Por Matías Szpigiel
Pese a su 1.67 m, si hay alguien que voló alto como jugador es Damián Manso. El volante de 39 años, que actualmente pertenece a Justo José de Urquiza, que milita en la B Metropolitana, jugó en seis países y hasta fue coronado como tercer mejor jugador del Mundial de Clubes, sólo por detrás de dos desconocidos, Wayne Rooney y Cristian Ronaldo.
Manso debutó en Primera en Newell's Old Boys de Rosario, equipo del cual es hincha confeso, en el año 1995, con tan sólo 16. Después de buenos años en la Lepra se fue al Bastía de Francia y luego volvió a la Argentina para jugar en Independiente, donde no estuvo ni cerca de poder concretar la temporada que soñó: "Fue mi peor paso como jugador de todos los lugares donde estuve. Tenía mucha expectativa y justo nació mi hijo con un problema en el estómago, estaba internado muy seguido y yo me la pasaba viajando. No me daba el cuerpo para responder".
Otra vez eligió Europa como destino, en el Xanthi de Grecia, que sería la previa al club en el que consiguió sus logros más importantes. En 2007 llegó a la Liga de Quito, aunque su arranque no fue bueno, era suplente y los dirigentes querían desvincularlo. Pero hubo una persona que lo marcó y cambió la historia: "El técnico, Edgardo Bauza, jugó un papel fundamental porque pidió que me dejaran hacer la pretemporada y que después viéramos lo que pasaba. Por suerte salió todo bien, me supo llevar". Y a tono de broma, agregó: "Dejamos de lado de dónde venía cada uno (Rosario Central y Newell's)".
"Fue muy inesperado todo lo que pasó en la Liga. Ganar torneo, Copa Libertadores, salir subcampeón del Mundial de Clubes y perdiendo sólo 1-0 hasta con chances de empatarlo (frente al Manchester United), cuando todos decían que nos iban a golear…encima me eligieron como uno de los mejores jugadores de ese campeonato. Fue un año muy bueno y muy completo", relata el Piojo. Y claro, no es para menos. El rosarino tiene una foto envidiable, y no porque la haya pedido ni algo parecido. De hecho, su anécdota sobre el momento de la premiación lo demuestra: "Mis amigos me preguntan siempre qué se sintió estar ahí al lado de esos dos monstruos como Cristiano Ronaldo y Rooney, recibir el premio. Yo te soy sincero, en ese momento lo único que quería era irme a mi casa. Quizás porque veníamos acostumbrados a ganarles a todos, no sé. Tenía mucha bronca, quería estar en Rosario con mi mujer y mis hijos".
Chacarita es un antes y un después en su vida. Está a la vista y él lo sabe, lo reconoce. Llegó a la institución luego de un último paso malo por Newell's, donde había vuelto con la idea de retirarse allí, jugando, pero no lo tuvieron en consideración. Pasó casi tres meses sin tocar una pelota, parecía que su final futbolístico había llegado de esa manera, pero finalmente aceptó la propuesta de ir a disputar el ascenso argentino por primera vez en su carrera: "Me vino buscar Héctor 'Tore' López (ex presidente del Funebrero) y le pedí que me dejara pensarlo una semana con mi familia. Decidimos que sí y decidimos bien, porque hasta el día de hoy la gente se acuerda de todo lo que vivimos y lo que pasó".
¿Sos consciente de que te convertiste en el máximo ídolo de algunos hinchas?
–Me sorprendió mucho lo que le generé al hincha de Chaca porque sabemos de la rivalidad que tiene con Newell's, por su buena relación con Central, y dudaba en cómo me iban a recibir, pero la verdad es que la gente siempre me trató muy bien desde que llegué y hasta el final. Es al día de hoy que voy a la cancha y me siguen brindando su cariño. Lograr un ascenso fue algo muy lindo e inesperado. El gol que más grité en mi carrera sin dudas es el del ascenso con Chaca. Hicimos un esfuerzo gigante, no había hecho ninguno en todo el torneo y lo hice de cabeza (triunfo 1-0 frente a Villa Dálmine). Encima yo era el encargado de patear todos los corners. Se tenía que dar".
Para entender el sentimiento que le generó su paso por el club, el Piojo lo explica: "La pasé tan bien que hoy está a la par de Newell's. Me trataron bárbaro, ganamos cosas, me quedaron muchos amigos. Le agarré un gran cariño. Miro todo lo que pasa, cómo sale en cada partido, trato de ir a la cancha, y si no pude verlo, apenas termino agarro el celular y me fijo cómo salió, la formación, todo".
Incluso en las últimas horas se ofreció a regresar a la institución para terminar su carrera como jugador: "Depende de la Comisión Directiva y el Cuerpo Técnico. Mi deseo es volver, jugar estos seis meses en Chacarita y retirarme ahí. Sería muy lindo".
Si hay algo que Manso no hizo a lo largo de su trayectoria es hablar con los medios. Son pocas las entrevistas que dio y quizás eso lo llevó a ser un jugador "con poca prensa" de la cancha hacia afuera. ¿Podría haber tenido más chances en la selección argentina? "No es una cuenta pendiente. Estuve en las juveniles con Néstor Pekerman, y cuando (Marcelo) Bielsa me convocó me moría de ganas por entrar aunque sea un segundo. La pasé muy bien, estuve con grandes jugadores y personas. Me hicieron sentir uno más. Con Bielsa aprendí muchísimo, vi el fútbol de otra manera. Todo lo nuevo que uno ve ahora de salir jugando, presionar con tres arriba, lo vivimos en el 2001 con él. Imaginate lo adelantado que era ese hombre".
Vistió la camiseta de 12 equipos (Newell's, Bastía, Independiente, Xathi, Liga de Quito, Pachuca, Jaguares, Morelia, Al-Nassr, Deportivo Cuenca, Chacarita y J.J. Urquiza), entre los que pasó por seis países, pero cada vez que no jugó en su ciudad viajó sólo: "La familia siempre se quedó en Rosario mientras yo jugaba en otro lado. Con el futbolista no sabés si va a estar toda la vida en un mismo equipo o va a cambiar cada dos o tres meses, así que decidimos que se queden siempre y los chicos estudien acá en Argentina. En lo personal se me hizo complicado, pero era en beneficio de ellos para no hacerles un quilombo en la cabeza yendo de país en país".
En su actual equipo se da una particularidad que pocas veces sucede: es más grande que el entrenador, Daniel Sagman (le lleva 15 días). El 10 asegura que no es ningún problema, aunque a veces da alguna indicación como si lo fuera: "Sabe llevar al equipo, es buen técnico. Yo sigo en mi rol de jugador, pero es cierto que por ahí me sale querer ayudar para marcarles algo a mis compañeros. Quizás inconscientemente uno se mete de más, pero trato de ubicarme".
¿Hay algún DT que te haya marcado?
En la forma, en la visión y en la claridad que tenía y en el tacto con los jugadores, me quedo con Edgardo Bauza. Sabía lo que le gustaba a cada jugador que tenía y le daba esa libertad, pero vos sabías que no le podías fallar. Entonces nos matábamos por él. Era un compromiso. Cuando se podía, él me daba libre para venirme a la Argentina desde Ecuador a ver a mi familia. En la Libertadores nos tocaron Arsenal, Estudiantes y San Lorenzo. Y los cuatro días que veníamos me dejaba ir a dormir con mi mujer y mis dos hijos. Adentro de la cancha yo me mataba por él
Bauza es bastante apegado a las cábalas. Y Manso fue una de ellas en la Liga, durante la Copa Libertadores que terminaron obteniendo. Todos los partidos, estuviera ganando, empatando o perdiendo, en fase de grupos o eliminatoria, el Patón lo sacaba faltando 15 minutos. Y mal no le fue.
"Volví a jugar (estuvo seis meses parado después de Chacarita) porque tenía ganas de seguir jugando, esa es la realidad. Dentro mío sentía que todavía podía dar un poquito más. Vinieron varios equipos a buscarme pero el que más me sedujo fue J.J. porque aparte tenía amigos que habían arreglado. Es un club lindo, logramos el ascenso histórico a la B Metropolitana, y ahora la estamos peleando", explica sobre su presente.
Cuando deje la actividad, el Piojo se inclinaría por ser director técnico, aunque todavía no empezó el curso. ¿Si le quedan anhelos por cumplir en el fútbol? "Sueño con dirigir a Chacarita y a Newell's. Pero me quiero preparar bien, hacer las cagadas en otro club, como todo principiante, así cuando agarro cualquiera de los dos equipos estoy bien formado. Puedo llegar a ser un buen entrenador".