Como si se tratara de la Liga de la Justicia, aquel dibujo animado que surgió en los comics y luego se trasladó a la TV con las aventuras de Superman, Aquaman, Batman, Flash y Linterna Verde, entre otros, en la Argentina se formó una especie de Liga Solidaria conformada con los mejores deportistas del país.
"Ayudar a otros se ha transformado para mí en algo tan importante como ganar torneos". Braian Toledo sufrió muchas carencias de chico y esa historia la tiene a flor de piel. Por eso su testimonio es el ideal para resumir lo que sienten los integrantes de la Huella Weber, el programa social que nació hace ocho años y hoy cuenta con 13 embajadores.
Ellos eligen un sitio para refaccionar y Weber Saint Gobain se encarga del resto para mejorar la infraestructura de lugares necesitados, como comedores, merenderos, clubes y escuelas. Una iniciativa que no sólo se hace durante los días navideños, ya que su compromiso es durante todo el año.
"Poder ayudar cierra el círculo, hace que mis cuatro títulos mundiales tengan un significado mucho mayor". Pilar Geijo, una de las mejores nadadoras de aguas abiertas del planeta, nunca creyó lo que le iba a dar la empresa cuando se acercó hace 8 años. Ni lo que le iba a pedir. "Sólo pretendemos que se comprometan con el proyecto social que eligen y a cambio les damos las herramientas para colaborar. Este programa nació para dejar justamente eso, una huella en la comunidad, con la idea de devolver a través de nuestros ídolos olímpicos", cuenta Mariano Bo, Director General de WSG.
Al principio fueron 54 embajadores, cubriendo casi todos los deportes más importantes del país, pero con los años quedaron los mayores referentes y los que mejor entendieron el desafío. En 2018, además de Geijo, la Liga Solidaria la conformaron Paula Pareto (judo), Delfina Merino (hóckey sobre césped), Federico Molinari (gimnasia), Braian Toledo (jabalina), Jennifer Dalhgren (lanzamiento de martillo), Sebastián Crismanich (ex taekwondista), Germán Chiaraviglio (salto con garrocha), Yésica Bopp (boxeo), Ana Gallay (beach vóley), Sebastián Armenault (ultramaratones), Delfina Pignatiello y Federico Grabich (natación). Ídolos comprometidos y unidos que formaron un equipo que potenció el proyecto de responsabilidad social.
"Este programa me enseñó a ser cada día una mejor persona", asegura Chiaraviglio, alguien que pasó de ser un talento precoz (campeón mundial menor) hasta tocar fondo (2008 a 2014) antes de resurgir al llegar a las finales del Mundial 2015 y los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Delfina Merino, en tanto, viene de ser elegida la mejor jugadora de hockey del mundo, además de ser la capitana y nueva líder de Las Leonas. Pero ella, más allá del éxito deportivo, sabía que algo le faltaba. "Hace rato venía pensando cómo poder ayudar a la gente y no se me ocurría. Hasta que apareció esta oportunidad única", admite. Y fue muy extraño cómo se encontró con el Hogar Las Trincheras, un merendero en Icaño (Santiago del Estero) que alimenta a 180 chicos. "Mi papá fue a cortarse el pelo y el peluquero le contó que estaba juntando ropa para ayudar a un merendero carenciado en el Interior de Santiago. Tu lugar a ayudar tiene que ser ése, me dijo papá cuando le conté de mi idea. Me emocioné mucho, porque el destino me lo había puesto ahí… Hoy el lugar tiene apenas una tabla de madera bajo un árbol y mucha gente depende del comedor. Queremos mejorar esas condiciones", cuenta. Delfina viajó hasta allí para conocerlo y dar el puntapié para la construcción de un hogar que incluirá educación agrícola, médica, sanitaria y de oficios.
Jenny Dahlgren, participante de cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos, es otra deportista que se sale del molde y derrocha madurez. Multifacética, escribió libros de cuentos infantiles buscando transmitir mensajes, da charlas sobre bullying (de lo que fue víctima en su adolescencia) y es protagonista de un proyecto solidario con la Granja Andar en Moreno, donde capacitan a chicos discapacitados para que puedan insertarse en el mercado laboral. "El día que fuimos a inaugurar la casa fue todo muy fuerte, triste y emocionante a la vez. José y Cecilia pasaron momentos muy difíciles, pero al menos nosotros pudimos ayudarlos con una vivienda digna y segura. Cosas así me generan una sensación de felicidad inexplicable, es un mimo al alma que suma más que cualquier logro deportivo", relata emocionada.
Ana Gallay es una guerrera del deporte y la vida. Con una historia de sacrificios en su Nogoyá natal para poder dedicarse al beach vóley, ya de grande logró popularizar su deporte con grandes resultados, primero con Virginia Zonta (llegó a los Juegos de Londres en 2012) y luego con Georgina con Klug (oro panamericano en 2015 y presencia en Río 2016). "Visité el merendero y me fui muy emocionada. Ver a chicos con tan pocos recursos poder estar en un lugar agradable y que se sientan bien te da mucha satisfacción", cuenta.
Sebastián Crismanich emocionó al país en los Juegos de Londres. Por aquel inolvidable oro olímpico, pero también por su determinación, valentía y carisma. Hoy, retirado desde 2016, se reinventa en otras funciones. Y no deja de hacer lo que siente: ayudar. "Me recordó todo lo que viví de chico. Con 8 años le dije a mi mamá que quería ser campeón olímpico y ella me respondió que si trabajaba duro, todo era posible. Con el paso del tiempo me di cuenta lo difícil que era mi sueño, pero ya no podía volver atrás… Acá pasa lo mismo, cuando la gente levantó la primera columna se debe haber dado cuenta que lo que quedaba era mucho más de lo que pensaba, pero el objetivo es tan grande que ya nadie se iba a detener… Y yo no me voy a detener a ayudarlos a completar el sueño para que muchos chicos de estas zonas olvidadas no tengar que ir a atenderse al Garraham de Buenos Aires", relata.
Federico Molinari hizo historia en gimnasia. También la popularizó. Con su arribo a la final de anillas en Londres y luego con presencias en obras de teatro y programas de. Hoy, en la recta final de su carrera, es coach de la nueva promesa, Julián Jato, y tiene academias de enseñanza. El rosarino de 34 años eligió la Fundación Manos en Acción, una ONG que trabaja desde el 2010 para ayudar en la inclusión social y el desarrollo. "Allí muchos chicos almuerzan, estudian y hacen deportes. Es un gran placer aportar un granito de arena para mejorar la infraestructura del merendero y, lo más importante, mejorar la vida de la gente", asegura.
Federico Grabich, el mejor nadador argentino, con medallas en mundiales y Panamericanos, se enfocó en sus raíces y eligió el colegio (Michelangelo Buonarroti) donde asistió en Santa Fe. "Siempre pensé cómo hacer para devolverle a la gente que tanto me ayudó y apoyó. Y no sabía hasta que apareció la Huella", explica. Allí se levantó una medianera de 40 metros y se realizó un mural hermoso en el que colaboraron alumnos y madres del colegio. "Fue muy especial", reconoce.
De los 13, el único distinto es Sebastián Armenault, que está lejos de ser un atleta de élite. Tiene 51 años y conoció el running de grande. A los pocos años, pese a entrenarse como un amateur, se encontró corriendo ultramaratones (de 150 a 350 kilómetros) en los lugares más increíbles y peligrosos, desde el Desierto de Sahara hasta una mina 850 metros bajo tierra, pasando por el Amazonas o el Polo Sur. Seba renunció a su trabajo de director comercial de una empresa y se dedicó a construir el proyecto (SA18) con el que hace donaciones por cada kilómetro que recorre. "Decidí dar vuelta mi vida por un sueño. Mi objetivo no es ganar la carrera. De hecho, casi siempre salgo entre los últimos puestos. Parece raro en esta sociedad exitista, en la que sólo importan las medallas y los trofeos. Pero mi triunfo es superarme y ayudar. Lo importante es sumar donaciones, así me siento campeón del mundo", explica. "Que te ayuden a ayudar es un sueño y más cuando no sos un deportista consagrado y tu idea es trascender por el mensaje y no por el resultado", elogia el más experimentado de los protagonistas de la Liga Solidaria, el grupo de deportistas que deja una huella más profunda que sus hazañas deportivas.
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