Todo comenzó por una idea alocada de Juan Marchetti. A este ex rugbier se le ocurrió, un día, que era posible fundar un nuevo club de rugby. Así que empezó a repartir panfletos por todo el barrio de Floresta: a mano, pegándolos por el espacio vacío que encontrase y más. Fue de esta forma que, pasado un tiempo, puso fecha para ver si la recorrida había funcionado. El 3 de septiembre de 2005, en el predio de Luz y Fuerza, solo un chico se presentó para entrenarse. Ese chico quedó en la historia como el primer jugador del Floresta Rugby Club, una forma de sentir la vida dentro y fuera de la cancha.
"Floresta es un club donde se pone por encima lo social y lo humano. Muchos caracterizan al rugby como elitista, por eso nosotros decimos que este es un club de barrio. Acá todos somos amigos", le cuenta a Infobae Gonzalo García Lofriego, el actual capitán del plantel de la división superior.
El deporte es una movilización que permite unir a las clases sociales. Las incluye, sin distinciones, bajo el mismo lema. Eso fue algo que sucedió con el Floresta Rugby Club.
"Tenes chicos que la pelean todos los días. Hay varios chicos que viven en la Villa 1-11-14, en el barrio Ramón Carrillo. Hay gente que viene de San Francisco Solano, en el Sur de la provincia de Buenos Aires, y vienen colectivo. Hay profesionales. Es un club atípico para el mundo del rugby", agregó el jugador que llegó a los 15 años por invitación de un chico que se convirtió en su amigo, a pesar de que hoy no es parte del equipo. "Me formó como persona. Con él nos vemos todos los días", relata.
Gracias a la dedicación de decenas de personas interesadas en que el club crezca, hace 10 años que el Floresta Rugby Club se integró al grupo 4 en la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), la última categoría de competencia. Sin predio para entrenarse, tuvieron que hacerlo en la plaza que está frente al estadio de All Boys para no dejar de practicar. Hoy, la sede es una cancha de fútbol en el Parque Avellaneda que no está en buenas condiciones.
"La historia fue difícil a nivel resultados. Siempre a pulmón, mucha gente trabajó para sacar al club adelante. La cantidad de chicos fue aumentando con el tiempo", recuerda García Lofriego, que trabaja como empleado administrativo en una empresa de internación domiciliaria.
La primera década competitiva para los chicos del club fue muy difícil. Derrotas por amplio margen, una superioridad marcada y estar más de un año sin anotar un try, son ejemplos que quedaron en el pasado. Porque el club viene de lograr el ascenso al grupo 3, la anteúltima categoría de a URBA.
"Esto es haber evolucionado, logramos una madurez como equipo. Creo que los pocos momentos buenos nos dieron aliento para salir adelante", dijo el rugbier que dejó la carrera de ingeniero industrial por falta de tiempo, dividido entre el trabajo y su queridísimo club.
En la tarde del sábado, Floresta Rugby Club visitó a Banco Hipotecario, en Villa Celina, por la primera fecha de la división. Y a pesar que fue derrota por 33-20, el capitán y todos los jugadores vivieron una jornada histórica.
"Este paso que dimos es importante. Cuando FRC decidió entrar a la URBA, sabía lo que iba a pasar. En un primer tiempo los resultados fueron muy adversos, pero en su momento, Jorge Palma (histórico capitán del equipo superior) fue un puntal para seguir adelante", cuenta García Lofriego, parte fundamental de la continuidad del espíritu de hermandad que se vive en cada una de las categorías que se visten de blanco y negro para defender los colores tradicional del equipo.
"Jugar una categoría más arriba es muy difícil. Sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar, pero estamos listos para el desafío. Nos enseñaron que cuando entramos a la cancha, entramos a ganar. Pero no jugamos sólo para ganar. Jugamos para ser mejores personas, mejores jugadores de rugby", explica.
Después de haber logrado el ascenso, el próximo gran paso para la institución es poder tener su cancha propia. "Los partidos los jugamos en el predio de AEFIP, en Ciudad Evita. Ahí hacemos de local porque la URBA no te permite compartir predio con otros clubes", aclara Gonzalo, que no puede ponerle un número al aporte económico que hizo desde que se sumó a este proyecto superador.
"Debe ser mucha la plata, pero no importa. El que puede, aporta. El que puede menos, menos. Y el que no puede, no lo hace. Nunca se dejó a nadie afuera del club por un tema económico. Pagamos el alquiler, mantenimiento de materiales y demás implementos necesarios", sentencia el capitán.
El Floresta Rugby Club está compuesto por unas entre 400 y 500 personas, contando directivos, entrenadores y los planteles de cada uno de los equipos. "En el plantel superior somos unos 60, pero también tenemos una categoría infantil y tres divisiones en juveniles: M-19, M-17 y M-15", explica García Lofriego.
¿Cuál será el próximo paso para esta joven institución que persigue sus sueños para hacerlos realidad? "Tener nuestra cancha es el sueño de todos, el objetivo principal del club. También lo es fortalecer las bases para que cuando los chicos se vayan retirando, no se recienta la estructura", cuenta el jugador que fue parte de la primera camada, junto a su hermano, que subió al plantel de mayores provenientes de los juveniles.
Ante la consulta sobre cómo definiría a esta institución sin sede, García Lofriego le pegó al medio de los palos: "Floresta es un club que te enseña día a día. Estoy muy convencido que como uno es en el rugby, es en la vida. Para mí, el rugby junta todos los valores, y los pone como bandera".
Por tener una iniciativa que nació como un sueño, pero se convirtió en un apuntalamiento para la sociedad, desde lo inclusivo y social, es que Infobae ha decidido apoyar al Floresta Rugby Club en su participación en el rugby de Buenos Aires.
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