Robert está sentado con un machete sobre su regazo mientras intenta afinar la hoja metálica. Un frondoso bosque quiere saltar sobre la pantalla para abrumar con su silencio y esplendor. El "Sicario" no está preparando su arsenal alejado de los radares para cazar a una presa. No hay poses para las fotos, ni búsqueda de un mejor perfil con la idea de acumular "likes". Simplemente está inmerso en la escena cotidiana de un hombre de campo que va a cosechar zapallo, mandioca, sésamo y todo aquel fruto que sirva para sustentar a la familia.
Robert, el de las botas blancas y las ropas desgarradas, es Rojas. El "Sicario" es un marcador central paraguayo de 22 años que en las próximas horas cambiará la parsimonia de su Belén natal por la frenética Núñez. Dejará de vestir la camiseta de Guaraní y, a cambio de 1.200.000 de dólares, se pondrá la de River. Su historia de vida ya gana adeptos.
Debutó como profesional en febrero del 2017 de la mano de Daniel Garnero y nunca más salió. Sumó 79 partidos en dos temporadas y marcó 5 goles. La alerta en el sistema de los ojeadores se prendió por Flamengo, Boca y Lanús, pero el actual campeón de la Copa Libertadores fue el que aceleró a fondo para quedárselo.
Su apodo es una especie de mitología entre el mundo de las redes sociales y la realidad. Algunos afirman que jamás le dijeron así y durante las últimas semanas algún osado lo inmortalizó en el planeta virtual. Otros advierten que alguna que otra vez ya lo habían denominado así. El árbol genealógico de su seudónimo tiene la raíz en la pensión de Guaraní, aunque nadie dio un argumento al respecto. El mote está disociado de su descripción como futbolista: es un defensor "moderno, rápido y ágil", según su mentor Garnero. Un "Morrón" Rotchen paraguayo, fue la comparación que eligió el DT emparentándolo con aquel marcador central refinado y preciso surgido de Independiente en los 90.
Detrás de todo ese envase que algunos en Paraguay osan advertir que durará poco en Argentina porque sus condiciones dentro del campo de juego lo deberían enviar a Europa con premura, hay una singular historia de sacrificio y humildad.
A 500 kilómetros de la pasional Asunción, Rojas se forjó a machetazos, tereré y cosecha de mandioca en el pequeño paraje de Peguahomi, donde está la chacra de los Rojas. "Extrañaba mucho todo esto. A mi familia, mis amigos, ellos significan todo para mí. Por más que te parezca que no hay mucho acá, da gusto estar. Este es mi lugar en el mundo. No hay que olvidarse nunca de dónde uno viene", recordó en una entrevista con La Nación de Paraguay un año atrás. "Trabajaba en la chacra con mi papá cuando era más chico. Plantábamos zapallo, mandioca y todo tipo de cosas", afirmó en una nota con ABC Color.
Robert ya contaba por entonces con un importante sueldo de futbolista tras lograr un aumento salarial en Guaraní. Podría estar en las típicas vacaciones en playas impronunciables y con paisajes hechos con filtros de redes sociales. Eligió la silenciosa chacra familiar, donde verdaderamente es uno más: "Hice de todo un poco desde que vine. Además de carpir (desmalezar) y otras cosas, trabajo con los animales, principalmente las vacas, porque hay que encerrarlas y también darles agua y comida. Esas costumbres no las perdí. Al contrario, todo acá me relaja".
Entre árboles centenarios y matas de pasto que intentan sobrevivir a la reseca tierra colorada, todavía perdura el humilde arco con finos troncos que oficiaron de primera aproximación al fútbol para Robert. También esos viejos metales pesados, chatarras y llantas corroídas por el tiempo con los que se creó su primer gimnasio.
Transformarse en el "mejor defensor del fútbol paraguayo" en 2017 no fue una tarea sencilla. "Cuando llegué a la pensión no había nada. Tu cama y vos. Sin ventilador y con muchos mosquitos. Sacaba mi colchón afuera, pero amanecía peleándome con los mosquitos. Cuando llegué no sabía qué hacer. Ayudaba al cuidador a cortar el pasto, a tirar las hojas. Mi papá llamaba, preguntaba cómo estaba y yo le decía 'mejor que nunca'. Pero era mentira: por dentro estaba llorando", se confesó sobre su arribo a Asunción con 16 años.
Todo pasó a una velocidad abrumadora. Un debut inesperado por la inhabilitación de un refuerzo y la demostración de sus condiciones. No salió nunca más del equipo titular. Escaló hasta la selección de su país, a la que fue citado para un duelo por Eliminatorias ante Chile aunque no jugó.
También apareció el dinero, pero ¿qué tan importante es la plata en su genética? "En colectivo ando demasiado bien. Creo que no es necesario aún el vehículo, eso se dará en su momento, no me preocupa el tema. Tampoco pienso en mudarme de la pensión del club. Vivo demasiado bien allí, estaré hasta que me echen", había advertido a comienzos del 2018 este fanático de Carles Puyol. En las próximas horas, empezará una nueva vida dentro y fuera de la cancha.
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