El mito retumba por los rincones de la ciudad. Se transmite de generación en generación tal cual marca el aspecto inherente a los seres humanos. Aquel que alguna vez debatió sobre fútbol en Quilmes escuchó sobre la magia del "Indio" Gómez, del ilusionismo del "Máquina" Giampietri, del malabarista Caneo. También se despabiló con la misteriosa leyenda del hechizo de la bruja Dora que atravesó al equipo durante varias temporadas.
La construcción del relato se inició en 1994 y sumó todos los condimentos para transformarse en una de las anécdotas más asombrosas del fútbol moderno. Un equipo peleando por el ascenso, la visita a un personaje con poderes paranormales, el incumplimiento de un pacto, una maldición que se extendió durante una década y un fanático que en la desesperación tomó la determinación de ir a destrozar la brujería.
Aquello que vibraba como un rumor por los rincones de la ciudad en mayo de 1994 se transformó en un estigma que se quebró en el 2003 con el ansiado ascenso de Quilmes a Primera. La supuesta maldición de Dora había pisado fuerte sobre la espalda del "Cervecero", que había pasado nueve años sin poder ascender –con cinco derrotas consecutivas en finales– desde la fecha de inicio de la "maldición".
Todo comenzó cuando faltaban cuatro fechas para el cierre del campeonato de la B Nacional 1993/94. Quilmes y Gimnasia de Jujuy no se daban tregua. Sólo uno obtendría el boleto a la categoría principal del fútbol argentino. "A alguien se le ocurrió que contratar a una "bruja" podía darle fuerza para superar, de una buena vez, a los jujeños. Estaba en juego un campeonato, ni más ni menos", relatan en el libro Azul y Blanco, mi corazón (2007) los periodistas Juan Manuel Pollini e Ignacio Lombán.
La "pitonisa" tenía como nombre artístico "Dora" y residía en Chascomús, según los diferentes relatos que recolectó Infobae. Un grupo de directivos de Quilmes decidió trasladarse más de 100 kilómetros para llegar al santuario de quien daría, para ellos, el empujón definitivo rumbo al ascenso. Llevaron fotos de figuras propias y del rival. Dora hizo su tarea y emanó su vaticinio: Quilmes vencería a Deportivo Morón como local y Gimnasia de Jujuy sería goleado 3-0 por Douglas Haig.
Para el 28 de mayo, la mitad del pago prometido a Dora estaba hecho. El 50% del trabajo, también: con goles de Matheu, Cuartas y Pelicchia, el equipo de Pergamino había puesto en aprietos al "Lobo" jujeño con un 3-0.
Quilmes enfrentaba a Deportivo Morón en su viejo estadio de Guido y Sarmiento hasta el momento que un petardo lanzado desde la tribuna impactó en el defensor Enrique Cuenca Zaldivar. El futbolista del "Gallo" fue retirado en camilla y el partido debió ser suspendido.
"Esa agresión a Cuenca había cambiado los planes de los dirigentes quilmeños, quienes no quisieron pagarle a la bruja la segunda mitad del monto total de cuatro mil pesos acordado, con el argumento de que como el partido aún no se había jugado la eficacia de su labor no estaba comprobada", aseguran en la publicación.
La leyenda se instaló: Dora había hecho caer una maldición de 13 años sin éxitos deportivos por culpa del accionar dirigencial. Pocos creían en aquellas versiones iniciales, pero la primera prueba se dio unos pocos días más tarde. Aquel equipo de Morón que naufragaba por la mitad de la tabla dio vuelta el resultado y lo que en el sur era algarabía se transformó en preocupación. Fallaron un penal y sufrieron una derrota 3-2.
Quilmes no volvió a ganar: cayó con Laferrere y empató con Instituto y Atlético de Rafaela. El equipo se alejó de la cima, debió disputar el reducido por el segundo ascenso y se marchó en semifinales tras una apabullante derrota contra Instituto.
El mito se enterró durante varios años, así como también las participaciones competitivas del "Cervecero". Seis temporadas más tarde, una situación traumática refrescó la memoria de aquellos fanáticos que no encontraban explicación al escenario de mala suerte.
En el 2000, Quilmes alcanzó su primera chance de lograr el ascenso tras lo ocurrido con Dora gracias a los goles del "Pirata" Czornomaz, el esfuerzo de un joven "Chapu" Braña y la combinación futbolística del "Chori" Domínguez y el "Máquina" Giampietri.
La final por el primer ascenso fue ante Huracán y culminó con un ajustado triunfo del equipo de Parque Patricios. El buen nivel del elenco comandado por Ricardo Rezza lo guió rumbo a la inmediata revancha en la definición del segundo ascenso. Esta vez sería Los Andes el verdugo que haría esfumar aquella oportunidad. El reglamento del torneo le permitió tener una tercera chance a los pocos días: la promoción con Belgrano.
Quilmes había conseguido un amplio margen en la ida tras ganar 3-1. En Córdoba faltaban unos pocos minutos para el final, empataban 1-1 y el equipo local tenía un futbolista menos por la expulsión de Javier Villarreal. El "Pirata" contaba con ventaja deportiva y precisaba dos tantos para zafar del descenso. Un gol en contra del "Pipi" Váttimos y un exquisito tiro libre de Luis Sosa encendieron las alarmas en las calles de la ciudad. ¿Qué fuerza sobrenatural estaba influyendo para torcer el destino de este presente?
Llegó el "Chulo" Rivoira para renovar el aire y domar a un equipo plagado de nombres importantes: Elizaga, Alayes, Braña, Giampietri, Domínguez y Alex Rodríguez se destacaban, entre otros. Aquella formación lideró la zona metropolitana y se ganó el pase al cuadrangular final. Tras despachar con un resultado ajustado a Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay, arribó a su cuarta final seguida ante Banfield. Cayó sin discusiones.
"No encuentro explicación", reconoció el entrenador tras el partido. Todavía le quedaba una bala más en aquel torneo. La promoción nuevamente le ponía a Belgrano enfrente. La maldición volvía a irrumpir: Quilmes estaba a cinco minutos del ascenso en Córdoba tras el 1-0 en la ida. Julio Mugnaini encontró la pelota abajo del arco tras un córner y un sinfín de errores, dándole la agónica permanencia a los de Ramaciotti.
Las crónica de aquella época hablaban de los "fantasmas" de Quilmes que permitieron el "milagro" de Belgrano. También mencionaban el presente del club como una "pesadilla". Por las calles de la ciudad todos esos análisis desembocaban en un nombre: Dora.
Al año siguiente el equipo peleó con Olimpo mano a mano el Apertura, pero quedó a un punto y el primer ascenso se fue para Bahía Blanca. En la segunda parte el "Cervecero" se pinchó y estuvo lejos de dar batalla en el reducido del segundo ascenso.
"Cuando nosotros armamos el equipo del 2002/03 dije qué bruja ni bruja. Les dije: 'Muchachos, con todo respeto para los que creen, acá no había una bruja'. ¿Para mí sabés cuándo empezó? El Canal Infinito contó la historia". El relato ante Infobae lo realiza Julio García, integrante de la comisión de fútbol en aquella temporada 2002/03 y vicepresidente del club hasta hace algunas semanas atrás.
La señal argentina –que desapareció en 2015– dedicada a emitir principalmente sucesos paranormales realizó un documental en el año 2002 poniendo en las primeras planas la historia que ya era un secreto a voces por la ciudad tras fatídicas cinco finales al hilo.
"Un día perdíamos 2-0 con Almagro. Lo dimos vuelta 3-2 a los 89, pero a los 90 nos empataron 3-3. 'Será posible que no podemos salir campeón', pensé. Me tenía loco lo que decían de la bruja Dora. El domingo siguiente le dije a mi señora: "Me voy al cementerio de Chascomús a ver si encuentro la tumba de la señora esta". Fui y nadie me decía dónde estaba la tumba. Hasta que alguien me avisó…". Rodolfo Acosta es un hincha que decidió ir más allá. No se quedaba ante el lamento de lo sucedido ni las dudas sobre la veracidad de lo ocurrido con Dora. Una mañana decidió ponerle el cuerpo a la situación. Cubrió los 100 kilómetros de distancia, pero la "hechizera" ya no estaba viva.
Por entonces, un mito que también retumbaba por las calles de la ciudad hablaba sobre un ex jugador identificado con la institución que había ido a "saldar la deuda" de un peculiar modo en el cementerio. Historias que brotaron en torno a la leyenda.
"Me acerqué a la tumba y le dije que los hinchas de Quilmes no teníamos la culpa de que un dirigente había hecho la promesa y no la había cumplido. Si nos hace ascender, le voy a arreglar la tumba con los colores de Quilmes. Porque estaba abandonada…", relata Acosta ante este medio.
Tras aquel día, Quilmes hilvanó una racha de seis triunfos, tres empates y sólo una derrota –ante el campeón Atlético de Rafaela–. Creer o reventar. Debía definir el segundo ascenso con Argentinos Juniors, el otro mejor equipo en la acumulada. Sexta final en tres años.
La cabeza de Agustín Alayes hizo trizas la maldición. Aquel desvío casi casual a los 12 minutos del segundo tiempo del partido de ida disputado en el Centenario ante el "Bicho" fue el único gol en una serie que se definió una semana más tarde en el estadio de Ferro con un 0-0 y una tribuna repleta de fanáticos de Quilmes.
"Ahí volví a ir obviamente. No pude conseguir piedras azules, pero se las pinté y le hice la bandera de Quilmes. De ahí en más fui cuatro veces. Cuando llegamos a la Copa Libertadores fui a agradecerle, le llevé un póster de Quilmes y lo puse en la tumba", reconoce el fanático que visitó la tumba de Dora.
El relato se esparció por cada recoveco de la ciudad. Desde aquel 5 de julio del 2003, Quilmes volvió a vivir alegrías y padeció sinsabores. Nunca más se volvió a emparentar lo que sucedía dentro de la cancha con la maldición. Nadie se animó a desmentir la leyenda de la Bruja Dora y su influencia en los tropiezos del "Cervecero" hasta el 2003.
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