Recién habían salido de la adolescencia cuando se vieron seducidos por una vida al margen de la ley. Había un caldo de cultivo importante, claro, ya que habían crecido tomando como modelos a los capos del barrio y de la barra. Gente que no tenía trabajo fijo pero se ufanaba de su destino, con el último modelo de zapatillas en sus pies o el celular de última generación que no se podía justificar con ingresos genuinos.
Así, de a poco, imitando a sus predecesores, seis años atrás se fue formando La banda del Viejo Tom, el grupo de delincuentes y barrabravas de Platense que este miércoles puso en vilo una vez más la seguridad de la Ciudad. A punto tal que este grupo, que se asentó en el Barrio Mitre y desde allí tomó las riendas del norte de la Capital, consiguió que la Policía perdiera el control absoluto de la zona, tal como quedó reflejado en las declaraciones del ex comisario de la jurisdicción en una causa que lleva adelante el fiscal José María Campagnoli y tal como se vio este miércoles por la tarde, cuando cuatro oficiales ingresaron a detener a un prófugo del grupo delictivo y debieron retroceder ante la furia de parte de un barrio que vio crecer a sus "pollos".
Recién después, cuando la zona se militarizó, fue detenido Nicolás González, el prófugo en cuestión, y el arma que le habían robado a uno de los policías fue rescatada. Y cierta paz, tensa paz, volvió a una zona que está, todo el tiempo, a punto de estallar.
El Viejo Tom es, en realidad, un joven: se llama Alejandro Acosta, tiene 27 años, y cayó preso el 7 de diciembre pasado, después de estar prófugo de la Justicia más de ocho meses. Se sabía que se escondía en la Villa Santa Rita, en Boulogne, tierra donde también el Estado perdió la batalla por la seguridad. Y que volvía regularmente a Saavedra. Pero atento a lo que podía suceder, nadie quería adentrarse en el Barrio Mitre a buscarlo cada vez que regresaba. Así, aquel día y gracias a un informante, le hicieron un operativo cerrojo cuando salió del barrio y lo acorralaron a la altura del shopping Dot.
Después de una persecución, fue atrapado en la Panamericana tras chocar a dos autos en su huida. El Viejo Tom era el líder de un grupo que se metió de lleno en el mundo del delito casi siete años atrás. Emulando a sus predecesores en la barra y en el barrio, comenzaron haciendo raterismo y robos pirañas en la zona de Cabildo y Villa Urquiza, cerca de Triunvirato y Monroe. De a poco se fueron perfeccionando.
Por entonces, el barrio estaba dominado por dos grupos: uno que se referenciaba en Tío Rico y Julito a la cabeza, que lideraron la barra de Platense hasta 2008, y quienes los sucedieron en la tribuna con Andrés el Raba Torres y su hermano Fatiga, al frente, que habían sido miembros fundadores de la ONG barra Hinchadas Unidas Argentinas, donde terminaron de codearse con los punteros políticos del Gobierno y del PJ disidente.
De ellos, el Viejo Tom y sus secuaces aprendieron táctica y estrategia. Y de a poco, empezaron a tallar más fuerte en el barrio. Primero pasando a una faz delictiva más importante, con robos a comercios de la zona como perfumerías y farmacias. Después, cuando lideraron una revuelta contra el shopping Dot tras una inundación en 2013, ya que el complejo vaciaba el agua en la zona. Y al final, metiéndose cada vez más adentro en el club. Para 2016, eran los reyes del Barrio Mitre.
Acosta era el líder, pero debajo de él estaban Kevin Torres, que se hacía ver con camionetas 4 x4 último modelo, Joel Sacco, alias el Gordo, Brandon Lorenzo, el más picante de los hermanos Lorenzo, Valentín Chávez y Nicolás González.
Al mismo tiempo que crecía su poder, empezaron a crecer delitos más importantes que la Justicia cree que eran protagonizados por miembros de esta banda.
Así, hubo golpes comando a tiendas de Frávega, Musimundo, Garbarino y hasta el iPoint de Unicenter Shopping, todos por montos multimillonarios. Y una ampliación también hacia el narcotráfico a partir de una relación non sancta con punteros de la Villa 1-11-14, y específicamente con Luis Rosales, que hoy purga una pena de prisión por narco.
De ese asentamiento del Bajo Flores se llevaban la cocaína para fraccionar y vender en los barrios de Saavedra, Coghlan, Villa Urquiza, Villa Pueyrredón y Devoto.
La plata fluía y la impunidad también. Y cada golpe se festejaba con un raíd por locales bailables de Morón y Haedo donde corría el alcohol y otras sustancias.
Esa espiral ascendente los llevó a cometer dos errores. El primero, en marzo de este año, hacerse visibles en el mundo del fútbol: con el dominio de la popular intentaron también hacerse con todos los negocios del club y entraron en una asamblea armados a pedir la concesión de los distintos puestos que había en Platense. Fue un escándalo. Un mes después, cegados por su ambición, pergeñaron el secuestro de la hija de Rosales a quien le exigieron dos millones de pesos y dos kilos de cocaína para liberarla. La entrega, por una cifra menor, se hizo en la Villa Santa Rita y tras seis horas de cautiverio, la chica fue liberada. Pero Rosales, contra lo que se pensaba, denunció. Y el tema desató una guerra porque un grupo del Bajo Flores fue por venganza al Mitre y todo terminó con tres muertos.
La Justicia, que ya les venía pisando los talones, decidió intervenir. Y la banda del Viejo Tom se desarticuló con sus principales hombres profugándose.
Pero el fútbol pudo más que la libertad. Mientras desafiaban a la Policía a encontrarlos, Platense coronaba una campaña que lo iba a depositar en la B Nacional. Y en el partido previo al ascenso del Calamar, el Gordo Joel y los hermanos Lorenzo fueron a buscar su parte al club. Y quedaron presos. Al día de hoy Joel Sacco y Brandon Lorenzo están procesados aunque esperan el juicio en libertad.
El siguiente en caer fue Valentín Chávez, aún detenido. Y tiempo después le tocó a Kevin Torres junto a un compadre, Christoper Miranda Insaurralde.
Sólo quedaban dos: el Viejo Tom y Nicolás González. El líder terminó su raíd 20 días atrás, cuando fue a visitar familiares al barrio Mitre. Algo parecido le pasó a González: cuando los policías lo vieron e intentaron detenerlo, muchos vecinos lo defendieron, lo rescataron y hasta le robaron un revólver a un oficial. Pero cuando el Estado decidió ingresar en serio, lo recapturó y terminó con toda la banda en prisión.
Ahora viene el desafío de que no ocurra lo que pasó años atrás: que un grupo de adolescentes que se forjaron viendo la vida del Viejo Tom tomen su lugar y sigan aterrorizando a buena parte de la Capital.
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