantos recuerdos como los goles que marcó. Porque esa era su verdad en el fútbol. Sin demasiados lujos ni decoraciones vacías para las jugadas. José Raúl Iglesias dejó sus nombres y apellido bordados con el hilo de voz que les dejaba a los hinchas, afónicos de tanto grito. A los de San Lorenzo y a los de Huracán, porque Toti fue figura en ambos clubes. Por los ventanales de su oficina se cuela el pleno sol de una calurosa tarde de abril que se empecina en seguir despistando a los almanaques.

"Soy uno de los pocos que hizo goles con las dos camisetas en el clásico. Es un partido muy importante porque quiero mucho a ambos. En Huracán me fue tan bien, que quedó entre mis mayores afectos. Hice 36 goles en 37 partidos en el primer Nacional B de la historia (1986/87). San Lorenzo es el club donde me inicié e hice muchos amigos".
El Toti entrecierra los ojos y parece irse en el tiempo. Nos sumamos en el viaje mientras lo escuchamos agradeciendo a otro personaje del fútbol que fue querido en las dos veredas: Alberto Rendo: "Me hizo debutar en primera en 1976. Al tercer partido hice mi primer gol en una circunstancia especial. Perdíamos 1-0 con Unión en un gasómetro que se prendía fuego de los insultos (risas). Entré a pocos minutos del final, nos dieron un penal y lo pedí. Los más experimentados me miraron y me dijeron que sí. Enfrente estaba Perico Pérez, que era un especialista en atajarlos. Solo recuerdo que le di con todo, fue gol y terminé colgado de la red. Terminamos ganando 2-1".

En su oficina del barrio
En su oficina del barrio porteño de Caballito, Iglesias recorre artículos de sus días de goleador. En Racing llegó a los 30 años y se convirtió en ídolo de la Academia. (Patricio Murphy)

Tras un periplo por varios equipos, regresó al club de Boedo en 1983 para ser parte de una inolvidable campaña: "Salimos subcampeones de Independiente que tenía una equipazo. Jugábamos con cuatro delanteros, compartiendo el ataque con Husillos, Rinaldi y Rubens Navarro. Los partidos terminaban 3 a 2, 4 a 3 o 3 a 3. Hicimos como 70 goles en el campeonato. El Bambino Veira era el técnico y de él siempre me llamó la atención su capacidad de cambiar las cosas en los entretiempos, junto al Nano Areán, que era su ayudante. Nos sentaba en círculo y agarraba nuestras ojotas (no había pizarrón ni nada) y las movía en el piso para marcarnos las jugadas. Y a partir de allí, cambiaba la historia muchas veces en los 45 minutos finales".
No jugó las últimas fechas de aquel apasionante torneo de 1983 porque fue cedido a préstamo al Valencia. Partió con 99 goles en su haber y regresó con… la misma cantidad. El número 100 sería contra Huracán, en un clásico en Parque Patricios en 1984. Esa última etapa en el Ciclón se cerró a comienzos de 1985 al ser transferido a Estudiantes. Estuvo todo el año y en diciembre se abrió el libro de pases en medio de la competencia y allí asomó un globo en su horizonte.

"Pasar a Huracán me dio varios dolores de cabeza, porque la gente de San Lorenzo lo tomó como una traición, sin pensar que era mi trabajo. Me mandaban cartas a mi casa, porque por suerte no había redes sociales para las puteadas (risas). El inicio no fue fácil, ya que cuando llegué el equipo estaba muy cerca del descenso. En uno de los primeros entrenamientos en el estadio un hincha se acercó al alambrado y me gritó: "A ver si hacés un gol cuervo que si no te vamos a matar". Yo pensaba: mamita querida, donde me metí. Por suerte la historia se revirtió, hice muchos goles y los hinchas hasta me inventaron un canción"
La idolatría que logró en el club de Parque Patricios tuvo su parte dolorosa, con el descenso ante Deportivo Italiano: "Ese partido forma parte de los peores momentos de mi carrera. Me la había jugado al ir a Huracán, con la convicción que nos íbamos a salvar. Nadé, nadé y me quedé a pocos metros de la orilla. Llegamos a esa final que se definió por penales en el tercer partido contra un Deportivo Italiano que tenía un gran equipo. Creí que me moría, incluso estaba tan triste que casi no festejé el título de la selección en México, porque el descenso había sido cinco días antes. Para mí fue como el dicho: no hay mal que por bien no venga. Me quedé en el club y fui el goleador del Nacional B".

A los 30 años le llegó una oportunidad soñada. Gracias a su excelente temporada en Huracán, varios equipos de primera se interesaron en ese bien tan escaso en el fútbol llamado gol. Iglesias lo tenía y Racing se anticipó a todos: "Coco Basile solía venir a ver al Globo mientras dirigía a Racing. Un día le dijo a Juan Destéfano, que era el que mandaba en el club: Traéme urgente al 9 de Huracán. Y así se hizo el pase. El acuerdo fue rapidísimo. Juan me citó en Rond Point, me hizo sentar a su mesa y, sin dejarme hablar, en una servilleta escribió todo lo que iba a ganar (sueldo, premios y prima). Me dijo: ya sos jugador de Racing, llevate el contrato, que era la servilleta (risas). Duró tres minutos".

Tres minutos apenas para abrir las puertas de una idolatría eterna: "La gente de Racing se entregó conmigo de una manera espectacular desde el primer momento. Y es algo que se mantiene hasta el día de hoy. Cada vez que voy a la cancha tardo media hora en llegar a mi platea por los pedidos de fotos y muestras de afecto. No tuve una carrera tan prolongada, pero se dio así. En 1993, dos años después de retirarme, el día de gol de chilena de Fleita a Chilavert en Liniers, fui a la cancha con un amigo. A poco de sentarnos en la platea, la gente de la popular me reconoció y empezaron a aplaudir. En un momento eran todos. Me paré muy emocionado a saludar y agradecer. Le dije a mi amigo: Esto es Racing. Porque Racing es una adicción".
Un mojón ineludible de su paso por la Academia fue el domingo 20 de septiembre de 1987 cuando en Avellaneda golearon a Boca 6-0: "En el plano profesional, dicho esto con el mayor respeto, nunca jugué un partido tan fácil. Era para una cifra histórica. Yo hice dos y me perdí seis clarísimos. Los jugadores de Boca se insultaban entre ellos porque no les salía una. Aquella fue una etapa maravillosa. Basile me había prohibido salir del área (risas). Usted no sale por nada del mundo de ahí, me dijo. Nos complementamos a la perfección con grandes compañeros como Medina Bello, Walter Fernández y Rubén Paz".

Toti también pasó por Sarmiento
Toti también pasó por Sarmiento de Junín, donde ascendió en 1980. Muestra una joya de su colección, la camiseta verde, marca Sportlandia. (Patricio Murphy)

Tras un fugaz paso por el Junior de Barranquilla, retornó a Racing en 1989 con la idea de terminar allí su carrera. Al irse Basile, llegó Pedro Marchetta como entrenador, pero con él cambiaron las cosas: "Me mintió diciéndome que los dirigentes no me querían y en realidad era una decisión de él. Entonces me fui a Talleres y a las pocas fechas vinieron a Córdoba. Tuve la suerte de hacer un gol y salí disparado para donde estaba Marchetta. Me le puse adelante y lo recontraputeé de arriba abajo. Al minuto terminó el primer tiempo y cuando me iba al vestuario, me cruzó y me dijo: "¿Por qué no me lo decís ahora, eh?" Me le fui encima como loco y se armó un candombe tremendo. Terminamos los dos expulsados por Ricardo Calabria".
El viaje por el tiempo no lleva nuevamente hacia los años '70: "Cuando me vendieron fui al Barcelona B. Varias veces enfrentamos al equipo de primera en el Camp Nou. Era una maravilla estar en la misma cancha con Cruyff, que era una gacela y de una enorme velocidad mental. Quien me llevó, José María Minguella, era también su representante y por eso un día lo acompañé a la mansión que Johan tenía en la montaña. Al verlo quedé paralizado. Era como estar frente a Dios. Me llamó la atención lo que fumaba: tres o cuatro cigarrillos en media hora. Una locura. Por eso era más increíble ver lo que corría".

Otro equipo cercano a sus afectos es Sarmiento de Junín, que pelea por volver a primera. En su boca solo hay palabras de agradecimiento para el club: "Sarmiento me sacó del fango. En la primera parte de 1979 jugué en All Boys donde solo hice un gol y los seis meses siguientes no tenía club. Corría en Palermo junto a otros muchachos en mi misma condición, muchos de ellos excompañeros de San Lorenzo, como el león Espósito, el lobo Fischer, el hueso Glaría. Ellos me recomendaron a los dirigentes de Sarmiento que ni me conocían y que estaban con la idea de armar un buen equipo, para que toda la ciudad se ponga detrás y apoye. Mi situación era complicada, al punto que le dije a mi esposa que iba a probar ese año en Sarmiento y si me iba mal, largaba todo a los 23 años. Hicimos una gran campaña, salimos campeones, ascendimos a primera y fui el goleador del campeonato. Por eso le debo tanto a Sarmiento"
Tras el retiro profesional en 1991, el Toti incursionó en la dirección técnica, aunque rápidamente la dejó: "Es una profesión altamente ingrata, donde tenés todo para perder y casi nada para ganar. Cuando las cosas no salen bien, al primero que insultan es al técnico. Enseguida me di cuenta que no era feliz haciéndolo, sufría mucho y era algo que no quería para el resto de mi vida".
Allí comenzó a trabajar con Hugo Issa y Juan Simón en la representación de jugadores. En ese momento surgió el recordado proyecto del Badajoz: "Fue una locura de Tinelli. Viajé a Badajoz, vi la ciudad y al equipo. Al regreso me ofrecieron ser el técnico. Era una idea que no tenía ni pies ni cabeza porque es difícil manejar un equipo a 14.000 kilómetros de diferencia. Todos los días surgía un problema diferente y a la larga Marcelo vendió sus acciones".

Entonces se volcó de lleno a su otra tarea, en la que le fue muy bien, aunque lentamente le va bajando el telón: "Estoy en la parte final de lo que fue mi profesión de representante de jugadores. Tomé yo la decisión de correrme un poco. Fueron 20 años dedicados a esto, donde comencé gracias a Hugo Issa y llegó el momento de dejar. Solo me queda Gonzalo Rodríguez, que está en San Lorenzo y listo. Nunca tuve un problema con un futbolista, pero ya no quiero más. Dejé bien a Nereo Champgane y a Nicolás Frutos. Ahora quiero empezar a hacer otras cosas, viajar y disfrutar de la familia".
A disfrutar entonces, Toti. Como lo hicieron los hinchas de cada uno de los clubes donde te ganaste el afecto a puro grito de gol. En especial los del clásico de barrio más grande del mundo, que te tienen en el poco habitado pedestal de las dos veredas.

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