El clásico entre Argentina y Brasil que se disputó en Tecnópolis se vivió bajo una tensión propia de una semifinal. Cerca de las 15:30 la organización anunció que no quedaban más localidades para los miles de hinchas que querían ingresar al estadio.
Cuatro horas y media antes del partido los fanáticos hicieron largas filas que resistieron al calor porteño, mientras que en las pantallas gigantes los que no lograron acceder al recinto improvisaron populares para no perderse las acciones del esperado choque entre los dos seleccionados más populares del continente.
El choque previo entre Egipto y Rusia marcó el termómetro de la hinchada. Cada gol ruso se gritó como propio y el repertorio en las gradas no mermó ni por un instante.
Te comiste 7, te rompieron el ojete…
Vamos, vamos Selección, hoy te vinimos alentar, para ser campeón, hoy hay que ganar…
Esta es la banda, de la Argentina, estamos todos de la cabeza, se mueve para acá, se mueve para allá, esta es la banda más loca que hay…
Las canciones surgían de todos los rincones y la masificación contagiaba a cada uno de lo presentes. Sobre todo con el tradicional Tomala vos, damela a mí, el que no salta, es de Brasil…
Cuando Maxim Okulov marcó el segundo tanto de Rusia, un aplauso cerrado invadió al establecimiento. Ajeno a la conquista de la otra semifinal, el público reconoció a los protagonistas de hockey 5 (oro en femenino y bronce en masculino) y los propios Leoncitos, junto a las mismas Leoncitas, se unieron para levantar a los fanáticos con una arenga albiceleste deseosa de otra final.
Todavía no había terminado el primer tiempo cuando Egipto llegó al descuento. Sin embargo, los presentes se encendieron con sus hits cuando los futbolistas locales se levantaron de sus asientos para realizar la entrada en calor.
El motivador Para ser campeón, hoy hay que ganar; se transformó en el desubicado y homofóbico A esos putos le tenemos que ganar…
Lo brasileños, en tanto, se refugiaron en sus gorras y auriculares para responder con sonrisas y pulgares para arriba. Ellos confiaban en silenciar a la muchedumbre con sus goles.
Tuvo que salir a escena Fernando Wilhelm, campeón del mundo en 2016, para calmar al fervor turbulento que se hacía sentir en las tribunas. "Nuestro objetivo es que esta disciplina sea olímpica. Lo estamos logrando transmitiendo los valores de este deporte. Por eso le pido a todos que disfruten de esta fiesta sin llenar de presión a los chicos. Es una alegría que hoy podamos compartir la organización de este evento internacional ¡Vamos Argentina", resaltó el experimentado jugador que actualmente se desempeña en el Benfica de Portugal.
Cuando salieron los equipos para realizar los últimos movimientos precompetitivos, una silbatina ensordecedora opacó la voz del locutor que presentaba a cada uno de los integrantes del elenco visitante. Los únicos aplausos que se percibían eran los de los propios jugadores, quienes demostraron carácter para no dejarse intimidar por la masa. Fue una situación similar a la que se vivió cuando comenzaron a sonar los himnos nacionales, aunque en ese instante la hinchada albiceleste se dividió entre el respeto por el país vecino y la barbarie que no sabe identificar un partido de fútbol de un gesto tradicional.
La primera atajada de Cristian Vargas se festejó como un gol, pero el prematuro tanto de Guilhermao impuso el nerviosismo. Cada infracción, recibida o cometida, era reclamada bajo una marea de insultos y la segunda conquista de Neguinho decretó el silencio.
"Desde el primer partido la gente explotó el estadio. Hoy un montón de hinchas se quedaron afuera, queríamos ganar para dedicárselo a ellos", le dijo a Infobae el arquero cuando concluyó el encuentro.
El descuento de Agustín Raggiati volvió a despertar al público. Las chapas que conformaban la estructura de las gradas se convirtieron en redoblantes improvisados que retumbaban por todo Tecnópolis. Además, en el entretiempo Pandi animó a los presentes al ritmo de Rodrigo, El bombón asesino y Néstor en Bloque.
Fue un presagio de lo que sucedería en la reanudación del cotejo. El grito de Santiago Rufino selló el 2 a 2 para que el recinto deportivo se transforme en una caldera.
Los de Matías Lucuix se animaron a jugarle de igual a igual al seleccionado que había goleado en todas sus presentaciones previas. "Nosotros no tuvimos ninguna presión. A ellos le influyó mucho el calor de la gente, porque jugaron con miedo. Pisaban la pelota y se le iba afuera. La tiraban a la mierda. Fue todo muy injusto", analizó el capitán argentino Facundo Gassman antes de retirarse al vestuario.
Un remate al palo, alguna tapada de Francoar y los intentos de media distancia fueron algunos argumentos que le pudieron dar la victoria a la Argentina. Sin embargo, Breno capitalizó un córner a favor y concretó el definitivo 3 a 2 para Brasil.
"No nos vamos contentos, porque queríamos jugar la final. Hicimos un gran partido, pero la suerte no estuvo de nuestro lado. Tuvimos las chances para pasar al frente cuando estábamos 2 a 2, pero no se nos dio. Ahora hay que pensar en Egipto para no quedarnos con las manos vacías", deslizó Santiago Rufino en diálogo con Infobae.
"Le queremos pedir disculpas a la gente, pero dimos todo. No nos alcanzó. Tenemos que aprender que los errores cuestan caro, porque en cada uno nos vacunaron. Ojalá que el jueves venga la misma gente, para poder cerrar el torneo con la alegría que nos merecemos", agregó Facundo Gassman, quien le cedió la palabra a Cristian Vargas para que también exprese el dolor que le provocó la derrota: "Fue injusto. Arrancamos dos goles abajo, pero no quiso entrar. Me voy tranquilo, pero no contento. Nos hicieron 3 goles y hay que seguir mejorando. Ahora hay que pensar en la medalla de bronce".
El jueves la Argentina buscará subirse al podio en el choque que tendrá ante Egipto, previo al duelo que dirimirá el oro entre Brasil y Rusia. Para ellos puede ser una especie de revancha, la misma que intentarán vengar los dirigidos por Lionel Scaloni, cuando se enfrenten al pentacampeón del mundo en Arabia Saudita. Ahora le toca a los grandes.
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