Era una cuenta pendiente. Una misión que le demandó toda su vida. Tal vez pueda considerarse la fanática más longeva en cumplir el sueño de conocer el Cilindro. Ese Coliseo teñido de celeste y blanco que conmueve a la masa académica cada vez que el conjunto de Avellaneda se presenta ante su gente y despierta una nueva ilusión.
Alicia Blanc es la Abuela Quiqui. La fan de 89 años que conoció el estadio de Racing hace unas semanas. Nacida y criada en Comodoro Rivadavia, la chubutense consiguió terminar con ese anhelo que la mantuvo radiante durante toda su vida. Fueron casi 9 décadas de espera, pero el deseo de presenciar un encuentro en el Presidente Perón se dio en el último triunfo del conjunto del Chacho Coudet frente a Newell´s.
A más de 1.750 kilómetros de Buenos Aires, Alicia vive los partidos como si estuviera en Avellaneda. Sufre, festeja y se apasiona a la distancia. Pero ese domingo fue distinto. Gracias a la iniciativa de su nieto Mauricio y el Departamento del Hincha del club, la jubilada académica ingresó por el pasaje Corbatta, se trasladó por los pasillos albicelestes y se instaló en una de las plateas para que recibir el calor de las tribunas que la envolvieron con los tradicionales cánticos que animan al elenco que entusiasma con una nueva alegría.
En diálogo con Infobae, la simpatizante confesó que le hubiera gustado vivir esa experiencia cuando era más joven, pero "las distancias eran diferentes". "No había tanta conectividad como ahora. Viajaba mucho sola a Buenos Aires y no tenía quién me acompañara. Mi marido era simpatizante de Boca, pero como no era muy fanático nunca me quería acompañar", argumentó.
Fundadora de la filial Patagonia Sur Racing Comodoro, Alicia explicó que tenía que hacer algo para trasladar su pasión con otros hinchas. "Fue con un grupo de muchachos que también son de la Academia. Fueron 13 hombres y yo los que empezamos a trabajar hasta la inauguración que se hizo en el 2000″, agregó.
Su caso es llamativo. No fue un amor heredado, ni la adquisición sentimental por alguna tradición familiar. "Soy fanática hasta el alma por los colores. El celeste y blanco de Argentina me gustaron desde siempre", le dijo a Infobae con el orgullo que le representan las 2 banderas: la nacional y la de la Guardia Imperial.
Cuando tenía 38 años tuvo "la alegría más grande del mundo". Corría el año 1967 y el Equipo de José se había coronado campeón de la Intercontinental frente al Celtic en Montevideo. Allí, en La Patagonia, se vivió de una manera distinta a la que reflejan las imágenes de archivo, donde se observa la euforia del pueblo celebrando la conquista internacional. "Nos enterábamos todo por radio. No había televisión, ni redes sociales, ni internet. Acá no se acostumbraba salir a la calle a festejar, por eso me dediqué a comprar todo lo que salió de Racing, como la camiseta firmada por todos los jugadores, las tarjetas coleccionables ó la revista El Gráfico", recordó.
Durante toda su vida la Abuela Quiqui sintió una gran admiración por los protagonistas. "El Changuito Cárdenas era mi favorito", admitió sin olvidar a Reinaldo Carlos Merlo, quien rompió el maleficio de 35 años de sequía en diciembre de 2001: "A Mostaza lo quiero mucho porque nos dio una alegría después de mucho tiempo; y a Milito y al Chanchi Estévez también los adoro, porque vinieron hasta acá para conocer la filial".
Desde que se hizo fanática de Racing, Alicia Blanc festejó con la Academia 15 títulos. Todos desde La Patagonia. Pero su máxima emoción llegó con el regalo que le hizo su nieto para su cumpleaños. "Ya no necesito más felicidad que eso", deslizó con una sonrisa que se percibió desde el otro lado del teléfono. "La hinchada me generó la misma sensación que siento cuando veo los partidos por televisión. Conocía algunas canciones de antes, pero las de ahora no las conozco. Si fuera a la cancha todos los domingos cantaría todo el partido", añadió.
Fue una jornada inolvidable. Todavía retiene en la retina el gol de Cristaldo que hizo delirar a los hinchas. Una experiencia que le permitió concluir la conversación con una frase que resumió todas las sensaciones por las que pasó ese día: "A la Academia cada vez la quiero más. Esa cancha es hermosa. Los colores son preciosos. No creo que haya un argentino que no se emocione cada vez que entra al Cilindro".
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