Garúa en La Boca y a Mauro se le humedece el pelo y la ropa, pero no le importa. Sabe que está por cumplir un sueño: ver al equipo de sus amores en la Bombonera. El inmenso estadio que identifica al barrio en el que vive está a poquitas cuadras de su casa pero recién a los 14 años se dará el gusto de vivir un partido desde las tribunas. A Mauro lo acompañan su hermana mayor, Laila, y su mamá, Bárbara, que comparte su conmovedora historia de vida a Infobae.
Conforman un trío de acérrimos hinchas de Boca. Bárbara lleva la camiseta con la 10 de Carlitos Tevez, Laila es ferviente seguidora de Cristian Pavón y lleva la 7 en su espalda y Mauro se estampó la 19 con su propio nombre de pila, aprovechando que Zárate, el delantero xeneize, es tocayo suyo. Caminan despacio, disfrutando del ambiente de la cancha en la previa al encuentro contra Colón. Y a medida que circulan por las entrañas de la Bombonera, la emoción se apodera de sus rostros.
Mauro es el primer chico trans menor de edad en recibir su nuevo documento luego de la aprobación de la Ley de Identidad de Género en la Ciudad de Buenos Aires.
De pequeño, siempre tuvo devoción por la pelota y dejó de lado las muñecas. Despojada de los estereotipos impuestos históricamente por la sociedad, su mamá siempre lo dejó ser. Se percataba de esos detalles "no tan femeninos", pero lo notaba feliz y eso le bastaba. Tampoco le gustaba usar el rosa e incluso renegó bastante cuando le obsequiaron la remera que Boca sacó a la venta con ese color en 2013 por una movida de marketing.
Bárbara veía ciertas costumbres masculinas en su hija menor y hasta admite que en algún momento se le cruzó por la cabeza creer que podía llegar a ser lesbiana. "Era machona", recuerda. El destino la hizo embarcar en una aventura desconocida en la que es principal protagonista, una especie de guardiana de sus derechos. Hoy, experta en la materia, aclara: "Entendí que una cosa es la identidad sexual y otra la identidad de género".
La pelota de fútbol, las muñecas, los programas de televisión y la camiseta rosa fueron indicios. Aunque el verdadero clic se produjo durante la organización de un acto escolar. Se venía el 25 de mayo y Bárbara esperaba de una vez por todas que una de sus hijas fuera designada dama antigua. Por eso se sorprendió y enfureció cuando leyó en su cuaderno de comunicaciones que en la fecha patria se subiría al escenario como aguatero. Sí, con "o".
"¿Cómo puede ser tan estúpida la maestra de darle ese papel?", se preguntó su mamá. Pero la caracterización la había pedido él mismo: quería ser aguatero. Mauro fue al colegio Presidente Derqui, donde recibió el apoyo constante y la compañía desinteresada de la directora Andrea y su maestra Mónica. Ellas son muy reconocidas por Bárbara, debido a que se pusieron a disposición en el momento exacto del inicio de su transición.
Bárbara jamás había hablado con su hija menor de su identidad. Y su papel en el acto escolar fue casi un detonante. El diálogo le quedó grabado a fuego en su cabeza:
– Mamá, voy a cagar a palos a la cigüeña…
– ¿Por qué, hija?
– ¿No lo ves? Me trajo nena y yo soy varón.
Cansada por el trajín de la jornada, Bárbara no prestó mucha atención. No procesó la frase en su cabeza. Pero cuando se levantó al otro día, Mauro (que hasta ese día llevó el nombre femenino original que prefiere preservar) insistió: "Vos entendiste lo que te dije anoche, ¿no?".
La etapa de transición había comenzado y Bárbara se decidió a acompañar al menor de sus retoños en todo momento, incluso dejando de lado responsabilidades laborales que le costaron su empleo hasta hoy. Es que ningún trabajo contempla las faltas necesarias para un caso así. "Es una problemática que se ve mucho en los padres con chicos trans", cuenta. Una de las primeras cosas que debatieron juntos fue su cambio de nombre, tiempo antes de tramitar su DNI.
– Mamá, ¿cómo me hubieras puesto si nacía varón?
– Siempre pensé en Mauro, como tu abuelo.
– ¿Sabés qué? Yo quiero llevar el nombre de mi abuelo.
Allí mismo quedó descartado Tiago, como se llamaban dos de sus amiguitos cercanos y había sido barajado. Bárbara perdió a su padre cuando era chica e inesperadamente tuvo la oportunidad de "homenajearlo" de esa forma.
"Yo no entendía bien qué estaba pasando. Uno, como muy progre, puede pensar en tener un hijo gay, una hija lesbiana, pero un hijo trans no está en la cabeza de nadie y no hay mucha información al respecto", confiesa Bárbara, que luchó por la causa del Facha (apodo que le puso su papá) e involuntariamente se volvió una entendida del tema.
Mauro se anima a contar su historia personal cuando lo convocan y el año que viene viajará a Colombia junto a sus seres queridos a representar a Argentina en el Congreso Latinoamericano de Familias. La organización "Familias por la diversidad" fue la que los eligió.
"Es difícil para ellos. Mauro lloró de emoción cuando nos comunicamos con un nene que vive en Japón y tiene madre colombiana. Hablamos por Skype y los dos lagrimearon. Es que creían que eran los únicos en sentirse así", relata Bárbara.
Paradójicamente, otro desafío se puso en su camino: su hija Laila está en pareja con un chico trans que pronto se mudará a su hogar. Ella lo ayuda a combatir la discriminación y detalla lo complicado que es para él obtener empleo por su condición: "Lo único que consigue es repartir volantes por 50 pesos la hora. Tenemos que pedir la ley para el cupo laboral trans, ya que nadie lo toma en serio".
Bárbara no se rinde: pelea por la aceptación de su yerno e inconscientemente ilumina el futuro de su hijo.
LA PASIÓN POR BOCA
Los padres de Bárbara eran italianos. El abuelo Mauro consiguió trabajo como obrero en la construcción de la mismísima Bombonera, allá por los años 30. Ahí nació el fanatismo boquense.
"La abuela le daba de comer la papilla y antes de meterle la cuchara en la boca le preguntaba a Mauro de qué cuadro era. El papá, que es de Independiente, gritaba de atrás: 'decile del Rojo'. Pero el Facha se aliaba con su nona y decía 'de Boca'", rememora Bárbara, que no se olvida de mencionar que su hija del medio es hincha de Racing. Componen una familia futbolera, pero prima la paz ante la diversidad de equipos.
Los relatos de los partidos de Boca por la radio Spica nunca faltaban en su casa los domingos por la tarde.
La pasión se transmitió de generación en generación y el club, al enterarse de su historia, invitó a Mauro a cumplir su sueño. Al ingresar a la tribuna quedó impactado… Tuvo que interrumpir el clásico cántico de bienvenida al equipo "Boca, mi buen amigo" porque se le formó un nudo en la garganta y de sus ojos empezaron a brotar lágrimas. Mauro se fundió en un abrazo con su hermana Laila y así sellaron su compromiso azul y oro con su mamá de testigo.
EL COMPROMISO DE BÁRBARA
Movilizada y sintiéndose parte de esta causa, la mamá de Mauro se sumergió en este mundo nuevo: es responsable de la Secretaría de infancias y adolescencias trans y sus familias de la FALGBT. Brinda asesoramiento y respaldo en casa trans hace más de dos años. Es un espacio de contención integrado por profesionales con redes en todo el país para que los chicos se desarrollen de la mejor manera posible.