13 de junio de 2001. Boca tenía que ganar en el antiguo estadio del Palmeiras (denominado antes Palestra Itália) porque había igualado 2-2 en la ida de las semifinales de la Copa Libertadores. Y tuvo un as de espadas con el número 10 en la espalda.
Juan Román Riquelme, quien no había podido trascender demasiado en el duelo jugado en la Bombonera, tuvo una actuación descollante. Participó en el primer gol de Walter Gaitán (uno de sus aliados en la ofensiva) y convirtió un verdadero golazo para el 2-0 parcial.
Fue realmente un baile descomunal el de Riquelme a toda la defensa y parte del mediocampo del conjunto paulista. Galeano, su capitán, habrá soñado esa noche con el 10 azul y oro, que se bancó todas las patadas que le tiraron y empezó a registrar un sello característico de su juego, con la pelota al pie y aguantando una, dos y hasta tres marcas a sus espaldas.
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Como frutilla del postre, con el 2-2 consumado en Brasil, fue el primero en ejecutar en la tanda de penales y convirtió. A la final se clasificaría Boca, que luego derrotaría al Cruz Azul en la serie definitoria.
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