Hace 25 años que José Luis López descubrió el ajedrez; sobre sus manos adolescentes desfilaron reyes austeros, ligeras damas y peones ladinos. No vidente de nacimiento, se valió de su tacto para conocer el formato de las piezas y de su imaginación para delinear los movimientos entre columnas y diagonales en el tablero. Aprendió a ver con la mente.
Hoy, a los 38 años, y con la conquista de cinco campeonatos nacionales de ajedrez adaptado, se alejó momentáneamente por unos días de la tranquilidad de su hogar en Puerto Madryn y decidió visitar la ferviente Buenos Aires; acá está participando de la mayor competencia del calendario de la federación metropolitana de ajedrez, el 10° Abierto de la Legislatura.
Por eso, cada tarde su figura maciza y de casi un metro setenta de estatura se desplaza con sus inseparables gafas oscuras y bastón blanco por el centro porteño. A las 19 en punto, el estudiante de Derecho de la UBA (le quedan 10 materias para recibirse), y papá de Tomás, de 8 años, ingresa al Salón Dorado de la Legislatura para disfrutar de uno de sus mayores hobbies. Después de cuatro ruedas se ubica en la mitad de la tabla, con la cosecha del 50% de los puntos en disputa.
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"Disfruto mucho con el ajedrez porque es la única actividad deportiva que me permite jugar con personas que no tienen mi discapacidad visual. Es diferente a todo, porque, por ejemplo, yo juego en el equipo de fútbol adaptado de Huracán, pero allí todos somos ciegos, no podríamos jugar con personas videntes porque sería una diferencia muy grande, en cambio acá puedo hacerlo y lo único que necesito es que me digan a viva voz qué jugada realizaron para reproducirla en mi tablero", contó López, que por cuestiones personales dejó su trabajo en el Ministerio de Economía (digitalizaba los expedientes judiciales) y se mudó junto a su actual pareja, Carolina Cayo (subcampeona panamericana y seis veces campeona argentina de ajedrez adaptado femenino) a la Patagonia.
-¿Y por qué te gustó unir el ajedrez y el fútbol?
-Porque la actividad física y mental es fundamental para la autonomía de las personas ciegas. Necesitamos lucidez y fuerza para sentirnos independientes.
-Cuando te enfrentas ante un rival vidente, ¿qué te sucede?
-(Sonríe) Y… la motivación es especial; el desafío es mayor y te exige más concentración y calidad de juego, porque no te podés equivocar. A veces siento que al comienzo de la partida me subestiman un poco, pero con el correr de las jugadas y la paridad de la lucha se les escapa algún fastidio.
López es el único ajedrecista ciego que en 2005 se inscribió en el primero de los abiertos de la Legislatura (allí totalizó 6,5 puntos en once ruedas y finalizó 170° entre 517 jugadores). En su palmarés también lucen valiosos empates frente a fuertes rivales como el gran maestro Oswaldo Zambrana (de Bolivia) y los maestros internacionales argentinos, Jorge Rosito, Guillermo Soppe y Marisa Zuriel. Y en 2017, en Panamá, se ubicó 3° en el Panamericano de ajedrez para ciegos y disminuidos visuales.
Pero su mente no sólo almacena jaques y gambitos provocadores, allí se alojan otros recuerdos, vicisitudes de sus primeros años. Llegó ciego a este mundo donde lo aguardaban los rigores de una infancia desangelada, con una madre ausente y un padre adicto; aprendió a recorrer las plazas sin el calor de una mano. Fue su abuela Carmen la que se ocupó de su crianza, pero tras su repentina muerte, las nuevas muestras de afectos llegaron desde el corazón de dos tías.
Fue en 1993, cuando tenía 12 años y cursaba el ciclo primario en la Escuela Especial 502 de Villa Bosch, que el destino le tenía guardado una sorpresa. Una mañana, el personal docente del colegio y sus alumnos visitaron la cárcel de Olmos. Ese día, José Luis escuchó por primera vez la palabra ajedrez.
"Fuimos a la cárcel a llevarles unos regalos a un grupo de presidiarios que nos habían fabricado algunos libros en Braille. En un momento uno de ellos me mostró cómo era un tablero de ajedrez adaptado para ciegos y me explicó las reglas básicas del juego. Quedé tan enganchado y entusiasmado que quería aprender todos los secretos enseguida. Por eso, cuando a los 14 me pasé a un colegio secundario en Tortuguitas, comencé a jugarlo frente a mis compañeros videntes, los que no creían que pudiera desafiarlos; lo tomé como un reto personal. La fortuna hizo que en tercer año se cruzó en mi camino un taller de ajedrez, y el profesor Norberto Caballero fue mi primer maestro y el que me ayudó a pulir los rudimentos. Después llegaron las competencias escolares, y cinco años más tarde, en 2000, y con 20 años gané el primer campeonato argentino adaptado", dice José Luis López, quien repitió la hazaña en 2010, 2011, 2013 y 2016. En 2018 fue subcampeón.
-¿Una partida entre un vidente y un ciego, no es despareja?
-No, no lo creo; lo que es despareja es la preparación, las herramientas con las que contamos unos y otros. Por ejemplos nosotros, no contamos con tanto material bibliográfico o tecnologías adaptadas para poder estudiar. En mi caso tengo un programa lector de pantalla que me ayuda, pero a veces no es suficiente porque es algo lento, en cambio los videntes con un doble clic en el mouse ingresan a las base de datos y en dos minutos tienen todas las partidas de sus rivales. Pero, más allá de todo, la verdad es que los que me ganan lo hacen porque son mejores. Es que ellos pueden "ver" una jugada más que yo (se ríe, sin perder el humor).
Muchos especialistas coinciden que no es lo mismo el aprendizaje del ajedrez para el joven que nació invidente con el que paulatinamente fue perdiendo la visión o el que se quedó ciego tras un accidente.
"La persona invidente no duda tanto durante el juego, en cambio el que fue vidente, desconfía, necesita tocar casi constantemente tras cada jugada dónde se ubican las piezas" contó el alemán Ludwig Beutelhoff, nacido en Hamm hace 72 años, y actual presidente de la International Braille Chess Association (IBCA), una entidad que reúne más de 7000 ajedrecistas federados, con representación en más de 100 países. Él perdió la visión a los 9 años.
Aunque en el país la práctica del ajedrez adaptado para personas ciegas y disminuidos visuales nació a comienzos del siglo XX, recién a fines de los años 80 se organizaron los primeros campeonatos argentinos y sudamericanos. En 2005, en la Universidad de La Punta (San Luis), la maestra Claudia Amura creó el área de ajedrez social, donde se ocupó de los ajedrecistas ciegos y dio impulso a la iniciativa del árbitro Mario Zilli, para la fundación de la Asociación de Ciegos Unidos de la Argentina (ACUA), en la que López fue su primer presidente; la entidad hoy cuenta con 140 socios de 18 provincias, de los cuales 60 son activos y más de la mitad participan en los campeonatos argentinos.
En el continente, el puntano Daniel Morelli, quien perdió la visión a los 13, es el actual presidente de IBCA América. "En mi caso personal cuando quedé ciego elegí seguir jugando al ajedrez para no perder a mi grupo de amigos y así tener algo que compartir y sin necesidad de asistencia. Me tuve que esforzar mucho, fue como empezar de nuevo pero valió la pena", aseguró Morelli, nacido en Villa Mercedes, casado, padre de dos hijos y abuelo de Giuliana.
Una partida entre un ajedrecista ciego y otro vidente se lleva a cabo en dos tableros de ajedrez; el primero utiliza su tablero adaptado y el segundo lo hará sobre uno convencional. Ambos dictarán sus jugadas en voz alta y cada uno reproducirá en su tablero, su jugada y la del rival. La práctica de este ejercicio ha despertado algunos momentos cómicos durante la rueda de juego; José Luis López es, acaso, uno de los más irónicos.
"No me grite compañero que soy ciego, pero no sordo", o, a veces con el anuncio del jaque mate se le escapa un murmullo: "¡Qué increíble, no la vi!".
Los tableros de ajedrez adaptado se diferencian de los convencionales porque en cada escaque (casilla) hay un agujero en el centro para que las piezas (trebejos), que en su base llevan un pequeño vástago se puedan encastrar y no se caiga mientras el jugador no vidente revisa una y otra vez la posición con las yemas de sus dedos.
Las casillas no sólo se diferencian por su color, sino también por su altura. Es que el tablero adaptado tiene los cuadros negros levemente superiores (uno o dos milímetros) a los blancos. Otra observación es que cada figura del bando negro lleva en su parte superior una pequeña esfera (una especie de cabeza de alfiler) lo que le permite al jugador distinguir al tacto la figura del peón, torre, caballo, alfil, dama o rey, y si pertenece al bando blanco o negro.
El final del juego no se produce sólo por la ejecución del jaque mate, además de los abandonos (por errores o diferencia de material), el factor tiempo suele sellar la suerte aunque en algunos casos la posición dicte lo contrario (los jugadores están obligados a realizar un número de jugadas en un determinado tiempo; si no lo cumplen, pierden).
Justamente por ello, y dada la importancia de conocer el tiempo restante propio y del rival tras cada movimientos, los jugadores no videntes se valen de un reloj diferente. En algunos modelos pueden informarse a través del tacto con las agujas, y en otros mediante el uso de auriculares que les permite escuchar el tiempo exacto de juego.
Por último, en las competencias oficiales es obligatoria la anotación de las jugadas, cada jugador debe asentar en una planilla sus movimientos y los del rival. Para esta disposición los ajedrecistas ciegos optan entre transcribir por el sistema braille o se valen de un grabador donde dictan todas las jugadas.
Otro factor interesante es la tarea de los árbitros. Marcelo Hermida, árbitro internacional con experiencia de supervisión en Mundiales y Olimpíadas, tiene la función principal en la Copa Norberto Laporta.
-¿Cómo actúan los árbitros en una competencia entre ciegos y videntes?
-Según la cantidad de jugadores los torneos son dirigidos por un árbitro principal y un equipo de adjuntos; pero nos distribuimos entre todos las tareas. En el caso del Legislatura hay dos árbitros que se ocupan del sector donde están los no videntes; se trata de un espacio amplio porque en las mesas debemos ubicar los dos tableros, el adaptado (para el no vidente) y el convencional (para el vidente). Los árbitros están para asistirlos en toda la partida, los acompañan hasta la mesa y los atienden ante cualquier consulta. Estamos muy cerca de la escena en los momentos del control de tiempo donde se dictan y se efectúan jugadas en muy pocos segundos. Una jugada en voz alta puede ser malentendida por el rival o el propio árbitro, provocando desconcentración o una pérdida de segundos preciosos.
Ya en el siglo XIII, Alfonso X El Sabio, Rey de Castilla y León, uno de los primeros impulsores del avance del milenario juego dejó su sentencia escrita; en su obra, el libro de los juegos (Libro de axedrez, dados e tablas, un incunable de 1283 que se conserva en el Monasterio de El Escorial) aseguró: "El ajedrez es una magnífica herramienta para la convivencia de judíos, cristianos y musulmanes".
Y si bien, desde hace casi una centuria diversos estudios científicos son coincidentes también sobre su poder como herramienta formativa en las personas (impulsa el respeto, la responsabilidad, la gestión de las emociones, la toma de decisiones y el estímulo de varias facultades mentales), el ajedrez en su raíz lúdica, como juego, entretenimiento o deporte puede actuar, además, como factor de integración social: su práctica no sabe de distinciones de clases, edades, sexos, ideologías o credos; incluso entre personas con capacidades diferentes.
El 10° Torneo Abierto de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Copa Norberto Laporta (supervisado por Francisco Quintana -vicepresidente de esa Institución- y organizado por la maestra Elisa Maggiolo), que se extenderá hasta el viernes próximo y repartirá $200 mil en premios, se vuelve a diario en una muestra cabal del ejemplo. Allí se reúnen ajedrecistas de doce naciones, maestros y aficionados, hombres y mujeres, niños y adultos, los que con su particular idiosincrasia aceptan el desafío de ingenio cobijados todos bajo el mismo manto de equidad. Lo saben sus 476 participantes, entre ellos 6 grandes maestros y 18 maestros internacionales y lo disfrutan, en particular, un grupo de jugadores no vidente (como Jorge Carballo y Alberto Mitrani) entre los que sobresale José Luis López.
El ex campeón argentino de ajedrez adaptado, cada tarde, repite su rutina con su arribo a la Legislatura porteña. Se acomoda sus gafas oscuras, desarma su bastón blanco, despliega el tablero adaptado y acomoda sus piezas. Tampoco se olvida de conectar el auricular en el reloj, mientras aguarda la llegada de su rival vidente.
Como los relojes no se están en marcha, él sabe que tiene tiempo y acepta posar para la foto; y consultado por el rival, aprovecha para fortalecer su autoestima: "Ellos puede ver con los ojos, pero nosotros vemos con la mente".
José Luis López, campeón de ajedrez adaptado; otro príncipe que aún cree que lo esencial sigue siendo invisible a los ojos.
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