Juan Martín tocó tierra Argentina hace apenas unos minutos. El despacho de la valija y los tramites pertinentes para ingresar al país fueron sus únicas tareas antes de encerrarse en la sala del Aeropuerto de Ezeiza a atender a los medios. Allí recibe a Infobae para relatar en un mano a mano los detalles del sueño que vivió hace menos de 48 horas en el Arthur Ashe Stadium, el recinto central del US Open que fue testigo de la final que perdió ante Novak Djokovic.
Del Potro luce agotado, pero feliz. Repite hasta el hartazgo sus ganas de dormir, comer rico y tomar un buen vino con sus amigos en Tandil. Sus valijas a un costado de las cámaras son la prueba fiel de que su salto desde la pista de aterrizaje a la atención mediática no tuvo escalas. Uno de sus amigos, bronceado por el calor norteamericano, lo aguarda en un costado para iniciar las mini vacaciones en su tierra natal antes de que el actual número 4 del ranking retome la acción de la Laver Cup.
— Hay una escena final del partido, en la que vas, te sentás y automáticamente te ponés a llorar: ¿qué era lo que verdaderamente estabas pensando? ¿Por qué llorabas?
— Lloraba de tristeza y dolor de haber perdido la final que siempre quiero ganar en mi vida tenística. Estaba triste, dolido y un poco desilusionado por el final. Ahí trataba de poner la mente en blanco rápidamente y reconocer al gran campeón que fue Djokovic. Felicitarlo y ser consciente de que me tocó perder con un jugador que estaba en un nivel altísimo y que supo jugarme muy bien al tenis.
— ¿Tomaste noción en ese momento de lo que pasó: de estar mil en el ranking y las cosas que cambiaron en tu vida de tenista en ese entonces a estar en el centro de la escena, con una ovación y reconociéndote en medio del US Open?
— Ahí en ese momento no, es solamente la amargura de la derrota. Tal vez ahora con el correr de las horas y los días uno pueda hacer un balance más global y general donde el saldo va a dar a favor por eso que mencionabas. Pero todavía cuando recuerdo algún momento del partido me queda la bronca e impotencia de por qué no metí tal derecha o tal revés, o por qué no pude aprovechar tal break point. Al final de todos esos pensamientos lo veo a Djokovic enfrente y que jugó un nivel espectacular, mereció ganar.
— Sin dudas sos uno de los que más le ganan e incomodan a Djokovic, Nadal y Federer, pero siempre terminan sacando la diferencia contra todos los rivales. ¿Qué es lo que tienen?
— Tienen una mezcla de todas las cosas que los perfeccionan a ellos como lo que son. Me tocó ganarles varias veces a todos pero ellos siempre, tal vez en torneos importantes o en momentos importantes, es donde siempre tienen una solidez y una regularidad un poco mayor que el resto. Eso los hace tan buenos. Las veces que me tocó ganarles a mí fue en partidos difíciles y porque he aprovechado las oportunidades que tuve. En este partido sí tuve la oportunidad –en el segundo set durante el 4-3– que pude haber aprovechado y no lo hice. Pero fue por un error mío generado por el buen nivel de él. Cuando estás enfrentando a los máximos jugadores del mundo y en el máximo nivel, el margen de error es mínimo y muchas veces termina quedando para el lado de ellos. Cada tanto viene para este, pero bueno, no fue el caso.
— Cuando veías a Djokovic devolver los saques así, que estaba en un nivel tan alto en el partido, con un nivel de concentración tan prolongado, ¿te pasó de pensar cómo puede ser que esté pasando esto?
— Creo que el partido de los dos fue muy bueno. De hecho, duró tres horas y pico en sólo tres sets. Lo cual marca la paridad del juego, pero sí cuando él está está en su mejor nivel su juego es eso: le tirás a las líneas y te las trae, sacás arriba de 200 km/h y te las devuelve como si nada. Por eso ganó un Wimbledon, por eso gana ahora y pelea un número 1. Son los mejores jugadores de la historia. Hay que pensar también en la calidad que tienen ellos y en lo grossos que son para entender un poco por qué ganan y a mí me tocó perder.
— En un mundo hiperconectado, donde cualquier cosa nos dispersa, ustedes logran estar tres horas al máximo nivel de concentración casi sin equivocarse, ¿cuál es la fórmula para mantener la cabeza tan conectada en un momento tan importante?
— La mentalidad creo que es todo. Al tenis juegan todos muy bien, físicamente la mayoría son muy buenos, pero la mentalidad es la clave para jugar una final como esta. Llegar hasta la final en un torneo de dos semanas que es muy largo, y encima hizo mucho calor. Eso el físico lo siente, pero también es mucho de la cabeza el cómo aguantar esos calores. Se trabaja día a día, se busca la mejor opción para que la mentalidad suplante tal vez muchos otros defectos que uno puede tener y que no te los hace notar.
– El "Negro" Gómez (NdR: su primer entrenador) contó algunas anécdotas esta semana y reveló una de cuando eras chico, que a los 11 años querías ganar el US Open y ser número 1 del mundo.
— Sí, me acuerdo. De hecho lo escribí con una letra caligráfica por mi colegio San José. Recuerdo desde muy chiquito que siempre decía que quería ganar el US Open y que también soñaba con ser el número 1 del mundo. Cumplí varios de mis sueños, el otro creo que es un sueño que no tenía noción de lo que pedía en aquel momento.
— Y que encima iban a nacer Djokovic, Nadal y Federer…
— Claro, es como que no tuve suerte en ese sentido. Pero yo me siento muy feliz también de compartir la misma carrera al mismo tiempo que ellos y poder ser finalista de un Grand Slam y lo ganen ellos. O ser cuatro debajo de ellos o el tres debajo de Nadal y Federer. Para mí va a ser siempre un privilegio competir al mismo tiempo que ellos.
— Volvió el revés, pegando firme, especialmente contra Nadal y Djokovic. ¿Te sentís más confiado en ese aspecto de tu juego?
— Sí, por suerte va queriendo poco a poco. Va volviendo. No es casualidad que cuando empiezo a pegar más revés el resultado es otro y les puedo jugar de igual a igual a los mejores y mi punto débil se achica bastante. Ojalá que pueda seguir con ese camino y también no olvidar el slice que me dio buenos frutos en otros partidos.
— El US Open ya está, ¿vas a cumplir el otro sueño del pibe de 11 años que falta?
— Ojalá… Desde acá hasta que me retire lo voy a intentar. Y después el futuro dirá cuál fue mi máximo ranking.
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