Esa sonrisa indeleble de Marcelo Gallardo, mirando hacia las tribunas, hacia los fuegos artificiales que iluminaban el cielo de Núñez, se reprodujo por miles, y no sólo en las caretas. La emoción, el hechizo del Muñeco, quedó calcada en el rostro de cada uno de los hinchas, después de la "final más soñada del mundo", la que "va a quedar eterna en nuestros corazones", al decir del propio entrenador.
Tras lograr el tercer puesto en el Mundial de Clubes, el plantel de River regresó a la Argentina y, tras aterrizar en Ezeiza, tuvo su fiesta en el estadio Monumental, junto a sus hinchas, los que pudieron viajar a Madrid y los que no, para celebrar la obtención de la Copa Libertadores de América, ganada el pasado 9 de diciembre en aquella final disputada ante Boca Juniors en el Santiago Bernabéu.
Con alfombra roja, con lluvia de ovaciones, con vuelta olímpica a bordo del micro descapotable por la pista de atletismo de un Monumental repleto. Y, lógico, con cargadas al clásico adversario, víctima en la definición que había quedado trunca el 24 de noviembre. Una comunión rojiblanca, la coronación perfecta para un título que para River tuvo todos los condimentos.
"Gracias, por esta alegría, por ganarle a Boca, y salir campeón", fue la canción que acompañó al plantel en la medida que fue recorriendo la alfombra roja dispuesta dentro del campo de juego. Uno a uno, los futbolistas se fueron bañando en emoción. El primero en asomar por el túnel fue Nahuel Gallardo, el hijo del gran ídolo, que en la anterior conquista, en 2015 estaba en Inferiores, y hoy se dio el gusto de disfrutar la fiesta como un integrante más del plantel. Junto a él salieron varias promesas de la cantera. Luego, aparecieron el paraguayo Moreira, Lucas Martínez Quarta y Milton Casco, quien se ganó una de las primeras grandes ovaciones de la noche.
Los ausentes, Rafael Santos Borré, Franco Armani y Juanfer Quintero, quienes viajaron directamente a Colombia, también fueron nombrados para que estallara el estadio con su sólo mención. A la distancia, habrán vibrado con la enorme celebración.
Una enorme explosión brotó con el ingreso de Gonzalo Martínez. Desde todos los sectores del estadio atronó el hit ya transformado en clásico, "el Pity Martínez, qué loco que está", y sus propios compañeros se sumaron al coro. Una despedida inolvidable para el mediocampista ofensivo, que parte hacia el Atlanta United de la MLS con una música inolvidable en sus oídos.
Luego llegó Ponzio, otra de las grandes ovaciones presupuestadas. El "Olé, olé, olé, Leooo, Leooo" se le filtró bajo la piel al guerrero. Y el clímax sucedió a las 20.44. "El hombre que le dio identidad, que dejó una huella y va por más", lo presentó el conductor Sergio Goycochea. Y Marcelo Gallardo ingresó con el trofeo para que las gargantas se unieran en una sola voz con el "Muñeeeco, Muñeeeco".
Posteriormente, Ponzio, Maidana y el propio Gallardo alzaron la Copa como si la final se hubiera disputado en el Monumental aquel fatídica jornada del sábado 24 de noviembre. El "dale campeón" sonó en el hogar del campeón, ya no a miles de kilómetros de distancia, en Madrid, o en Emiratos Árabes, donde se trasladó por la escala del Mundial de Clubes.
"Gracias por haber esperado, le devolvimos la Copa a casa", dijo Ponzio. "Esto no tiene precio, va a quedar en la historia", agregó Pity Martínez, mientras el "un minuto de silencio" interrumpió su conmovedora alocución.
"Gracias por estar acá. Gracias por sostenernos, por aguantarnos, por alentarnos, por el amor recibido todos estos años. Es una gran emoción sentir lo que siento yo en este momento, es una gran emoción compartir con este equipo de jugadores, grandísimos jugadores y personas. Agradecer a todo mi cuerpo técnico y auxiliares, a todos los que trabajan día y noche para poder ser mejor; a la dirigencia por haber confiado en mí, a su presidente, Rodolfo D'Onofrio, a Enzo Francescoli, por haber confiado en mí", fue el inicio del discurso de Gallardo, el único que logró captar la atención plena de todo el Monumental
"Hace tres años, cuando ganamos la Libertadores 2015, fue un sueño hecho realidad, y me acuerdo de las palabras cuando me dieron la oportunidad de expresarme y les dije de corazón a los hinchas, que íbamos por más, ¿se acuerdan? No solamente fuimos por más, sino que ganamos la final más soñada del mundo. Y va a quedar eterna, para siempre, en nuestros corazones, ¡gracias!", encendió la mecha de la explosión.
Los fuegos artificiales acompañaron la vuelta olímpica, en el micro descapotable especialmente acondicionado para la ocasión. "River campeón, el más g4ande de la historia", rezaba el ploteo.
También hubo lugar para la recreación del 3-1 de Gonzalo Martínez a Boca, el de la corrida solitaria, ya sin la resistencia de Esteban Andrada. Goycochea efectuó el rechazo que disparó la carrera por el carril iluminado, aunque hay que decir que no resultó fidedigna: una horda de niños acompañó al Pity en el sprint, y uno de ellos le "robó" la pelota y definió. De todos modos, el ex Huracán se acercó a la red y lo gritó, junto a su hija, junto a la preciada Libertadores.
Desde muy temprano, mucho antes de las 15.30, horario designado para la apertura de puertas (que se terminó dando casi media hora después), los fanáticos se fueron reuniendo cerca del estadio para poder acceder a su lugar en las tribunas. La demora generó algunos empujones y corridas, pero enseguida se impuso el clima festivo.
El cotillón fue una de las vedettes de la jornada: las caretas de Pity Martínez y Marcelo Gallardo, resultaron la carta ganadora de los vendedores ambulantes, que las comerciaron a 50 pesos cada una. También hubo caretas de Darío Benedetto, con la "burla" en el gol a Gonzalo Montiel en el 1-0 parcial de la Superfinal, que luego se transformó en meme. En los alrededores, los carteles publicitarios amanecieron con afiches con la banda roja cruzada y la silueta de la Copa Libertadores en el centro.
La Policía de Seguridad Aeroportuaria había recomendado a los simpatizantes no concurrir a Ezeiza, a recibir al plante, por el dispositivo de seguridad implementado para que la comitiva descendiera directamente por pista para luego salir de la aeroestación rápidamente rumbo al lugar designado para su recibimiento.
Sin embargo, cientos de simpatizantes se agolparon en los costados de la Autopistas Ricchieri y Dellepiane para efectuar la tradicional caravana y así acompañar al micro que traslada al plantel hasta el Monumental. En consecuencia, el ómnibus se trasladó a pase de hombre, mientras la delegación cantó en consonancia con los fanáticos.
El cierre de la jornada fue con más fuegos artificiales. Y un revival de la vuelta olímpica, esta vez no motorizada, a pie, para que los futbolistas se llevaran la última oleada de agradecimiento a las vacaciones. La mejor motivación para un 2019 difícil de repetir para River; pero con Gallardo en el banco de suplentes y un plantel curtido en desafíos, siempre posible