La Superfinal y su contexto los enfrentaron. "Mañana, cuando River tenga que ir a la cancha de Boca, ¿cómo hacés para entrar, Gallardo? ¿Cómo hacen para entrar los jugadores de River? ¿Por qué siguen insistiendo con lo del gas pimienta, si con el gas pimienta Boca cerró el culo y fueron campeones ellos? Que no me jodan, porque sino, así, queda como un héroe para los hinchas de River, pero para los que queremos el fútbol es vía libre", explotó Diego Maradona cuando se confirmó que, tras los incidentes del 24 de noviembre en el Monumental, la definición de la Copa Libertadores se mudaba a Madrid, y el reclamo del Xeneize de quedarse con el premio en el escritorio, al que el Diez adhería, quedó desestimado.
Pero hubo un tiempo en el que la sintonía del talento los unió, al punto que, en uno de los días más dolorosos del Muñeco como futbolista, sólo la voz de Maradona logró consolarlo. Está narrado en el libro Gallardo Monumental, de Diego Borinsky. El hecho que los vinculó sucedió el 30 de junio de 1995, en la inauguración del estadio Centenario de Quilmes.
La selección argentina era dirigida por Daniel Passarella; se enfrentaba ante Australia en un amistoso que ganó 2-0, con goles de Abel Balbo y Gabriel Omar Batistuta. Gallardo había sido una pieza importante en la obtención de la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 y el combinado juvenil había sido conducido por el propio Kaiser, que usó la oportunidad en La Feliz como plataforma de pruebas de muchas promesas. Además, era su "pollo", lo había promovido en River, y decidió incluirlo en aquel encuentro.
Cristante; Zanetti, Ayala, Cáceres y Chamot; Simeone, Astrada y Gallardo (lo reemplazó Ortega); Balbo, Batistuta y Berti, fue la alineación dispuesta por Passarella. La Selección transitaba el proceso post Maradona, luego del Mundial de 1994 en el que el público se había entusiasmado con el equipo que, con Diego en gran forma, había ganado los dos primeros partidos. Pero luego llegó el doping, la frase "me cortaron las piernas" que ganó la eternidad, y se abrió el proceso de recambio de la casaca N°10, que cayó sobre los hombros del joven Muñequito, tal como fue el apodo original pergeñado por Hernán Díaz.
En el partido, Gallardo se hizo cargo de un penal, que ejecutó por encima del travesaño. Y recibió el castigo de parte de los presentes, que a partir de allí lo silbó en cada intervención; una protesta más ligada a la ausencia de Maradona que a la presencia del hoy técnico de River, o a su error.
"Esa noche lloré de impotencia, era el primer cimbronazo que sufría en el fútbol. Nunca me había pasado que la gente me silbara cuando tocaba la pelota, fue muy duro, me bajoneó y me costó asimilarlo. De hecho, a la semana arrancó la Copa América en Uruguay y entré a jugar nervioso contra Bolivia, con un peso que nunca había sentido en mi carrera", reconoció en el libro de donde surge la anécdota.
Hasta que una voz en el teléfono se tomó el trabajo de quitarle el yunque sobre los hombros. "Muñeco, dale para adelante, no pasa nada. No importan los silbidos, erran los penales los que tienen personalidad y los patean, estoy con vos", le dijo un Maradona que le habló de fantasista a fantasista. "Gracias, Diego", le respondió el enlace surgido del Millonario.
"Diego era mi ídolo, imaginate que el Mundial 86 yo lo viví con 10 años, en plenitud. Lo que le pasó en el Mundial 94 lo sufrí tremendamente, la pasé muy mal el día que me enteré que se quedaba afuera del Mundial. Estaba indignado, siendo ya profesional y jugando en River, eh. Aparte siempre fui muy hincha de la Selección y me ponía mal si perdía, así que fue muy lindo recibir su llamada de apoyo", concluyó Gallardo.
En la demorada final de la Copa Libertadores, los intereses se chocan. Maradona quiere que gane su Boca. Gallardo trabaja para que se consagre su River. Lógicamente, hoy saltan las chispas. Pero el talento supo edificar puentes cuando vibraron bajo el manto celeste y blanco de la Selección.
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