Quién lo hubiera dicho… ¡Campeones mundiales de básquet 1950! Con la leonera del Luna Park rugiendo más que ante los nocauts de sus ídolos. ¡Y qué final! Nada menos que contra los monstruos sagrados, los álamos, los cipreses, los árboles gigantes hechos hombres y jugadores… de los Estados Unidos. Los invencibles…
Pero Pillín y los suyos los derribaron sin golpes de hacha: a puro corazón y astucia. Fue 64 a 50.
Y en esos tiempos románticos –canchas de polvo de ladrillo, cero pesos-"había que pagarse hasta la toalla después de la ducha", según aquellos muchachos del club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque.
Pero dijimos Pillín… y casi nos olvidamos de la identidad y del ADN. Pillín fue el señor Oscar Alberto Furlong: apellido de origen irlandés. Vio la luz el 22 de octubre de 1927. Porteño, hijo de deportista –su padre fundó el club–, creció hasta que la vara del vestuario cantó… ¡un metro noventa! Altura promedio para norteamericanos (negros, en especial), pero no usual en estas playas…
Pero no fue todo. Porque O. A. Furlong, en un momento de desencanto, dejó el aro y se alistó en la red. Sale básquet, entra tenis…, y el hombre, casi sin darse cuenta, llegó a las semifinales de la Copa Davis 1977, y como capitán.
"Pero, como jugador, lo mío fue el dobles. Gané varios campeonatos nacionales. Pero fue otra cosa… Nada como el básquet". Tan "nada como", que se dio el lujo de decirle NO al templo sagrado: la NBA.
Pregunta clave: ¿Cómo fue aquello, señor Pillín? Y él contestaba con sencillez, humildad, como entre amigos, mateando: "Es cierto. Me llegaron telegramas de varios equipos. Uno, del Minneapolis Lakers (Nota: hoy, Los Ángeles Lakers). Sólo tenía que poner la firma, pero no quise. Agradecí, claro. Y después jugué en la liga universitaria de Dallas…".
No se arrepintió del NO a la NBA. "Eran otros tiempos –recordó siempre- Todo era mucho más amateur. Prefería jugar en universidades que como profesional. La competencia no era tan feroz. Luchábamos a puro espíritu…".
Recuerdos de esa forma de jugar. Historia pasada pero viva. "El Negro González, Roberto Viau, Contarbio, Uder, buen entrenamiento, ¡y atacábamos en bloque! Ojo: no lo inventamos: lo copiamos de los All Stars de California cuando vinieron al país… Pero también pusimos lo nuestro, porque éramos más bajos pero más veloces. Era cómo fútbol llevado al básquet".
Pausa. Recuento de honores. Además del Mundial del 50 –hay placa con su nombre en una esquina del Luna Park–, también ganó el Mundial Universitario de Dortmund, Alemania, en 1953… Y ese año se encarnó a sí mismo en el film "En cuerpo y alma", dirigida por Leopoldo Torres Ríos.
Además, dos medallas de plata: Juegos Panamericanos de 1951 y 1955. Konex de Platino 1980 como el jugador de básquet más importante del país hasta ese momento. Y desde el 2007, el Salón de la Fama FIBA.
Otra no menor: entre 1953 y 1956 brilló en el equipo universitario Southern Methodist University: el equipo tejano que prefirió antes que la NBA…
¡Ah!, y como capitán de la Copa Davis entre el 66 y el 77 llegó a semifinales dirigiendo a Vilas y Clerc…, y extendió esa segunda pasión fundando el club La Trenza en la Barra, Uruguay: un rincón a medida donde pasaba sus veranos.
Pocas decepciones: en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 "casi le ganamos a Estados Unidos… ¡perdimos por dos puntos!".
Romanticismo: "En la época en que me llamaron de la NBA los contratos eran de 25 mil, treinta mil dólares… Pero preferí quedarme en mi país. Es muy simple: me gusta vivir aquí".
Aquí, desde hace décadas, se afincó en el Mayling Club de Campo en Pilar –fue uno de los socios fundadores en los años 80, cuando apenas existían los countries–, con Giselle Lutteral, su mujer, con tres hijos (Denise, Cristián y Gastón), con nueve nietos, con tres bisnietos… y un inequívoco aro de básquet en la puerta de su casa: ¿quién viviría allí, si no Pillín?
El cachetazo. A pesar de los laureles que supo (supieron) conseguir, y a pesar del Mundial 1950 –hazaña homérica–, en 1956, la Revolución Libertadora los acusó de "profesionales" (¡no lo eran!) para conseguir permisos de importación de automóviles. Se defendió: "Perón no nos regaló un auto. Nos dio un permiso para importar, porque en esa época no se conseguía… pero teníamos que pagarlo nosotros".
Récords. Ajustarse los cinturones… Seis veces campeón de básquet en Capital Federal (1945, 46, 47, 48, 51 y 54). Cincuenta partidos con la Selección Nacional entre 1947 y 1955, más los dos jugados en los Olímpicos de Londres 48 y Helsinki 52, los de la medalla de oro en Dortmund, y los de Panamericanos Buenos Aires 51 y México 55. En cuanto al Mundial 50… ¡máximo anotador!
Pero no todo fue aro y red. El señor Pillín creó en los 70 una empresa de transportes y logística (Furlong, claro: ¿quién no recuerda esos camiones y esos ómnibus?). Y lo hizo desde su especialidad académica: se graduó con un Bachelor´s Degree en administración de empresas en la misma universidad de Texas en la que descolló como basquetbolista.
Un metro noventa de altura y 90 años de edad. Una vida plena. El deporte por el deporte mismo. Y a pesar del alud de triunfos y medallas y la multitud del Luna Park la noche en que batieron al Coloso del Norte, una frase que nunca calló y una actitud a la que nunca renunció: "Nosotros no jugábamos por la gloria ni por la plata. Jugábamos por placer".
Poco queda por decir. Apenas dos palabras. "Gracias, maestro". Porque dos palabras bastan para honrar la grandeza.
Sus restos serán inhumados mañana a las 14, en Parque Memorial.
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