La Selección argentina en el Mundial de Rusia: la última épica nacional

Argentina llega a Rusia 2018 con la pesada herencia de tres décadas de fracasos. Un triunfo con este preámbulo sólo podría ser heroico. Las 5 condiciones de las épicas universales que la épica del fútbol nacional cumple magistralmente

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Lionel Messi, el mejor del  mundo
Lionel Messi, el mejor del  mundo

"Para salir campeón, hoy hay que ganar", canta la tribuna un domingo cualquiera sin saber que en ese instante se une a la épica universal de todos los tiempos.

Un campeón –en los orígenes de la palabra- era el guerrero que vencía en el campo de batalla. La etimología conduce al latín "campio" pero ya Homero había dado cuenta del campeonato más ardiente de la historia con la guerra de Troya.

"Revístete de toda clase de valor porque ahora te es muy preciso obrar como belicoso y esforzado campeón", le dice a su oponente, Aquiles, "el de los pies ligeros", y también el del talón de la humana debilidad. Un héroe maradoniano de la antigüedad clásica, que oscila entre la divinidad y el percance de ser terrenal. De la misma manera, en la épica de las canchas las odiseas se tejen con la gloria y el barro de los héroes en esa búsqueda triunfal que une, inesperadamente, a Aquiles o Ulises con un tal Diego o un tal Lionel.

En el campo de fútbol no se sale a matar, como en el campo de batalla de La Ilíada pero en ambos se sale a ganar sin concesiones.

"Tenemos el fútbol como válvula de escape para los impulsos primitivos de buena parte de la humanidad", apunta con alivio civilizado el escritor John Carlin.

Es cierto, el fútbol es la épica sublimada de la batalla, la última de las épicas quizás. En este campo se juega y no se mata pero se da todo por la victoria como si efectivamente se dejara la vida. Y hay que ganar. En eso coinciden los estétas y los pragmáticos. Lo elucubra Pep Guardiola cuando cuenta que se sienta a ver videos, que toma notas. "Ahí es cuando viene la inspiración. El instante en el que descubro con seguridad, que sé cómo ganar. Es el momento en que mi trabajo adquiere significado". Podría haberlo dicho un general del César antes de una batalla pergeñada con sofisticación para la legión 13 del león y el águila en el estandarte. El trabajo de ambos es triunfar, sea un DT o aquél General.

Diego, la Copa y el Mundial 86
Diego, la Copa y el Mundial 86

El fútbol argentino acaso pueda ostentar la estirpe más homérica de todas, por historia heroica, por hambre de gloria y por pasión nacional. Un hambre de gloria que combina el deseo de vencer en el juego con la oportunidad de sobreponerse a través de él, a cuantiosas derrotas en rubros diversos.

Aunque se niegue la fortuna, suba el dólar o azote la crisis económica, el fútbol siempre está, como el sol, como victoria sustituta, posible y real. Ahí no se escapa el podio ni atormenta el dolor de ya no ser de la Argentina potencia.

Después de todo esta tierra trajo al mundo a Maradona y Messi y no hay mucho más que discutir. Tal vez tenga la misión que Jorge Luis Borges le asignaba al tango: "dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor". O porque simplemente el espíritu pendenciero del compadrito -convirtiendo la lucha orillera en el baile del dos por cuatro- también despierta al correr la pelota, "la convicción de que pelear puede ser una fiesta".

No sin sorpresa puede comprobarse que la épica futbolística argenta cumple magistralmente con las cinco condiciones de las grandes épicas universales:

1- "El héroe es una gran figura nacional e incluso de importancia cósmica" (véase el barrilete cósmico maradoniano o cualquier encuesta de argentinos populares o influyentes aquí o más allá).

2- "El escenario es de amplia escala y puede ser mundial". (Claramente, se viene el Mundial y así estamos).

3- "La acción incluye hechos extraordinarios en la batalla o largas, arduas y peligrosas gestas" (piénsese en cada eliminatoria, en Martin Palermo con sus brazos abiertos bajo la lluvia en esa noche esencial frente a Perú, en los repechajes agónicos y resúmase lo extraordinario en la Copa del 86).

4- "En estas grandes acciones los dioses y otros seres sobrenaturales toman parte activa" (Maradona es D10s, su mano es la mano de Idem, el Messianismo existe y como afirma Salvador Bilardo sobre cada partido de la selección que dirigía, "La Virgen fue titular").

5- "Una épica es una puesta ceremonial" (regístrese que hasta la tribuna hace cantitos y coros con el Himno Nacional).

Si esto no bastara, podría agregarse esa otra dimensión de las gestas heroicas que tiene que ver con levantarse de las derrotas. Hace tanto que Argentina no gana un Mundial que sólo basta ver las publicidades del estadio para chocarse con el contraste. Cámaras de foto analógicas Cannon o Fujifilm, y Videos marca JVC. Nuestro último mundial fue predigital y Bilardo filmaba sus VHS legendarios con una cámara Panasonic que ya es reliquia.

Carlos Salvador Bilardo en México 86: la última vez de Argentina Campeón del Mundo
Carlos Salvador Bilardo en México 86: la última vez de Argentina Campeón del Mundo

Pero los héroes no son héroes porque les sale todo bien. No serían héroes si no se sobrepusieran al miedo. "El miedo no es una palabra que esté en mi diccionario de fútbol", se jacta José Mourinho, gladiador de finales.

Los héroes no serían héroes si no encararan el desafío de redimir el legado triunfal a pesar de las peripecias o gracias a ellas.

Afirma Aristóteles que después del sufrimiento viene el "reconocimiento", ese despertar que significa pasar de la ignorancia a la sabiduría producto de la experiencia.

¿Sabemos aprender de nuestras derrotas? ¿Sabemos cosechar la experiencia de nuestros errores? ¿O nos catapulta ciegos eso que llamamos –como en el cuento del escorpión- nuestra propia naturaleza?

Si algo tiene este mundial en el que aún a regañadientes y desilusionados volvemos a desear el triunfo, es que no queda otra que la épica porque las probabilidades y estadísticas no contemplan aún los milagros. Porque la proeza se logra o no se logra. Y la cuesta es escarpada.

Argentina llega al último mundial que le permite contar con Messi en su esplendor. Y con la pesada herencia de tres décadas de fracasos. Un triunfo con este preámbulo sólo podría ser épico, sólo podría ser heroico.

Como afirmó en una de sus arengas el histórico DT del Manchester United, Sir Alex Ferguson, "Sólo los verdaderos campeones resurgen y muestran su valor luego de la derrota". Aunque claro, "para ser campeón, hoy hay que ganar".

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