Hoy que las miradas se descomprimen pues todo cuanto lo que ha quedado del Mundial son cuotas y lamentos la AFA acaba de asestarle a la selección nacional una puñalada mortal.
La presente gira por Arabia Saudita se está realizando bajo dos vicios que creíamos definitivamente superados:
1.- River y Boca negaron a sus estrellas convocadas, hecho que se había dado por última vez en 1975.
2.- Un entusiasta diletante sin trayectoria, avales ni respaldo -Lionel Scaloni- oficia de director técnico en clara señal del desinterés de los dirigentes responsables de la AFA por su "nave insignia".
Hace 34 años, el 12 de octubre de 1974, se iniciaba la "era Menotti". No se trató sólo del advenimiento del mejor técnico de la época (campeón con un brillante Huracán en 1973), sino también de instalar un nuevo orden en el fútbol argentino tras el fracaso en el Mundial de Alemania. Es así como David Bracuto (director médico de la Unión Obrera Metalurgica), en su condición de presidente de la AFA cumplió e hizo cumplir un precepto largamente enunciado, pero nunca llevado a cabo: "La selección nacional es la prioridad uno del fútbol argentino".
No todos creyeron que tal principio podría derivar en sanciones para quienes se negaran. Sin embargo fue así y hoy evocaríamos de distinta manera los destinos de valoradas glorias. Muchos jugadores extraordinarios como Juan José López (River) o Hugo Orlando Gatti (Boca) pudieron enriquecer la nómina de nuestros campeones del mundo. No obstante y a instancias de sus directores técnicos -Angelito Labruna y Juan Carlos "Toto" Lorenzo– prefirieron jugar Libertadores (River) o Libertadores e Intercontinental (Boca) y tal decisión los dejó fuera del Mundial de Argentina 78′. Otros jugadores como Fillol y Alonso lograron formar parte del plantel, pero impuestos bajo otras presiones.
Desde entonces y hasta ahora nunca estuvo en duda el significante de ser jugador de la selección argentina de fútbol. Lo entendieron los actores y lo respaldaron siempre los dirigentes de la AFA.
Fueron los títulos mundiales en las diferentes categorías las que convirtieron a la Argentina en potencia ecuménica. Y tales logros resultaron la feliz consecuencia de políticas coherentes, claras e irrenunciables. Los dos campeonatos mundiales (1978 y 1986), los dos subcampeonatos (1990 y 2014), los seis títulos juveniles (1979, 1995,1997,2001,2005 y 2007), las dos Copa América (1991 y 1993) y las dos finales definidas desde le punto del penal (2014 y 2015 ante Chile) eximen de toda consideración respecto del lugar que para la AFA siempre tuvieron sus selecciones nacionales que disponen además de un predio de excelencia incluido entre los mejores cinco del mundo.
Se trató de darle continuidad a un proyecto de diez años (el de Menotti) superado por los éxitos (de Bilardo). Una cadena indestructible que permitió que los juveniles (de Pekerman) fueran el reaseguro de la selección mayor y se nutriera de esos jóvenes talentos para prolongar su hegemonía.
Es por ello que llamó la atención la contratación de Jorge Sampaoli, un técnico menor, distante de prestigio y ajeno a esta cultura; alguien a quien no le daba el pinet para semejante honor. Ahora bien, ¿quién contrata al hombre equivocado?: otro hombre equivocado, alguien que desconoce la doctrina esencial de su misión.
Así como al técnico de la selección argentina en el caso de Sampaoli no lo puede elegir un dirigente de manera unilateral y por "feeling" o compromiso (Angelici), tampoco lo puede sustentar de manera incondicional la máxima figura institucional de la AFA, Claudio Tapia en su condición de presidente.
Lo previo a Rusia y aún en el pleno desarrollo del campeonato mundial fue un oprobio para la AFA, una ofensa a su historia, un tiro al corazón de su brillante trayectoria. Todo resultó grotesco. Y terminó tan penosamente como debía finalizar: rescisión del contrato de Sampaoli –quien resultó ser el técnico más caro en la historia del fútbol argentino y el "peor del Mundial"– ruptura del grupo de jugadores y del cuerpo técnico, desencanto de los aficionados y desapego de la mayoría de los dirigentes respecto del futuro.
La selección nacional que se encuentra cumpliendo esta gira por Arabia Saudita y que jugará en la ciudad de Yeda el martes contra Brasil no existe como proyecto. Solo cumplirá con lo firmado para generar unos recursos económicos, pero en detrimento de un prestigio que bajo el imperio de estos dirigentes habrá de devaluarse.
No es cierto que la AFA haya hecho gestiones por contratar a un director técnico. Quedó demostrado como mintió Tapia al balbucear el nombre de Guardiola desmentido por el propio Pep.
Lo de Martino es un deseo reivindicatorio de los inolvidables días que convivieron Tapia y Martino durante la disputa de la Copa América de 2016 en los Estados Unidos. El actual presidente de la AFA logró ir como miembro de la delegación tras un pedido a Luis Segura y allí fue estrechando su relación con muchos jugadores de quienes se convirtió en incondicional admirador. Este personal afecto se extendió también a Gerardo Martino.
No obstante ello, Martino, quien ya dijo que no volverá, huyó de Ezeiza por dos razones: a) los jugadores le cuestionaron a su preparador fisico, Elvio Paolorroso por "antiguo" (inadmisible calificación que Tapia acompañó) y b) la AFA bajo una innegable influencia del Estado y a punto de ser intervenida había perdido autoridad hasta para conseguir que los clubes le cedieran los más valiosos jugadores para los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
Los dos dirigentes que comandaron aquel fracaso de Rusia contratando a Sampaoli son quienes volvieron a manejar el destino de esta selección nacional triste e inexpresiva. Pero en esta oportunidad ambos se están tomando diferentes tiempos estratégicos. Daniel Angelici, quien quiso y no pudo imponer a Sampaoli en Boca por una orden de alguien boquense con mayor poder que él está aguardando que Boca concluya su gran objetivo que es la Copa Libertadores. El resultado de ese enorme evento definirá varios destinos. Entre ellos el de su director técnico Guillermo Barros Schelotto.
Si Boca resultare ganador de la Copa, Guillermo tendría dos maravillosas opciones de futuro: continuar en Boca o ser un sólido postulante para dirigir a la selección nacional. La alternativa a cualquiera de los dos casilleros es Jorge Almirón. Y en ambas situaciones el auspiciante sería Daniel Angelici quien de tal manera conservaría –para él y para Boca- el tutelaje de los próximos cuatro años de la selección nacional.
Su contrincante es el presidente de la AFA, Claudio Tapia, a quien le gustaría seguir siendo el "dueño" de la Selección y manejar Ezeiza. Para ello está esperando la Asamblea del 22 de noviembre. Aguarda con expectativas que en tal evento una mayoría de los 43 asambleístas –entre los 22 de la Primera División y fundamentalmente los 21 del Ascenso y del interior– vuelvan a respaldar su gestión y sentirse fuerte como para designar al técnico del equipo argentino hasta Qatar 2022.
A cambio de ello la AFA ha incluido en el punto sexto del orden del día abrir una discusión que parecía estar sellada negativamente como cosa juzgada desde 1998: las Sociedades Anónimas Deportivas. Se trata de una enfática imposición del gobierno nacional.
En este sentido Rodolfo D'Onofrio ya se expidió ante los operadores del Gobierno asegurando que River siquiera considerará tal cuestión pues su club "fue, es y será de los socios". Detrás suyo habrá otros presidentes encolumnados por el "no" como Matías Lammens (San Lorenzo), Juan Sebastián Verón (Estudiantes de La Plata), Nicolás Russo (Lanús), Hugo Moyano (Independiente), entre otros muchos.
Tal como se advierte, la selección nacional pasó a ser objeto de negociaciones políticas. No sólo es el "reino" de los dromomaníacos (adictos a los viajes) es también fuente de cholulaje, prebendas, viáticos, pasajes en "business", hoteles de cinco estrellas, fotos para la posteridad en geografías insospechadas, luminosos e interminables free-shops y disfrutable nocturnidad pagada puntual y minuciosamente por la AFA.
Tanta debilidad institucional permite que los clubes nieguen a sus jugadores (como hace más de 30 años), que los técnicos de nivel no acepten sentarse siquiera a hablar (¿con quién lo harían?), que el mejor de todos los jugadores (Messi) esté lejano y que un principiante sin trayectoria (Scaloni) la dirija ante los ojos de un mundo futbolístico azorado ante tanto caos.
La AFA no solo ha abandonado su eficiente doctrina institucional: también negocia negativamente su futuro con el Gobierno, prefiere lugares y figuración en la Conmebol antes que defender a sus equipos afiliados (caso Dedé-Boca; Zuculini-River) y no tiene representatividad en la FIFA.
Pero lo más grave es la actual conducción de la selección nacional convertida en sujeto de negociaciones políticas, estrategias internas, luchas de poder e injerencias externas bajo el imperio de la desorganización y el caos.
Es por ello que cuando todo esto ocurre se puede afirmar con tristeza y dolor que la selección nacional ha muerto.
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