Seis días atrás, ya de madrugada, cuando el fallo de Conmebol era inapelable y el partido se trasladaba a España, los capos de La Doce se juntaron en un bar de una estación de servicio sobre la avenida Escalada. Los 12 hombres que manejan La 12 tienen impedimento judicial para ingresar a los estadios y además, cada vez que Boca juega fuera del país deben pedir autorización para viajar, ya que están procesados por encubrir un secuestro extorsivo. Ahí analizaron todas las opciones. Hubo llamados a dos de sus abogados: José Monteleone y Rodrigo González, quienes pidieron un tiempo para tantear la situación. El fin de semana fue álgido. Por un lado, desde la Comisión Directiva del club les pidieron que no echaran más leña al fuego. Total, el negocio sigue viento en popa, como lo demostró la primera final de la Libertadores jugada en La Bombonera donde entre reventa, trapitos, merchandising y venta de comida y bebidas al paso la barra hizo, según la primera estimación de la Justicia, no menos de ocho millones de pesos. Y se quedan cortos.
Así, en un bar de la calle Miralla, el domingo hubo recomendación de parar la pelota y poner paños fríos al asunto. Un día después, la situación se complicó aún más: Maximilano Oetinger, alias Mey, fue condenado a seis años de prisión por robo en poblado y en banda y privación ilegítima de la libertad. Era el capo de la barra a quien el resto había presuntamente encubierto en la propia Bombonera para que la Policía no lo atrapara. Ahí terminó la cuestión: los dos letrados les afirmaron que desafiar a la Justicia podía traer consecuencias y todos agacharon la cabeza. Esa tarde-noche, la idea de que alguno de los líderes viajara estaba desactivada.
Pero Rafael Di Zeo no puede con su genio. Entonces, al otro día se puso al teléfono otra vez con su abogado Monteleone. Y le preguntó qué chance había de que prosperara en la Justicia el pedido de salida a Madrid para ver la final. El letrado le contestó lo lógico: no había cambiado la situación objetiva por la que se le venía otorgando el permiso cada vez que Boca viajaba afuera, por lo que seguramente era cuestión de horas que lo autorizaran. Pero ni siquiera dejó que Di Zeo aumentara la apuesta: le dijo que él no lo iba a presentar porque había un compromiso entre todas las partes de no complicar más las cosas. Parecía terminado el tema. Pero para el jefe de La Doce nunca se termina.
Ayer organizó a su tropa para manejar el banderazo de apoyo al plantel. Y recibió un trato de rockstar por parte de los hinchas que se hicieron presentes. Es la Argentina de los valores trastocados. Y sin comentarlo con nadie, sólo con su hermano Fernando, que no tiene ningún impedimento judicial, y con su íntimo amigo Sebastián Maciel, alias Skeletor, que está en la misma causa por encubrimiento, presentaron por motus proprio el pedido de salida del país a la jueza Sabrina Namer. Ésta corrió traslado rápidamente al fiscal Colombo, quién tampoco se opuso y así, en la tarde de hoy, llegó el permiso para ambos, quienes estarán viajando a Madrid el viernes, se alojarán en el hotel Splendid ubicado en la Gran Vía y regresarán el miércoles próximo.
La noticia cayó como una bomba en el seno de la barra, en la Comisión Directiva y en España. Según pudo averiguar Infobae, el compromiso roto podría traer consecuencias en la frágil paz que une a las distintas facciones que integran La Doce. Porque aún cuando Di Zeo no pueda ingresar al estadio si se le aplica la restricción de concurrencia (algo que no sucedió en agosto pasado, cuando lideró la barra en el amistoso frente a Barcelona en el Camp Nou), su presencia en los alrededores pondrá el foco de atención en la barra. El club siente que quedará expuesto, más que nada porque Boca sólo vendió por canales internos los tickets para el partido. Cómo accedió Di Zeo a uno de ellos será la pregunta que nadie querrá responder.
Y para los españoles y los 15 enviados del ministerio de Seguridad argentino es un desafío extra. Si entra, será un papelón consumado. Mientras, Di Zeo se ríe de todo y de todos. La última vez que desafió al mismo tiempo a sus colegas barras, a un gobierno y al club, terminó con una condena a cuatro años y medio de prisión. Veremos qué ocurre ahora y si arrastra a alguien o sólo se trata de un capítulo más de la impunidad que recorre la Argentina en ese mundo insólito llamado barrabravas.
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