Valiente y atrevido (el tiempo dirá si temerario), Gustavo Alfaro dio sus primeros pasos como técnico de Boca poniéndole el pecho a todas las balas. Se autoimpuso ganar la Copa Libertadores incluso antes de que le hicieran la pregunta, le marcó expectativas y límites a Carlos Tevez y le leyó a los periodistas el artículo 88 de la Ley de Contratos de Trabajo para desactivar una de las peores acusaciones que se pueden recibir en el mundo del fútbol, la de traidor.
Fueron 40 minutos de conferencia de prensa que podrían haber sido el doble, porque el nuevo técnico tenía mucho que decir. Y muchas ganas de decirlo. No hubo tiempo, por ejemplo, para que nadie preguntara por lo que significa hoy River para Boca tras un año que cualquier xeneize quiere olvidar, porque la derrota en la final de la Libertadores ante el eterno rival fue un anticipo de la era Alfaro: era a todo o nada, y fue nada.
Con nada (injusto: ganó los dos últimos campeonatos locales) se fue Guillermo Barros Schelotto a Estados Unidos, y con nada empieza Alfaro. Al club que preside Daniel Angelici ya no le alcanza con los títulos locales, tiene sed de éxitos internacionales. Y eso es lo que le piden al ex técnico de Huracán, que hoy volvió a demostrar que no le falta atrevimiento.
"Boca no tiene purgatorio, es cielo o infierno, Es ganar, salir campeón, esa es la meta". Sin que nadie lo planteara en esos términos, Alfaro se exigió de inmediato al máximo. Tiene una ventaja, la de sentirse en los años finales de su carrera, pleno de experiencia, lo que le hace las cosas más fáciles: o lo intenta ahora o ya no podrá intentarlo nunca. En ese sentido, lo suyo es especial, porque el mayor fracaso de Alfaro no sería el fracaso mismo, sino darle la espalda a la aventura de Boca. Con el "sí" a Nicolas Burdisso ya comenzó ganando. Es por eso que hoy dedicó bastante más tiempo a defender su decisión de dejar Huracán que a hablar del futuro del equipo.
Se le preguntó si traicionó a Huracán, y se le preguntó, también, si Boca no debe temer por el interés del Real Madrid o el Manchester City. Alfaro ignoró la chicana, pero se metió de lleno en el tema blandiendo un imaginario cartel que diría más o menos así: a ver quién se atreve a decirme que soy un traidor.
"La decisión fue muy controvertida, muy difícil. La medité mucho, la consulté con muchas personas de más experiencia que yo. Con jugadores del plantel de Huracán, con el presidente de Huracán… No hubo uno que me dijera que no la tomara". Y añadió: "Yo le ofrecí al presidente Nadur declinar la oferta de Boca. Me dijo que no podía cortarme la posibilidad".
Claramente movilizado por el tema, Alfaro demostró que estaba preparado para contestar preguntas sobre el asunto, no en vano les leyó a todos los periodistas el artículo 88 de la Ley de Contratos de Trabajo de la primera a la última palabra. Y concluyó: "Yo me atuve a derecho. No me moví un milímetro de lo que decía la ley".
Antes, en un pasaje en el que el foco no estuvo en el pasado, sino en el futuro, el nuevo director técnico de Boca envió un mensaje mixto al más carismático y complejo de sus jugadores, Carlos Tevez. Y lo hizo con astucia, porque combinó caricias al ego con algunos golpecitos.
¿Caricias? Vean: "Carlos es el jugador emblemático por naturaleza que tiene este plantel, tenemos que apoyarnos en Carlos. A Boca no vino a terminar su carrera, vino a buscar la gloria".
¿Golpecitos? Tambien: "(Carlos Tevez) tiene que ser un jugador que nos sume desde todo lugar. Obviamente le vamos a exigir, como a todos. Entiendo que Carlos está buscando la gloria, nos tiene que dar una mano. Es esencial y fundamental".
Conseguir la mejor versión posible del Tevez actual sería un logro de un Alfaro por momentos ácido ("ojalá Argentina fuera un país con más gente exitosa que exitista, nos iría mejor"), pero al que nadie podrá acusar de haberse escondido ante el desafío: "La vida es la suma de todas nuestras decisiones, y esta es la mía".
Y por si no hubiera quedado claro: "Si algo le falta a mi carrera es ganar una Copa Libertadores".
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