Al noroeste de los Estados Unidos Mexicanos, sobre el Golfo de California, surge la ciudad de Culiacán Rosales, capital del estado de Sinaloa y la nueva casa de Diego Armando Maradona.
Tras una temporada al frente del Fujairah FC de la segunda división de Emiratos Árabes Unidos y luego de un fugaz paso por el Dinamo Brest de Bielorrusia como presidente deportivo –ahora devenido en "presidente honorario"-, el Diez cruzó el Océano Atlántico y se instaló nuevamente en Latinoamérica para encarar su sexta experiencia como entrenador. Pero, ¿cómo es Culiacán?
Parece una casualidad del destino que Maradona haya caído en la "ciudad de la contradicción", como la definen algunos de sus habitantes. "El mayor ingreso del Estado es por la agroindustria, en los campos, sin embargo, la mayoría de los habitantes, de clase media baja, se dedican a probar suerte en la ciudad, en los negocios", le explica a Infobae Hector Parra, periodista y antropólogo local.
Y es verdad. El municipio del Culiacán posee 800 mil habitantes aproximadamente y la mayoría se establece en el núcleo de la ciudad o en sus suburbios. El centro histórico, donde se encuentra el ayuntamiento y por donde corre la Avenida Obregón, está repleto de tiendas dedicadas al consumo. La cantidad de comercios llama la atención, sobre todo los callejeros. Cada local tiene su equivalente en la vereda: donde hay una farmacia hay un puesto de comida rápida en la calle; a la salida de una tienda de ropa se alza un carro con fundas de celulares; y así sucesivamente.
Otra de las paradojas que presenta el lugar son los negocios de alta gama donde no abundan las personas con ese poder adquisitivo. "Aquí hay tiendas de autos de marcas como Jaguar o Porsche, pero el estado de las calles no está en condiciones, están todas rotas. También se encuentra la zona repleta de hoteles cinco estrellas y restaurantes caros, pero que no se llenan nunca", añade Parra.
Ese polo exclusivo, construido en los años '90 para atraer turistas, es casi un oasis que desentona con el resto de la ciudad. Allí se alza el Hotel Lucerna, lugar donde se albergó Maradona junto a sus colaboradores y acompañantes -hoy ya se instaló en el barrio privado La Primavera-, quienes disponen de todo el séptimo piso para ellos solos después de haber sufrido distintos problemas con la prensa.
La llegada del astro argentino parece haber causado una revolución mundial. Todas las miradas y las cámaras apuntan al Club Social y Deportivo Dorados. Pero dentro de Culiacán, la presencia de Diego apenas impresiona a unos pocos.
Maradona aterrizó en una población aficionada al beisbol. El bordó y el negro de los Tomateros de Culiacán son los colores que tiñen las calles. Con un estadio que supera las 20 mil localidades y que revienta en cada encuentro disputado por los Guindas, el orgullo de la ciudad exhibe su título de campeón de la última temporada de la Liga Mexicana del Pacífico.
En cambio, el Gran Pez, apodo con el que se lo conoce a Dorados, posee una cancha para 23 mil personas y aunque ahora se encuentra en pleno proceso de expansión, sus gradas apenas se llenan a la mitad en cada presentación del equipo. Claro que con Diego este número aumentó con respecto a las temporadas pasadas.
Más allá de que los habitantes prefieren el bate y la bola a la pelota número cinco, hay otras explicaciones para esta fiebre maradoniana que todavía no se despertó en Culiacán. Las generaciones más jóvenes parecen no tener conciencia de quién es el nuevo entrenador de Dorados. Con referentes como Lionel Messi o Cristiano Ronaldo, sus pocos conocimientos sobre el campeón del mundo de 1986 son a través de comentarios de los mayores.
"Me tocó cuidarlo en su llegada a Culiacán. Con dos compañeros nos encargábamos de las guardias en su hotel. Mi padre me pidió que le consiga un autógrafo porque es su ídolo, pero a mí no me llama la atención, prefiero el baseball. Ni foto me he tomado con él", cuenta Francisco de 30 años, uno de los encargados de la seguridad del Diez y un claro ejemplo de lo que ocurre con los residentes de aquí.
Otro percance que afectó la ciudad y desvió el foco de la presencia de Maradona fue la inundación sufrida el jueves 20 de septiembre, que castigó a toda la zona y sus alrededores.
Atravesada por dos grandes ríos (el Culiacán y el Tamazula), la urbe carece de infraestructura de desagües y de tratamiento de residuos. En apenas 20 horas llovió el 40% de lo que llueve en un año en Culiacán. "No solo no estábamos preparados, sino que además los pronósticos del clima no anticiparon que esto ocurriría. Más de mil viviendas fueron destruidas por el agua", comenta Ricardo, encargado del Centro de Acopio para los Damnificados, que recibe donaciones y las entrega para aquellos que sufrieron la peor parte de esta tragedia natural. Estos puestos se anuncian en cada esquina y tienen como sede principal la Plazuela Álvaro Obregón, ubicada en el corazón de la metrópoli.
Esta catástrofe obligó al gobierno a enviar ayuda. Es por ello que varios camiones militares y soldados interrumpen la escena cotidiana de la ciudad con el propósito de realizar rescates y entregar provisiones a los damnificados.
De todas formas, la presencia del Ejército es algo que en Culiacán está aceptado, como casi en todo el norte de México. La "policía mixta", como la llaman aquí a la mezcla entre la policía urbana y las tropas del Ejército Mexicano, es parte de un operativo del Gobierno que funciona hace cuatro años. Su motivo es combatir el narcotráfico.
Culiacán no solo es la capital del estado, sino que además es el centro de uno de los carteles más importantes y es conocida por la violencia presente en las calles, sobre todo en la noche.
"Ni se te ocurra", avisan efectivos de seguridad a Infobae cuando se consulta sobre la posibilidad de preguntar acerca de Joaquín "Chapo" Guzmán por las calles. Explican que existe una red de "Halcones", vigías que trabajan para los carteles y avisan en caso de movimientos policiales. Se los llama punteros, porque señalan gente o a quienes andan hurgando sobre sus actividades.
Por el lado de la Policía recomiendan a los turistas no salir solos de noche y permanecer en sus hoteles a partir de las 21, casi como un toque de queda. "Unos 5 minutos", responden ante la consulta de cuánto tiempo dura un foráneo en las calles a altas horas de la noche.
Los habitantes, en cambio, se muestran un poco menos alarmantes. Aseguran que no es tan peligroso Culiacán como la fama que tiene. "Hace tiempo que no tenemos balaceras en plena calle. No vas a encontrar droga por la ciudad, pero sí se sabe que es su territorio. Acá no hay disputas de poder porque ya se sabe a quien pertenece. Estamos en el ojo del huracán, aquí es tranquilo, lo peligroso ocurre en las zonas limítrofes", informa Parra, aunque luego recapacita: "Tomo mis precauciones antes de salir de noche, lo pienso dos veces".
Si bien nadie lo puede confirmar, se dice que los dueños de la cocaína en Culiacán son algunos de los hijos del Chapo, apresado en enero del 2016 y extraditado a Estados Unidos en enero del 2017. Allí cumple su condena en el Centro Correccional Metropolitano de Nueva York.
"Le voy a hablar a la gente de Culiacán. No venimos de paseo, de vacaciones. Necesitamos que la gente esté con nosotros. Si la gente está con nosotros, más lo que yo les pueda inyectar a los jugadores anímicamente, va a ser bravo ganarnos. Y vamos a buscar los partidos. No me gusta defenderme. Les agradezco con toda el alma a los que me quieren y, a los que no, les agradezco que hayan venido a escucharme", deslizó Diego en la conferencia de prensa de su presentación oficial.
Maradona volvió a la tierra que lo vio campeón, que lo hizo leyenda; ya no como jugador sino como estratega. En ella, buscará deshacerse de aquellas críticas recibidas en su llegada y volver a la gloria que alguna vez le dio el fútbol. Lo intentará a base de resultados en un club que milita en la segunda división y que apenas tiene 15 años de vida. Algo contradictorio. Pero fiel al estilo Maradona.
Seguí leyendo: