Don Jaramillo podría ser el nombre de un personaje de "El Chavo". O un animador de fiestas infantiles en algún rincón de Buenos Aires o el Conurbano. Pero lejos de eso, Don Jaramillo fue desde mediados de la década pasada hasta poco tiempo atrás uno de los reyes de la droga en Colombia, el jefe del poderosísimo cartel Valle del Norte. Y el hombre por el cual acaban de ser condenados a prisión perpetua dos ex pesos pesados de la barra brava de Boca y de River, Jorge Moreyra, alias "el Zurdo", y Víctor Hugo "el Pelado" Ovejero, encontrados culpables del doble crimen de Unicenter cometido el 24 de julio de 2008. Porque según el alegato del fiscal Marcelo García Berro, que sirvió al Tribunal Oral Federal Uno de San Martín como base fáctica de la condena, los crímenes de los dos colombianos aquella tarde de shopping se enmarcaban en una guerra de los carteles narcos por quedarse con la parte del león del negocio. Y esa guerra se había trasladado a Buenos Aires, e incluyó otra serie de asesinatos de connacionales como el de Juan Galvis Ramírez en San Fernando o el de Mojarra Saldarriaga, asesinado en Recoleta. En todos los casos se contrataron sicarios. Y varios, ahora se sabe, tienen el sello barrabrava.
Según la teoría del fiscal, que utilizó la información aportada por dos imputados colaboradores (la Ley 23.737 permite la figura del arrepentido en caso de narcotráfico desde 1996), el conflicto entre los cárteles colombianos desató una cacería de delaciones a la DEA, robos mutuos de cargamento y nuevas rutas latinoamericanas para enviar la cocaína a Europa. Allí es donde Argentina y sobre todo Buenos Aires comenzó a cobrar importancia. Y allí es donde empezaron a surcar las balas. Para matar a sus rivales que venían a hacer negocios a nuestro país, los colombianos contrataban mano de obra barrabrava, por la efectividad en el terreno y la impunidad ganada a partir de contactos políticos y policiales.
Así, según la investigación, Don Jaramillo tenía el dato de que Edilson Duque Ceballos, alias "Monoteto", y Alexander Quinter Gardner habían formado parte de una mejicaneada de un cargamento a España de más de una tonelada. Durante un tiempo envió a un familiar, Julián Jiménez Jaramillo, a conectarse con ellos y trabar confianza. Fue un trabajo de meses. Cuando entendió que todo estaba listo, llegó la orden de ir por los sicarios. Y ahí, según el proceso que acaba de culminar, fue cuando aparecieron en acción los barras. ¿Cómo? Uno de ellos, Jorge Moreyra, alias "El Zurdo", era el hombre fuerte de la Villa 21 del barrio de Barracas, gerenciaba una pyme del delito especializada en robos de joyerías que incluía barras de Boca y River (entre ellos Ariel Luna, condenado a perpetua por otro crimen barra que conmocionó a la sociedad, el de Gonzalo Acro) y además les alquilaba galpones a los narcos colombianos para guardar su mercadería. Moreyra era un hombre muy cercano a La Doce y Los Borrachos del Tablón, las temidas barra de Boca y River, a raíz de su amistad con el uruguayo Richard William Laluz Fernández, que por entonces mandaba en la popular de Boca y que fue absuelto en este juicio, y de Ovejero Olmedo, quien se presentó oficialmente como nuevo jefe de Los Borrachos del Tablón en agosto de 2007, tras el crimen de Gonzalo Acro, pero su mandato fue fugaz: tres semanas después la mesa chica que lo apoyaba quedó detenida por aquel hecho y prefirió bajarse del paravalancha antes de convertirse en una nueva víctima.
Fue así como se habrían puesto de acuerdo en llevar adelante el plan que los colombianos proponían, a cambio, según la hipótesis de los investigadores, de una cifra cercana a los 250.000 dólares. Y aquella tarde noche de Unicenter, apenas los colombianos llegaron al shopping para una supuesta reunión de "trabajo", una moto con dos de los barras apareció y disparó una ráfaga mortal. Fueron 14 balazos que dieron en los dos objetivos buscados y la muerte fue instantánea.
Según la condena del Tribunal Oral Uno, los ejecutantes fueron Ovejero Olmedo y Pereyra. El fiscal había pedido prisión perpetua también para "el Uruguayo" Richard, el empresario farmacéutico Martín Magallanes (quien también estuvo en el candelero en el triple crimen de General Rodríguez y a quien defendía el abogado Rodrigo González, que también tiene barras de Boca en su cartera de clientes), y Carlos Luaces, un hombre vinculado a los hermanos Juliá, nombres también que resonaron en el mundo narco. A ellos les imputaba la planificación, pero según el Tribunal no pudo probarlo y los absolvieron. En cambio, a Moreyra y Ovejero los puso en la mira la confesión de los arrepentidos y de otro testigo, más sus teléfonos celulares, que impactaron en la zona de Unicenter a la hora señalada. Así, quedaron en el centro del caso y este mediodía fueron condenados a prisión perpetua, la primera que se da en forma conjunta a capos barras de Boca y River, demostrando una vez más la íntima relación que existe entre los dueños del tablón y el narcotráfico y dejando al descubierto que a la hora de actuar en el delito dejan la camiseta de costado y se ponen solamente la que identifica a los delincuentes.