Las redacciones, por entonces, tenían olor y sonidos.
El olor provenía de esa extraña e indefinida mezcla que generan en el ambiente el humo de los cigarrillos al agonizar, los residuales del café pegados en los fondos de las tazas, del plomo de las linotipos fugadas del taller, de los ejemplares viejos descansando su efímera eternidad en los escritorios sin espacio, de la ropa colgada en percheros excedidos y de vasos de vidrio ya sin transparencia quejosos y envejecidos por una decrepitud involuntaria.
El sonido era esa música inconfundible y esdrújula de las maquinas de escribir en el apogeo de un cierre de edición. Los dedos ágiles hundiendo cada letra en el papel transformado en pensamiento u oración trepando por el carro y permitiendo que el autor vaya leyendo aquello que escribía.
El Gráfico que ya no queda hoy estaría cumpliendo 99 años que es como decir un siglo.
Y aunque su vida dinámica y tangible ha finalizado resulta imposible sustraerse a su significante en la vida del deporte, del periodismo y de la cultura de los argentinos.
El Gráfico fue muchas cosas al mismo tiempo. Primero una revista de fotos de actualidad y después un semanario deportivo que nació de la inspiración de Constancio Vigil el 30 de Mayo de 1919. Pero también fue un huésped con rango familiar de ciento de miles de hogares del país generando que padres, hijos, hermanos y amigos compartan su lectura y la disfruten a lo largo de los siete días que habrían de mediar entre una edición y la siguiente. Miles de argentinos de todo el país nacieron y murieron habiendo idolatrado a deportistas a quienes solo vieron en las paginas o láminas de El Gráfico. Era suficiente pues la credibilidad de su inalterable línea editorial la convertía en "palabra santa".
Toda discusión o debate que pudiera darse en colegios, facultades, fábricas, talleres, cafés o esquinas tenían a El Gráfico como árbitro inapelable sobre opiniones o puntos de vista. Lo que decía El Gráfico era "sagrado".
En la Capital Federal se producía el especial fenómeno de personas que esperaban frente a un kiosco de revistas una hora o más para que el camión dejara el paquete con los ejemplares y llevarse a su casa El Gráfico ese mismo lunes por la noche. Y en el Interior resultaba emocionante ver desde siempre gente en la estación del Ferrocarril del pueblo aguardar la llegada desde Retiro o Constitución para capturar la revista.
¿Qué había allí adentro? ¿cuál era el misterio de sus contenidos? ¿por qué sus lectores la amaban cual objeto incorporado a sus vidas?
El Gráfico, tal lo dicho, era muchas cosas al mismo tiempo en el contexto de una vida sin satélites, Internet, plataformas digitales y alternativas de visualización en vivo sobre los acontecimientos más conmocionantes del deporte. Acaso la radio resultaba el medio más inmediato para el anoticiamiento de aquellos eventos. Y también la prensa diaria de papel – aún sin los excelentes suplementos- con los cuales habría de incorporarse recién a partir de los 70′ .
Fue así cómo los escritores de El Gráfico comenzaron a marcar la primera diferencia. Bajo una doctrina de trabajo clara y con los objetivos de los Vigil direccionados a la calidad de los textos, El Gráfico comenzó a convertirse en una verdadera escuela del periodismo.
"Last Reason" cuyo verdadero nombre fue Máximo Saenz creó una primera sección fija alrededor de 1920: "Todo a veinte". Probablemente se trate de la primera propuesta de lectura capsular que abarcaba en pocas líneas muchos temas y constituyo un verdadero suceso.
Luego, Ricardo Lorenzo ("Borocotó") potenció ese tipo de lectura tan requerida con sus inolvidables "Apiladas". Este maestro además estimuló fuertemente y como escuela de El Gráfico –revista en la que ingresó en 1926, que dirigió hasta 1955 con sólo el tercer grado hecho pero con mil libros leídos- la prosa descriptiva.
Por cierto que Borocotó nunca se lo propuso como teoría empírica, pero una nota de él sobre una "Doble Bragado" de ciclismo era una novela en la que jugaban vecinos y paisanos a la vera del camino. Una "Doble Bragado" o el suceso que fuere con las fotos de Alberto Palazzo "Garabito" sumergían al lector en la aventura de convertirse en actor del episodio. Imaginaba correrla con solo leer…
Borocotó y Don Félix Daniel Frascara convivieron en la misma redacción y, con diferentes tipologías, cada uno se convirtió en pilar de una redacción que al conjuro de tales paradigmas exigía escribir cada vez mejor, con mayor riqueza idiomática y una cuidada estética de la estructura del lenguaje.
Borocotó era talentoso, creativo y muy trabajador. Frascarita era bohemio, noctambulo y de una inequivoca porteñidad. Don Ricardo Lorenzo leía como indispensable fuente de su calidad literaria; Don Félix también pues no se concibe querer escribir sin leer. Pero Frascara le dedicaba más tiempo al arte y a la música. Lectura, arte, música… ¿cómo escribir sin abrevar en esas fuentes indispensables?
Estos dos hombres condujeron El Gráfico desde los 30′ hasta los 60′. O sea que todo aquel periodista joven o profesional que quisiera escribir en la misma revista y en el mismo ejemplar tenía en ellos a sus maestros. Los excelentes profesionales que conformaban aquellos staffs sabían tres cosas: había que leer, enriquecer los conocimientos culturales y crecer fuera de la redacción para escribir (y no necesariamente ser) algún día como los maestros. Y tales maestros no eran ni famosos, ni ricos, ni populares; eran prestigiosos… Escribían sobre fútbol, boxeo, ciclismo, básquetbol o automovilismo utilizando diferentes firmas: "De gancho"(boxeo) o "Lagunero" (remo) para Borocotó y "Contragolpe" (boxeo) o "Sobrepique" (fútbol) para Frascarita cuando hacían más de una nota que era casi siempre pues en la principal ponían su firma conocida.
La etapa de Dante Panzeri (59-62) marcó un nuevo orden en El Gráfico. Este brillante periodista que también dignificó a la profesión le dio a la revista un perfil más crítico. Sobre todo en sus comentarios de fútbol, partiendo de una idea dogmáticamente conceptualista. Panzeri en el mejor de los sentidos, fue quien más combatió las tendencias tacticistas que llegaban a nuestro fútbol de la mano de Juan Carlos Lorenzo, Osvaldo Zubeldía, Argentino Geronazzo o José D'Ámico entre otros. Salió a cruzar las nuevas tendencias provenientes de Italia con el "Catenaccio" como abanderado de un nuevo diseño futbolístico. Muy amigo de Ernesto Lazzati y de Adolfo Pedernera, Panzeri advirtió que las ideas sobre tácticas desnaturalizaban la esencia del juego conocido y bello que para él simbolizaban Herminio Gonzalez, Rojitas, Ermindo Onega o el "Marques" Ruben Sosa, solo por citar algunos entre muchos…
Tal postura generó dos sensaciones: menos compradores pero lectores más fanáticos. Y en el medio una redacción que ya no tenía que reportear, pues para Dante Panzeri el reportaje no era un elemento de lectura ya que partía de la premisa del "cassette" del actor y las obviedades en sus declaraciones.
Bajo su dirección había una redacción extraordinaria entre quienes se hallaban Osvaldo Ardizzone, exquisito e inolvidable escritor y poeta, Diego Bonadeo, Federico Kirbus, Hector Onesime –quien se hallaba iniciando su carrera y merecidamente habría de llegar a ser director una década más tarde– Eduardo Llana, Jorge "Che" Ventura, Hugo Mackern (Free-Lance), Juan Carlos Villa (Banda-Bow), Eduardo Donadio y muchos calificados amigos que quedaron en el medio de dos escuelas: la de Borocotó-Frascara que eran el espíritu de El Gráfico y ahora la "rebelde y revolucionaria" de Dante Panzeri.
Aquellos querían prosa romántica, descriptiva, sublimación del deporte, potenciación de los héroes deportivos como modelos de la juventud y ahora a desmitificar, avanzar sobre un idioma menos poético y más critico. "Sanfilippo tiene un balde en la cabeza" (así definía Panzeri al más extraordinario goleador de área del fútbol argentino) o "Artime anda por el área con una caña de pescar" (refiriéndose al otro implacable goleador proveniente de Atlanta que jugó en River, Independiente entre otros y fue una fiera para el gol).
Después del campeonato Mundial de 1962 disputado en Chile los números de venta habían caído verticalmente: El Gráfico pasó de vender 230.000 ejemplares a vender 78.000. El "universo" de lectores estaba dando una señal inequívoca que obligó a una reacción de la empresa. Fue así que Anibal y Constancio C. Vigil convocaron a un periodista que había dejado El Gráfico por divergencias filosóficas sobre la línea editorial con Dante Panzeri y escribía sobre Básquetbol.
En octubre de 1962 regresaba a la Editorial Atlántida pero como director de "El Grafico", un visionario sobre el periodismo gráfico del futuro, Carlos Fontanarrosa. No se trataba de un calificado escritor antes bien Fontanarrosa tenía otra virtud: una idea moderna sobre el futuro de los medios semanales, sus diseños y objetivos. Al momento de ser convocado para reingresar a Atlántida estaba haciendo furor con un programa por El Trece que se llamaba "Polémica en el fútbol".
La llegada de Carlos Fontanarrosa significaron un regreso a la calidad literaria, fotográfica y diagramativa. Por primera vez en la historia del periodismo quien trabajase en El Gráfico debía ser exclusivo. Fue así que se incorporaron dos "monstruos" que estaban causando sensación en la sección Deportes del vespertino La Rázon (600.000 ejemplares diarios): Julio Cesar Pasquato "Juvenal" primer crítico en apoyar sus opiniones escritas con claras ilustraciones hechas por él mismo y Emilio Lafferranderie ("El Veco"), un escritor de época, digno sucesor de Borocotó y cómo él, uruguayo. Con "Juvenal", "El Veco", Osvaldo Ardizzone, Héctor Onesime mas algunas columnas transgesoras de Pepe Peña –el papá de Fernando-, una fuerte inversión para el Departamento Fotográfico y nuevas ideas de diseño, El Gráfico fue recuperando mercado. Luego, la modernización del taller permitió que fuera toda la revista –76 páginas- a color y en menos de dos años El Gráfico ya había recuperado mas de 120.000 lectores que regresaron a comprar la revista.
Fontanarrosa no era ni empírico ni dogmatico; creía en la bifrontalidad y permitía diferentes opiniones respecto de un mismo hecho. Juvenal y Ardizzone pensarían diferente sobre el valor de la táctica o las individualidades en el fútbol y quien era nuestro director se divertía al leerlo. En cambio la opinión inalterable era la opinión editorial.
Por cierto que en 1965, Carlos Fontanarrosa paso a ser también director de otro proyecto de la Editorial Atlántida, la revista "Gente y la Actualidad". Lo que no significó apartarse totalmente de El Gráfico pues estuvo a cargo de ambas publicaciones hasta la mitad de los 70′ .
Durante su dirección, El Gráfico cubrió como nunca antes en su historia la mayoría de los acontecimientos deportivos en los que participara un deportista, un equipo o una representación argentina. Fue así que la Fórmula 1 (Reutemann), el tenis (Vilas y Clerc), el boxeo (Accavallo, Locche, Monzon, Bonavena, Ali y muchos más), el fútbol (todo tipo de partidos, giras, amistosos, Libertadores, Eliminatorias, Intercontinental y Mundiales) fueron cubiertos por periodistas y fotógrafos al igual que Juegos Panamericanos u Olímpicos.
Para los deportistas salir en la tapa de El Gráfico era un honor. Y su influencia era tal que los jugadores quedaban muy atentos a sus calificaciones semanales pues los clubes de otros países habrían de tomar como referencia la puntuación con que El Gráfico promediaba tales actuaciones, elemento fundamental para cualquier futura transacción.
Hoy en vísperas de un nuevo Mundial, apena que El Gráfico no pueda seguir cumpliendo años en los hogares de los argentinos, su destino final durante un siglo. Ni que pueda ilusionarse con los 595.924 ejemplares de 1978 o los 700.000 de 1986 tras ganar ambos campeonatos del Mundo.
El Gráfico quedó como un ídolo cercano y amado, como una imagen conmovedora que les recuerda a sus lectores parte de lo mejor de sus vidas.
En la redacción han quedado sus duendes, sus olores y sus sonidos. El esfuerzo de docenas de periodistas, diseñadores, dibujantes y fotógrafos exigiéndose para ser dignos, para dejar algo que perdure en el tiempo, una emoción, un recuerdo, una imagen.
Me parece ver en el perchero excedido el saco de Ardizzone, la gorra de Juvenal, el piloto de El Veco, un chalequito de Hector Onesime, la bufanda de Orcasitas…
Mas claramente veo por los escritorios desprolijos las fotos de Fangio, Vilas, Monzon, Maradona, Messi…
— ¿Cómo?, ¿que El Gráfico no sale más?
Es imposible, lo siento en mi corazón…
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"El Gráfico, último bastión del deporte y la literatura periodística"