Por Eduardo Bolaños
Avenida San Martín al 3100. Ahí donde se borronean gentilmente los límites de Adrogué y Villa Calzada. Sobre el proletario andar de los vecinos, se levanta desde hace 75 años el Club Atlético y Social Villa Calzada. Reducto como tantos y como ninguno, que reúne entre sus visitantes asiduos a los chicos en la pileta, los jóvenes en el gimnasio y el infaltable portero, con los años afincados en el rostro y la compañía de la radio portátil con los tangos de antaño.
En la puerta, con sus bigotes inconfundibles, el hombre ilustre de allí. Que desde el primer saludo denuncia una amabilidad que irá siendo progresiva con el transcurso de la charla: Néstor Sicher. Ahora devenido en vicepresidente de la institución, aunque sus costumbres están lejos de los títulos pomposos: "Soy el mismo pibe que vino aquí a los tres años".
Más de quince temporadas jugando en forma profesional, sin embargo el fútbol le tenía guardado un instante que lo iba a perpetuar: Fue el autor del gol con el que Racing volvió a Primera, dejando atrás dos temporadas de anhelos, frustraciones y desvelos.
Su historia comenzó entre esas mismas paredes donde ahora comparte trazos de su vida: "A los diez años fuimos con el equipo a disputar un partido por los Torneos Evita contra Lanús. Al verme jugar me preguntaron si quería volver, ya para quedarme en las inferiores. Por supuesto, dije que sí. Cuando se dio el momento de llegar a primera, eran tiempos muy complicados para la institución, porque había descendido de la A la B y de allí a la C en apenas dos años. Me tocó el servicio militar y al salir, debuté. Era 1980".
Sicher fue un lateral izquierdo pujante, luchador y de constantes subidas por su costado. Se ganó el puesto y fue creciendo al ritmo que los granates se afirmaban en la B. En 1984, Racing apareció en el certamen y todo se conmocionó. Ambos se cruzaron en una polémica semifinal por el segundo ascenso: "En la ida nos ganaron 2-1 y la revancha en cancha de Independiente se suspendió por incidentes. Prosiguió días más tarde en Atlanta y cuando nosotros estábamos 2-1 y los teníamos en un arco, el árbitro Emilio Misic, de manera insólita, dio por terminado el partido cuando faltaban cinco minutos. Luego ellos perdieron la final con Gimnasia".
Sin embargo, aquella amarga e injusta tarde de Villa Crespo, cambiaría la historia futbolística de Sicher. Los directivos de Racing lo observaron con detenimiento, porque ya había sido recomendado por Agustín Cejas, técnico de la academia.
"Al iniciarse 1985, Racing hizo algo inteligente: fue a buscar futbolistas del ascenso para afrontar su segundo año en la B: Walter Fernández de Defensores de Belgrano, Miguel Colombatti de Deportivo Morón y desde Lanús llegamos con Horacio Attadía. Mi contrato se cerró enseguida, lo arreglé con Juan Destéfano. El pase se hizo a préstamo por esa temporada. Enseguida me di cuenta que había llegado a un club ideal para mis características. Porque no era un equipo exquisito, era un cuadro de batalla, con tres delanteros a pura potencia como Orte, Pavón y Walter Fernández. A medida que pasaba el torneo, sentíamos la presión y no se nos daban los resultados. Por eso no pudimos ser campeones, y el título se lo llevó Rosario Central, que jugaba muy bien".
La falta de alegrías en la mitad celeste y blanca de Avellaneda llevaba muchos años. Demasiados. Y la herida se había profundizado con el descenso. Las cosas no funcionaban y la falta de triunfos devino en cambios de entrenadores. "Teníamos la urgencia de ascender, era obvio que todos nos querían ganar y a nosotros cada cosa nos costaba el doble. Agustín Cejas fue quien armó el equipo, pero por los resultados adversos se tuvo que ir casi al terminar la primera rueda. Allí tuvimos una gran sorpresa porque vino César Luis Menotti a darnos una charla al hotel. En los medios se decía que él podía ser el nuevo entrenador, pero fue su amigo Cayetano Rodríguez. Escucharlo al flaco te llenaba de fútbol, pero la idea que ellos pregonaban no la podíamos plasmar en la cancha, porque ese plantel tenía otras características, lejanas al toque y más cerca de la lucha. El concepto era muy bueno. ¿A quién no le gusta jugar bien y ganar? Nosotros jugábamos mal y perdíamos (risas)".
El calendario de 1985 ya estaba en noviembre. Racing naufragaba entre las dudas y la posibilidad de volver a primera, se sentaba en la mesa de las quimeras. Cayetano Rodríguez, distanciado de algunos jugadores y con mal ambiente entre los hinchas, dejó su cargo. "En ese momento llegó Alfio Basile. Era exactamente lo que necesitábamos. Logró transmitir en 40 días lo que era sentir la camiseta de Racing (se hace el gesto de las franjas celestes y blancas imaginarias sobre el pecho), lo que teníamos que lograr. Fue un sacudón. Nos llegó a cada uno con su personalidad y le pasamos por encima a casi todos los rivales".
En menos de un mes, la Academia sabría su destino en el octogonal. Y comenzó a lo Racing… "Ese plantel había nacido para sufrir. Todo lo bien que habíamos jugado en la ida en cancha de Boca contra Banfield, lo hicimos mal en la revancha en Vélez. Ganamos 3-1 y luego perdimos por el mismo marcador. Avanzamos por mejor ubicación en la tabla. El Coco nos hizo un lavado de cabeza terrible. Conocí a Basile enojado. Era tremendo (risas). Pero dio sus frutos: en la semifinal, superamos ampliamente a Quilmes en los dos partidos".
La noche del viernes 27 de diciembre de 1985 el estadio Monumental parecía revivir las grandes jornadas de la selección argentina, porque cada centímetro estaba teñido de celeste y blanco. La ilusión de Racing latía, galopaba en los corazones. Estaba a solo 90 minutos de volver a sentirse de primera. En la primera final contra Atlanta había sido un vendaval que certificó en la red cada ataque, con un categórico 4-0. Pero para que la historia se escribiera al estilo de la Academia, nada podía ser fácil: "Dos días antes de la segunda final, estando en la concentración en un predio de Ezeiza, nos enteramos de la absurda reglamentación. De poco servía haber ganado 4-0. Si perdíamos la revancha, había tercer partido…"
Iban 18 minutos de un encuentro parejo. Córner para la academia desde la izquierda de su ataque. Néstor Sicher entrecierra los ojos, se traslada a aquel momento y evoca con emoción: "Estuve tocado por la varita mágica. Yo era un lateral que si bien me gustaba proyectarme, no era de hacer goles. Fue una avivada de Horacio Cordero, que en lugar de tirar el córner al área, me la tocó cortita. La maniobra sorprendió a los muchachos de Atlanta que se quedaron parados y como vino le pegué. Soy sincero: Como pudo irse afuera, tuve la suerte que se clavó en el ángulo. Y que fuera en ese momento, en la final, con todo lo que habíamos sufrido. Cuando vi que entraba sentí algo indescriptible. Solo atiné a dar una vuelta carnero y quedar de cara a la tribuna. Lástima que era la de Atlanta (risas). Me di vuelta y busqué a la gente de Racing. Quería abrazarme con todos"
Atlanta empató a poco de comenzar el segundo tiempo. Y obviamente Racing sufrió hasta el final. El 1-1 le dio el ansiado retorno a primera. ¿Conserva Néstor Sicher tan importante camiseta? "Apenas terminó le di la casaca a uno los pibes que alcanzaba la pelota para no perderla, porque sabía que la gente invadía y me la iban a sacar. Al chico no lo vi más… Vaya a saber uno donde está".
Era el momento de flotar en los brazos de la gloria para el héroe de la noche, pero no lo pudo disfrutar: "En el primer tiempo, Millicay, un defensor de ellos, me dio un codazo que me fracturó la mandíbula. Yo sentía dolor, pero seguí jugando. Al llegar al vestuario estaba destrozado. En el micro de regreso a la concentración no podía más del dolor, al punto de desmayarme. Ya en Ezeiza, mientras los muchachos cenaban y festejaban, yo estaba en la cama esperando que me vinieran a buscar para irme a mi casa. Al otro día estaba con cirujano porque fue una triple fractura".
Aquel poster que se perpetuó en la memoria del futbolero, de Sicher corriendo alborozado tras conseguir el gol, fue su última imagen como jugador de Racing, ya que justo allí hubo cambio de autoridades y no le renovaron el préstamo que era de 50.000 dólares. "Con desazón por la situación y la fractura, regresé a Lanús. De a poco me fui recuperando y para entrar en ritmo el primer partido que juego en tercera es ¡contra Atlanta en su cancha! Sus hinchas me decían de todo (risas)".
Néstor Sicher continuó su carrera en Gimnasia de La Plata ("soy un eterno agradecido a Luis Garisto que me llevó y me bancó, aunque jugué poco") y en varios equipos del fútbol de ascenso, entre ellos Chacarita Juniors. Ahora se lo ve contento, disfrutando de sus recuerdos, pero también de pisar las baldosas del club de toda la vida, donde tiene su escuelita de fútbol y comparte su imagen en las paredes, junto a otros destacados que pasaron por allí como Fernando Redondo o Nicolás Tagliafico. También lleva 25 años trabajando en la Municipalidad de Almirante Brown, dedicado al deporte social, otra de sus pasiones, recorriendo los barrios de la zona.
La buena gente merece ser feliz. Por eso es una alegría saber que Néstor Sicher se emociona cada vez que un simpatizante de la Academia lo para y le agradece aquel gol indeleble, porque como nos dice a modo de despedida "Racing se me pegó desde un principio, mis hijos también son hinchas y siento ese cariño cada día". Merecido Néstor. Muy merecido