Fueron cinco disparos que retumbaron a las 0:20 en la noche santafesina, más precisamente adentro del club Unión de Santa Fe. Una hora y media atrás, el equipo local había empatado 2-2 con Patronato por una nueva fecha de la Superliga.
Los hinchas se fueron a sus casas. Exactamente cuando empezaba el sábado, la Policía levantó el operativo de seguridad y los barras, como hacen cada quince días, se adueñaron del playón que está entre la sede y el estadio cerrado Malvicino para comer choripanes y tomar cervezas en un puesto que tienen concesionado ahí –sí, dentro del club–. 20 minutos después, se desataba la tragedia.
Dos barras de la facción contraria pasaron por el lugar, dispararon y huyeron. Y cuatro de los cinco balazos dieron en Javier Luis Cabrera, un rosarino que hace tiempo se había afincado en Alto Verde, la zona donde mora buena parte de la barra brava de Unión. Lo llevaron de urgencia al hospital Cullen, pero no pudieron salvarle la vida. La Policía volvió al estadio 40 minutos después y encontró en un cantero frente a una verdulería –a 60 metros del club– un arma nueve milímetros que habría sido utilizada en el hecho. Que demuestra que la violencia en el fútbol, más allá del intento de armar un partido con visitantes en la final de la Copa Libertadores, sigue como siempre. Por algo, Cabrera se convirtió en la víctima fatal número 326 que registra la ONG Salvemos al Fútbol.
El crimen tiene, como todo crimen, una historia detrás. La barra venía gobernada con mano de hierro hasta 2014 por Daniel Osvaldo Cantero, un hombre que desde el 2000 acumula antecedentes penales, hasta ahora, sin condenas. Desde lesiones, resistencia a la autoridad, ebriedad y desorden en grupo, hasta robos calificados, portación de armas y un homicidio calificado estaban en su prontuario. Y manejaba al grupo de Alto Verde, núcleo duro de la barra de Unión. Pero el 17 de agosto del 2014, en pleno partido contra Atlético Tucumán, la banda de los Melli Galeano, que son de otro barrio (Sargento Cabral) le ganó la tribuna. E hicieron una alianza con quien era el dos de Cantero, Amilcar Leguizamón, apodado el "Pepo", para repartirse los beneficios que dejaban los negocios ilícitos del fútbol. Por eso, lo que apuntaba a convertirse en una guerra de guerrillas por todo Santa Fe, terminó en una paz transitoria, de la que no fue ajena el club, dándoles el manejo de puestos de comida y bebida y talonarios de tickets para la reventa.
Tal fue el negocio, que en el último Mundial de Rusia siete barras de Unión viajaron con todo pago, dándose una vida de reyes, parando en una casa alquilada con pileta en Moscú y en hoteles cinco estrellas en las otras ciudades y moviéndose en remis para hacer los trayectos gigantescos que había desde las distintas sedes en las que jugaba Argentina. Allí, en Rusia, compartieron sus días con la barra de San Lorenzo y en la previa del partido contra Croacia por la fase de grupos, se unieron a sus colegas "cuervos" para emboscar a la barra de Huracán en las afueras del estadio. La Policía rusa tenía filmaciones y con esas imágenes, siete fueron identificados, entre ellos los Mellizo Galeano, por lo que el Ministerio de Seguridad que maneja Patricia Bullrich los incluyó en el programa Tribuna Segura y les aplicó el derecho de admisión.
Así, en el primer partido contra Aldosivi, jugado el 11 de agosto de este año, no pudieron ingresar al estadio y el "Pepo" vio la posibilidad de quedarse con todo. Su decisión produjo una obvia división en la barra, donde relegó a la gente de Sargento Cabral y le dio más poder a los de Villa del Parque y su grupo más fiel de Alto Verde. No duró mucho cómo líder: el 6 de octubre, en la previa del partido frente a Rosario Central que se jugaba al día siguiente, fue asesinado a 100 metros del club, cuando iba a reunirse con su gente.
Los dos sicarios pasaron en moto y le dispararon por la espalda, y aunque hay cámaras de seguridad, hasta el momento no se pudo identificar al agresor. Desde ese día, la tensión fue en aumento pero la gente de Alto Verde decidió no resignar su nuevo poder y resistir los embates. Por eso siguieron manejando el negocio por su cuenta y según la hipótesis que maneja la justicia fue eso lo que produjo esta madrugada una nueva secuela fatal.
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