Todavía no hay científico que haya logrado aislar el gen de la competitividad, tan especial como esquivo. Forma parte del ADN de los elegidos y se manifiesta en las situaciones más inverosímiles, no necesariamente en la arena en la que se destaca (o destacará) el bendecido. Si no, que lo diga Andrés Marcelo Nocioni o, mejor dicho, aquel niño de piel extremadamente blanca que al asolearse mutaba en un color rojo furioso, que lo bautizó para la eternidad como Chapulín, o Chapu, a secas.
Nocioni cree tener detectado el momento preciso en el que el espíritu competitivo se reveló. No fue picando la pelota naranja. En su Gálvez local, Ángela, la mamá de Chapu, daba catequesis en la iglesia, y el futuro NBA y pieza vital de la Generación Dorada la acompañaba. Su presencia y participación lo dejó en posición de ser monaguillo. Y el gen competitivo brotó con la fuerza de un géiser.
"La pelea empezó cuando hubo muchos monaguillos, porque no era lo mismo uno que otro. El que llegaba más temprano era la mano derecha del cura, y eso tenía otro atractivo. Podías robarle las hostias al padre, darle un sorbito al vino dulce que se usaba para la misa y, sobre todo, colgarte de la soga que hacía sonar el campanario de la iglesia. El tema era ver quién llegaba más temprano, entonces había domingos en los que yo me iba dos horas antes y me quedaba sentado en la puerta esperando, para ser el primero. Abría la iglesia. Cada vez que lo pienso me doy cuenta de que ahí empecé a tener un espíritu competitivo", confiesa Noch, tal como lo llamaban en la liga de básquet más poderosa del mundo.
La anécdota está incluida en El Chapu, memorias de un guerrero, la biografía autorizada del enorme basquetbolista argentino, escrita por el periodista Fabián García. La obra recorre la rica carrera de Nocioni, su historia y, en paralelo, cuenta la leyenda de la Generación Dorada, que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, bronce en Beijing 2008, que finalizó segunda en el Mundial de 2002 y que demostró que el Dream Team tiene pesadillas, pero sobre todo que marcó una era, que fundó una filosofía.
"La idea fue una inquietud de Fabián y me gustó. Se acercó a mi agente, le dijo que quería hacer algo autorizado y arrancó el proyecto", describe Chapu, a un año del primer encuentro entre ambos para abrir el grifo de los recuerdos.
-Y qué cosas les sorprendieron de la obra terminada?
Andrés Nocioni: Uno no se da cuenta de que tiene muchos recuerdos y cosas en la cabeza y hay que ordenarlas. Tenés la historia, pero no sabés bien la fecha o en qué momento de tu carrera fue. Fabián fue el encargado de ir incorporando a mi relato las diferentes historias.
Fabián García: Anécdotas que no se conocían, cómo se acordaba de cada temporada… Cuando le decías algún resultado o situación, se acordaba de cómo se había definido un partido de 12 años atrás o situaciones puntuales de partidos de la NBA. Lo que te queda es que es sorprendente lo que hicieron. Es increíble lo que hizo él y lo que hizo toda la Generación Dorada.
—En el libro hablás del gen competitivo y de cómo lo viste revelarse a través de una anécdota. ¿Es algo innato o se desarrolla durante la carrera?
—Va creciendo con la persona. Depende de dónde viene uno, del hambre. Si algo caracterizó a este grupo es que la mayoría provino de la clase media trabajadora y cada uno fue incorporando ese gen competitivo que hace que a veces uno sea excesivo en la búsqueda de los objetivos; pero fue un denominador común.
El término "excesivo" del Chapu tiene que ver con el esfuerzo que hizo para dominar a la "bestia". Porque esa enjundia que imprimía para, por ejemplo, volcarle la pelota en la cara a Tim Duncan y Kevin Garnett cuando todavía no se había hecho un nombre, también podía desbordarse. Fue parte de su formación.
El Vasco Sergio Aispurúa, pivot con larguísima trayectoria en la Liga Nacional, contó un episodio en la biografía que define aquel carácter volcánico: "Él es muy impulsivo. Pero muy respetuoso, y tenía sus arranques. En un entrenamiento estaba muy nervioso y yo le decía que se calmara. En un momento me contesta mal y lo mando a la concha de su hermana, '¡quién carajos te creés que sos!', le dije. Terminamos de entrenar a la noche y me fui a mi casa. Ni me acordaba de la discusión. Sería 1:30 de la mañana y me golpean la puerta. Abro y estaba el Chapu paradito ahí. Y me dice 'te vengo a pedir disculpas porque no me podía dormir'. Era muy graciosa la situación. Le dije 'Chapu, andá a dormir, la puta que te parió'. Andrés era un pibe bueno, humilde. Que tenía un indio adentro muy especial. Sumamente expresivo. Íbamos a tirar al aro, erraba 5 tiros y rompía todo. No lo podía aceptar".
—El carácter fuerte resultó un puntal en tu carrera, pero al mismo tiempo lo tuviste que domar.
—Nocioni: Tenía un espíritu más indomable, nervioso, y con el tiempo uno fue canalizándolo sin dejar la esencia; eso se mantuvo. En algún momento uno se da cuenta de que le exigían cosas de adulto a un niño o a un preadolescente, por ahí no estaba preparado. Era una manera de asimilarlo. Lo fui canalizando para volcarlo por el bien del equipo.
—Empezaste a jugar a los 13 años en la primera local: también hubo mucho de autoexigencia.
—Nocioni: Me pasaba cuando iba a jugar con los veteranos con mi papá, a los 12, 13 años, y siempre estuvo esa personalidad. Uno lo lleva adentro y lo tiene. Yo prefiero esa personalidad. A los 15 ya estaba en la Liga Nacional. Todo fue muy precoz, vertiginoso. Y al recopilar todas las historias te das cuenta de que el camino fue increíble.
—En realidad, todos los componentes de la Generación Dorada fueron precoces. Manu Ginóbili comenzó siendo adolescente en Andino, Scola en Ferro…
—Nocioni: Siempre fuimos madurando muy rápido. En ese momento en Europa se consideraba mucho al jugador argentino. Llegaba en una edad temprana y ya estaba maduro, listo para incorporarse al equipo de Primera. Yo llegué al Baskonia y directamente arranqué a jugar; por una cuestión de pasaporte se demoró el debut, nada más. Nos encontramos con situaciones bajo presión muy jovencitos y lo tomamos con naturalidad. Estábamos en una final y no era que estábamos sorprendidos, o mirando que estábamos contra Kobe Bryant o LeBron James. Nunca nos sentimos intimidados por ellos, lo tomábamos con naturalidad.
—Con la Generación Dorada marcaron varios hitos. ¿En qué momento pensaron durante el primer triunfo contra el Dream Team, en el Mundial 2002, que podían ganar?
—Nocioni: En todo momento pensábamos que iba a venir la reacción, el momento en el que hicieran lo mágico para ganarnos. No pasó porque tampoco los dejamos. Éramos un equipo muy sólido defensivamente, rotábamos muy bien la pelota en ofensiva. Ese juego en Indianápolis fue uno de los mejores de la historia de la Generación Dorada. No les dimos ninguna chance. Al principio entramos un poquito en broma. Pero una vez que tuvimos la reunión con Rubén Magnano, que nos puso en situación, nos fuimos dando cuenta de que lo podíamos lograr.
—Y lograron algo impensado. Que la NBA copie sistemas, jugadas y hasta el espíritu de la selección argentina. ¿Tomaron conciencia de eso?
—Nocioni: Es increíble saber, o entender, que después de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 nos empezaron a mirar de otra manera. Comenzaron a entender el trabajo en equipo, que Estados Unidos se fijara en nosotros cuando nosotros nos fijábamos en ellos continuamente… Pasa cuando hay equipos especiales; la Generación Dorada rompió la barrera de jugarle de igual a igual al Dream Team y querer ganarle. Entrenadores famosos dijeron que nos tenían que copiar o aprender cosas de nosotros; siendo como es el americano, que es cerrado. A partir de eso Estados Unidos empezó a abrirse más; hoy la NBA es más global.
—García: Hasta el 98, ir a los torneos internacionales para Argentina era ser el paria de la competencia. Los resultados eran pobres, la forma de jugar era pobre. Que tan de golpe, en cuatro años, se haya pasado de eso a ser el centro de atracción y que la NBA copiara sistemas de juego de la Selección era un sueño.
DE LA IMAGINACIÓN A LA REALIDAD
"Me armaba toda una historia en la cabeza. En los meses de verano no había básquet, entonces tenía natación a la mañana y a la tarde. A la mañana nunca iba y siempre le decía lo mismo al profe: no me sonó el despertador. A la tarde las clases eran tipo 5 y dos horas antes me iba solo a la cancha de básquet y empezaba con mi película. Estaba Chicago Bulls en esa época y me armaba todo el partido. Yo era Pippen. Pero también hacía jugar a Jordan, a Horace Grant. Solo. Me miraban como a un loco", apunta Chapu en su libro.
La ficción se mezcló misteriosamente con la realidad. Porque, en 2004, los Bulls de sus sueños de la infancia fueron a buscar al vehemente alero que los hacía jugar con la imaginación. Claro que aquellos monstruos, los de carne y hueso, eran menos indulgentes.
"Me acuerdo mucho de uno de mis primeros días de entrenamiento porque Pippen me pintó la cara, mal. No lo pude parar nunca. Yo tenía ilusión de jugar con él, pero al otro día de ese picado anunció su retiro. El problema fue que en ese momento pensé: '¿Si este tipo que se está retirando y tiene 38 años me pintó la cara, cómo voy a hacer contra los jóvenes que están bien físicamente?'. Me entraron algunas dudas", también rememora ese momento de incertidumbre en su biografía.
"El gran choque me pasó cuando fui a la NBA. El físico es mayor que el de cualquier jugador FIBA. En Europa dominaba, jugaba arriba del aro. Llegué a la NBA y había jugadores más rápidos, atléticos y tuve que adaptarme, sabiendo que con lo físico no iba a hacer la diferencia. Entonces tuve que mejorar otros puntos para estar ocho años en la NBA y que me fuera porque realmente quería irme, no porque me echaron. Eso demuestra que todos nosotros, los integrantes de la Generación Dorada, hicimos ese trabajo. El caso de Manu fue parecido. En Europa dominaba. Llegó a la NBA e incorporó otras cosas", detalla la metamorfosis.
—¿Qué significó para vos haber pasado de inventar jugadas de los Bulls a jugar en Chicago?
—Nocioni: Es raro saber que uno soñaba con eso. También Chicago es el equipo más emblemático, el que le abrió las puertas a la NBA en Latinoamerica, con Jordan y Pippen. Cuando llegué a Chicago no me ponía en la situación de sorpresa, pero estaba ahí, en el lugar que de chico quería estar.
—Hay una nueva era en la selección; sólo queda Scola como puente entre la Generación Dorada y la actualidad. ¿Creen que puede continuar el legado que dejaron?
—Fabián García: Yo no quiero volver a ser un paria en un torneo internacional y los jugadores tampoco. Para la Generación Dorada su legado es la forma de hacer las cosas, no las medallas. Si esa forma se mantiene, podemos salir octavos o décimos, pero por la forma ya no seremos más parias. No cambió el sentimiento de la gente y los resultados ya no son los mismos. Eso es lo bueno.
—Ya no hay argentinos en la NBA luego de 16 años, ¿a quiénes ves con posibilidad de dar el salto pronto?
—Nocioni: Es muy difícil, yo pienso que no tenemos que buscar eso. Tenemos que mejorar como Selección, ser competitivos y estar entre los primeros del mundo. Lo otro se va a ir dando solo. Facundo (Campazzo) podría estar, (Luca) Vildoza, que tiene gran proyección. Pero los tiempos de maduración han cambiado también. Ahora el jugador madura un poco más adelante porque se ha alargado la vida útil. Antes, con 34 o 35 eras veterano; hoy todavía te quedan años de carrera y puede ser uno de tus mejores, como me pasó a mí en el Real Madrid.
—¿Hay algún jugador con tu perfil en la actualidad?
—Nocioni: Veo diferentes personalidades. Veo a Pato Garino que tiene carácter, a Gaby Deck, Facundo Campazzo, hay personalidades parecidas; tal vez no tan demostrativos. No me gusta comparar. No crecí diciendo que iba a ser el próximo (Esteban) De la Fuente o (Hugo) Sconochini, soy Andrés Marcelo Nocioni. Lo importante es que sean ellos mismos.
—¿Qué reflexión hacen del retiro de Manu Ginóbili?
—Nocioni: Se retira un jugador muy difícil de igualar, ganó cuatro anillos de la NBA, fue MVP de Euroliga; le ha faltado sólo ser campeón en la Liga Nacional, después ganó todo. Es una leyenda, un fuera de serie, en Estados Unidos es gigante, dentro de poquito lo veremos en el Hall de la Fama… Ha roto todos los moldes del basquetbolista argentino en el mundo.
—García: Yo soy de Punta Alta, cerca de Bahía Blanca, y lo conocí antes de que jugara profesionalmente. Y era un pibe absolutamente normal. Como jugador también. Los hermanos te decían que iba a ser el mejor. Creciendo profesionalmente al lado suyo no termino de entender cómo pasó. Hay algo mágico en todos ellos, en la Generación Dorada y en Manu en particular. No lo puedo terminar de descifrar. Es una mente distinta, pero es un caso muy especial como para buscarle los motivos de su éxito en la mente o su talento. Hubo algo más, la varita mágica, que hizo que rompiera una barrera en la meca del básquet siendo argentino.
—Chapu, vos dormías en la misma habitación en los Juegos Olímpicos de Río. ¿Cómo se llevaban?
—Nocioni: Bastante desordenada la habitación, ja. Es especial porque Manu es muy curioso, diferente. Salíamos a conocer, a ver shows, monumentos, a caminar, nos interesábamos por otras cosas. Vemos deportistas que sólo están en su deporte, te ven pasar y no saben quién sos. Y nosotros teníamos una noción de los distintos jugadores, de qué hacían. Nos gusta meter información. Y eso caracterizó a la Generación Dorada, somos inquietos.
—¿Qué visión tendría el fanático del deporte si hubieran logrado lo que consiguieron en el fútbol?
—Nocioni: Hubiera sido mucho más popular, más noticia, más mediático, más importante. El fútbol es más masa. Hemos logrado algo increíble, la gente lo agradece todos los días, pero el fútbol es el fútbol. En el mundo pasa eso. Nosotros por suerte hemos roto ese molde y hemos trascendido. Son diferentes ámbitos y situaciones.
—García: El gran golpe mediático lo tuvieron en 2002, después de ganarle a Estados Unidos. Y en fútbol hubiera sido difícil que saliera algo positivo tras perder una final del Mundial. Son deportes diferentes.
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El Chapu, memorias de un guerrero fue editado por Básquet Plus y está en venta en quioscos de diarios y librerías de todo el país. También se puede adquirir enviando un correo a elchapu@basquetplus.com
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