La imbecilidad de muchos y el increíble error del operativo de Seguridad. Ambas cosas se combinaron en forma letal para provocar el mayor escándalo que se recuerde en el fútbol argentino, al mismo nivel que el famoso gas pimienta del Panadero Napolitano en la Copa de 2015. Pero más allá que la cultura del aguante no sólo está instalada dramáticamente en la sociedad sino alimentada desde varios estratos, desde políticos hasta mediáticos, no hubiese ocurrido nada si el servicio policial seguía el protocolo de actuación habitual para este tipo de encuentros. Que es muy sencillo de explicar y que hasta 2016 lo llevaba adelante la Policía Federal y desde el traspaso de la responsabilidad, es tarea de la Policía de la Ciudad.
El micro con el plantel visitante siempre llega alrededor de dos horas antes del horario del partido. Para eso, se encapsula desde la salida de su concentración, en el caso de Boca el Hotel Madero, hasta el ingreso al Monumental. Se ubican seis motos por delante, otras ocho a los costados y cuatro más detrás del vehículo. Todas llevan dos oficiales, uno que maneja y otro con armas de gases lacrimógenos, para dispersar cualquier intento de ataque. Además, van patrulleros acompañando, para tener mayor fuerza disuasiva. El micro de Boca siempre hace el mismo camino y antes de ingresar al túnel de avenida Libertador en Lacroze, avisa a la Infantería y al resto de la seguridad ubicada en la avenida que está al llegar. ¿Por qué? Simple, para que se despeje el público desde Pampa, cuando se sale del túnel. ¿Cómo se hace? Se para el ingreso de los hinchas en la vereda opuesta con un policía cada cinco metros (los que van por la vereda en la que viene el micro son sacados hacia enfrente) y de esa manera el micro puede circular con una distancia no menor a 50 metros a los hinchas rivales.
El punto de inflexión es en la esquina de Lidoro Quinteros, porque ahí debe aminorar la marcha para ingresar por la diagonal rumbo al estadio. El protocolo que siempre se lleva a cabo implica que el vallado se ubica a 50 metros, los policías retiran a los hinchas también sobre Libertador para despejar la zona. Tienen, desde que son avisados, aproximadamente siete minutos para llevar la tarea. Un error fue teniendo en cuenta la cantidad de gente que hoy iba a concurrir con mucha antelación, no haber avisado la llegada del micro con mayor margen de tiempo, para que los minutos de despeje sea mayor.
Ese error, que según pudo reconstruir Infobae no tuvo que ver con una liberación adrede de la zona sino simplemente con una impericia insólita para quienes deben armar el operativo, permitieron a los animales disfrazados de hinchas llegar casi hasta el borde del micro y atacarlo con todos los objetos contundentes a mano, incluidos cascotes y botellas, que destrozaron el vehículo y produjeron lesiones en algunos futbolistas, el más perjudicado, Pablo Pérez. Lo que siguió fue más descontrol: los policías que van en las motos con los gases lacrimógenos reaccionaron sobre Lidoro Quinteros tirándole a los hinchas que también estaban circulando por esa arteria y como varios vidrios estaban destrozados, sus efectos no sólo se sintieron en la calle sino también adentro del ómnibus. Y eso terminó de armar el combo que puso al partido del siglo en el bochorno del siglo, dejando en claro que buena parte de la sociedad futbolística está enferma y que las fuerzas de seguridad del país distan de tener un entrenamiento profesional para gestionar eventos de altísimo nivel y riesgo.
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