Todavía no son las seis de la tarde, pero en lo del Padre José, en el paraje China Muerta de Neuquén, ya hay actividad. Las clases comienzan dentro de 45 minutos, pero el profesor Gustavo Uboldi y sus alumnos ya están juntando la leña con la que calefaccionarán la sala en la que se juntan dos veces por semana a jugar tenis de mesa.
La escuelita de Uboldi nació hace menos de dos años como un espacio para albergar y contener a los chicos de esta pequeña población -cercana a la ciudad de Plottier- que tiene alrededor de 150 habitantes estables.
Los comienzos de Uboldi en el tenis de mesa fueron cuando tenía 14 años, en el club Lavalle de su San Nicolás natal. Los buenos resultados lo llevaron, incluso, a entrenarse con la selección nacional. Sin embargo, los vaivenes de la vida lo hicieron alejarse de la práctica del deporte y en la década del 90' se trasladó hasta Neuquén. En el 2016 lo invitaron a participar de un torneo por equipos en Mar del Plata y, volviendo de aquel viaje, le surgió la inquietud de abrir una escuela. Intentó hacerlo en Plottier, donde reside, pero no encontró un lugar. Fue así como apareció la chance de llevar su proyecto hasta China Muerta, a unos 10 kilómetros de distancia de su hogar.
"Las posibilidades de los chicos de China Muerta para hacer deportes son muy limitadas porque se tienen que ir hasta Plottier y no siempre pueden. El deporte tiene una gran importancia por cómo están de peligrosas las calles. Hay que tratar de insertar a los pibes en actividades en los horarios muertos", dijo Uboldi a Infobae.
En China Muerta estaba disponible el salón del espacio del Padre José, que generalmente se alquila para fiestas y para talleres de diversas actividades. Uboldi fue a verlo y rápidamente sintió que era el lugar indicado: ahí entraban cuatro mesas profesionales para practicar tenis de mesa.
El problema era cómo adquirir los elementos adecuados. Las notas a las autoridades solicitando ayuda para comprar las mesas, las pelotas y las paletas no tuvieron respuesta. Fue ahí cuando nació la solidaridad de los vecinos para dar vida al espacio.
"Un amigo tiene una empresa que brinda servicios al petróleo y al gas, y él pagó una mesa. Después conseguí otras mesas de competición profesionales usadas y las pagué de mi bolsillo. Otro amigo las reparó gratuitamente y las dejó prácticamente nuevas. Un vecino que vende leña y cría lechones nos donó un animal. Con eso se hizo una rifa y se pagó la mitad de otra mesa. Otro vecino que baila folklore nos ayudó con la compra de la última mesa y de 200 pelotas", enumeró Uboldi, con una sonrisa que demuestra el eterno agradecimiento a quienes colaboraron con su emprendimiento.
La voluntad solidaria no terminó ahí. Otro amigo aportó las estructuras metálicas para hacer los corralitos que separan las mesas y una vecina tejió las telas para colocarles en su interior.
Finalmente, el creador del espacio compró el robot, que es una máquina que tira entre 40 y 70 pelotas por minuto, con el efecto que se desee. Esto permite corregir los golpes de los alumnos y avanzar más rápido en el aprendizaje.
"La forma de entusiasmar a los chicos con el deporte es hacerlo a nivel competitivo y no decir que es solo un taller", sostuvo Uboldi, que hoy tiene 12 alumnos (lo máximo que permite la infraestructura del lugar) que llegan desde China Muerta, Colonia Inglesa, Plottier y otras localidades cercanas. Todos entrenan unas ocho horas semanales y ya se advierten claros avances en su técnica.
Los chicos, en su mayoría de una clase social media-baja, pagan una cuota de 150 pesos mensuales por hacer la actividad. El profesor les compró las paletas profesionales, que cuestan alrededor de 800 pesos. Para devolver ese dinero, la madre de uno de los alumnos hizo empanadas y se las dio a Uboldi para que las venda en la escuela en la que trabaja como docente del taller de electrónica y de electricidad.
"Todos los chicos llegaron preguntándose qué onda con el tenis de mesa. Cuando vieron cómo era, se sorprendieron y vieron que podían jugar casi profesionalmente. Se engancharon, hicimos un plan de entrenamiento y les enseñé los golpes. Empezamos en abril y a los tres meses ya los llevé a un circuito que se hace en Neuquén", comentó Uboldi.
Las clases, el compromiso de los chicos y el roce de la competencia con otros espacios de la zona comenzaron a dar sus frutos. En un torneo provincial que se disputó en Villa La Angostura, uno de los alumnos de la escuela llamado Alejo Aon disputó tres finales. Perdió las primeras dos, pero en la tercera se impuso por un ajustado 3-2 y logró la clasificación a las finales de los Juegos Nacionales Evita.
Así, con muy pocos meses de práctica, el espacio de China Muerta logró tener un representante en la competencia que se realizó en Mar del Plata y a la que viajaron 20 mil jóvenes de todo el país para participar de 32 disciplinas deportivas.
Pero las buenas noticias no terminaron ahí. Uboldi fue elegido como representante del equipo de tenis de mesa de Neuquén y pudo viajar a "La Feliz" junto a su alumno. Días atrás, su hijo Matías le escribió un emotivo mensaje en las redes sociales: "Mi papá con su plata armó una escuela de ping pong en China Muerta para los chicos. Lo hizo gratis, con donaciones y todos. Además de eso, este fin de semana uno de sus alumnos clasificó para los Juegos Evita y lo eligieron como DT de Neuquén. Qué orgullo me da este tipo, es mi ídolo por mucho".
De a poco, y con mucho esfuerzo, se fueron logrando las primeras metas. Entre los próximos desafíos están mejorar la iluminación del salón en lo del Padre José y, de manera más ambiciosa, convertir a Neuquén en una plaza importante para el tenis de mesa a nivel regional.
"Hoy estos chicos tienen las mismas posibilidades que los que compiten en la Universidad del Comahue o en la Ciudad Deportiva. Hace poco que están jugando pero avanzan a pasos agigantados y le ponen mucha sangre. Estos chicos no tienen miedo, le ponen el pecho a las balas y eso está buenísimo", destacó Uboldi sobre sus alumnos.
El docente aseguró que "con muy poca inversión se puede meter a un pibe en un deporte" y recalcó el rol social de estas actividades: "Hoy está muy peligrosa la calle. Así, en lugar de estar dando vueltas, van a la clase, se cansan, se bañan, estudian y se van a dormir".
El futuro para la escuelita de tenis de mesa de China Muerta y para los chicos que concurren es enorme. Todo eso es fruto del compromiso de Uboldi y de la solidaridad de los vecinos, que colaboraron -con mucho o poco- para que así sea.
"Puse mucha plata de mi bolsillo, pero fue la mejor inversión que hice en mi vida. No me arrepiento de nada", finalizó el profesor.
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