"Estaba muy tranquilo porque creía que se podía reiniciar el partido, pero viendo que los jugadores de River no mejoraban el árbitro lo suspendió. Pero en todo momento el árbitro me informaba que el partido iba a continuar".
Las primeras declaraciones de Roger Bello, veedor de la Conmebol en aquel Boca-River del gas pimienta, en la Copa Libertadores de 2015, traían el tenor formal de su tarea. Sin embargo, este arquitecto boliviano volvió a referirse al escándaloso Superclásico en el que, cuando el plantel del Millonario volvía al campo de juego para jugar el segundo tiempo, recibió la agresión con la sustancia tóxica por parte de Adrián "el Panadero" Napolitano, hecho que obligó a la suspensión del partido luego de varias oscilaciones.
Bello le dio una entrevista a la revista Diez de su país. Y allí dio un testimonio diferente, crudo, más detallado, de cómo se vivió aquella tensa noche en La Bombonera. "Ese partido ya venía con el antecedente de que River había ganado en Núñez por 1 a 0, en un choque con mucha fricción, mucha boca, peleas y desafíos para la revancha. En el primer tiempo y en menos de diez minutos, hay dos tarjetas amarillas para los jugadores de Boca, pero con el 0-0 nos vamos a los camarines. En ese partido debutaba internacionalmente el árbitro Darío Herrera y desarrollaba una buena actuación", prologó Bello.
"En el segundo, apareció un inadaptado, al que llamaban 'Panadero'; rompió la manga por donde salía River Plate y echó gas pimienta consiguiendo dañar la vista de al menos seis jugadores. Ellos cayeron en la cancha, los auxiliamos, pero en pleno afán y con mucho desespero, se colocaron agua que los empeoró. Fueron transcurriendo los minutos mientras iba coordinando todo con un jefe policial que me ayudó bastante, muy capaz, con experiencia en este tipo de eventos públicos", continuó su narración, aunque hay que subrayar que esa "coordinación" que describe no se observó durante los sucesos.
"Llegamos a pasar los 40 minutos, que es el lapso que tenemos que esperar para tomar una decisión. Decidimos jugar con los tiempos, esperamos a que la gente se retirara de ambas tribunas porque habían niños. Esa gente fue la primera en salir de un estadio con capacidad para 43.000 espectadores y que acabó con 12.000 en poco tiempo. Luego pasó la hora y media hasta que se tomó la decisión –conjuntamente con el árbitro Herrera-, de que el partido tenía que ser suspendido, porque realmente no habían las condiciones para continuar porque los jugadores estaban muy dañados", siguió con su versión.
"Fue uno de los partidos más duros que me tocó vivir", concluyó este dirigente desde 1994, al que le tocó participar de uno de los momentos más oscuros de la Copa Libertadores contemporánea.
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