No eran 10.000 espectadores cuyas almas excitadas se aprestaban a ver una pelea. Eran 10.000 plebeyos romanos esperando que la fiera lastimara primero y matara luego sin piedad al gladiador.
La Plaza de Toros Maestranza "Cesar Girón" de Maracay excedía el murmullo acompañante en las últimas horas de una excitada espera.
Ese día, 17 de marzo de 1973, el aire pesaba aún cerca de las 10 de la noche. Y el humo del cigarrillo multitudinario no dejaba de invadir aquellos espacios tensos y ruidosos conspirando contra la perfecta luz de una luna en apogeo.
El organizador, Ramiro Machado, había logrado una proeza: llevar por 30.000 dólares de bolsa a Nicolino Locche, ex campeón mundial de los welters juniors a la "casa" de Kid Pambelé, su pupilo, el hombre más popular de Colombia, ídolo a su vez de los venezolanos y campeón del mundo desde hacía poco, apenas cinco meses tras destronar al panameño Alfonso "Peppermint" Frazer.
La rivalidad no consistía sólo en el combate. Había una pequeña historia entre Nicolino y Pambelé, seudónimo que le puso su tío Pablo Salgado tomado de un innominado boxeador nicaragüense que una vez pasó por su pueblo natal, San Basilio de Palenque cuando la década del 40 moría.
Kid Pambelé ya había enfrentado a Locche en el Luna Park. Fue el 11 de diciembre de 1971. El boxeador colombiano lo atacó durante los 15 asaltos sin poder pegarle uno solo de sus respetables golpes. El público, unas 20.000 personas, deliró al conjuro del repertorio de Nicolino. Esa noche le salió todo: el visteo pendular, la cintura hacia atrás, el paso lateral cortito, los barridos perfectos neutralizando todos los intentos de llegada del retador y aquellas descargas ascendentes o cruzadas pero bien visibles que provocaban que el público del ring side se pusiera de pie y el de las tribunas populares gritara el admirativo !Olé! como rubrica acentuada de cada esquive o llegada. Los estéticos movimientos del boxeador "Intocable" despertaban como siempre una sensación de cierta sensualidad como la del torero cuando apela a la "Verónica" para hacer pasar a su lado los 600 kilos de un toro enceguecido.
Lo grave no fue el baile. Esa noche Nicolino cada vez que trababa a Antonio Cervantes, quien se constituía en una esperanza idolatrada en toda Colombia y también en Venezuela, país donde hizo casi toda su carrera, se comunicaba con la gente. Mientras neutralizaba a Kid Pambelé o lo hacía pasar de largo en un ataque hasta chocar contra el encordado, Locche saludaba con la cabeza o le guiñaba el ojo a algunas personas que lo saludaban en pleno combate. Más aún, alcanzó a dialogar con más de un relator apostado a la vera del ring, micrófono en mano con su rival atacándolo.
Al finalizar ese combate Kid Pambelé declaró algo que ya habían dicho otros rivales: "Eso no es boxeo, es circo"… Y Ramiro Machado, su manager al igual que Melquíades "Tabaquito" Sanz, su director técnico, se fueron de Buenos Aires indignados por no entender cómo el público disfrutaba por la "actuación artística de alguien que no boxeaba sino que parecía un acróbata sobre el cuadrilátero haciendo más circo que pugilismo".
Ahora, dos años después, la situación se había revertido pues el campeón era Kid Pambelé y el retador Nicolino Locche quien había resignado su corona en Panamá un año antes -en 1972– contra Alfonso "Peppermint" Frazer, el mismo a quien Kid Pambelé le había ganado la corona mundial. Y las supuestas burlas de Nicolino que no eran tales pues formaban parte de su singular estilo, el Olé de la gente convertida en coro de multitud, los enormes titulares de los matutinos señalando una faena magistral del campeón, más la contundencia de las tres tarjetas otorgándole a Locche un triunfo rotundo pero incomprensivo para Pambelé y su grupo "pues aquello no era boxeo", habrían de tener un punto de reencuentro, una revancha soñada, una "venganza pacientemente esperada" y la fiera no solo subiría al ring, si no que habría de multiplicarse en las calles, en los hoteles y en las tribunas. La gente amaba a Kid Pambelé en la misma proporción que odiaba a Nicolino quien les había frustrado de manera humillante la primera ilusión, aquella del combate en el Luna Park.
El promotor Tito Lectoure sabiendo sobre el clima hostil con el cual habríamos de encontrarnos formó una especie de grupo de motivación y apoyo para Nicolino quien ya se había separado de su maestro Don Paco Bermudez. Por cierto que muchos amigos se anotaron espontáneamente para viajar a Venezuela haciéndose cada uno cargo de sus gastos. Amigos como quien resultaba la estrella máxima de la radio y la televisión argentinas, Jorge "Cacho" Fontana. Y en una charla informal con Amílcar Brusa surgió la posibilidad de que éste autorizara a Carlos Monzon como figura representativa y cuya sola presencia le haría mucho bien a Nicolino.
– Te pido un favor-me dijo Lectoure.
-Sí, si puedo con gusto- le respondí.
– Mirá, Brusa (manager y tutor del Campeón Mundial) permitió que vaya Monzón pero no podemos permitir que viaje solo, ni que llegue solo a Caracas, ni que se maneje sin apoyo-
– Ya sé… ¿Querés que haga coincidir mi viaje con el de él y lo acompañe?-
– Sí, él va a viajar cuando vos lo hagas para El Gráfico pero por favor te pido que no me lo dejes solo ni a sol ni a sombra Mirá que si Monzón hace algún quilombo o le pasa algo y sale en los diarios, Brusa nos mata a todos… Y ya sabés cómo es Carlos cuando no entrena para pelear…
– Me queda claro Tito, viajamos juntos a Caracas , dormimos el martes en el Hilton y el miércoles nos vamos en auto a Maracay – 100 kilómetros – ahí ya Monzón se une al grupo con Nicolino, Carlos María Giménez –un excelente boxeador argentino de Bahia Blanca quien años más tarde también enfrentaría a Pambelé dos veces y a quien robaron en la revancha miserablemente – Osvaldo Cavillon –rincón de Locche-, el doctor Roberto Paladino –médico de la delegación y el resto de los amigos-
– Sí, pero por favor te lo pido, evita salir a la calle, cenen en el hotel, por favor que Monzón no se exponga, mirá que lo conocen mucho y nunca falta alguien que por ahí con una copa de más lo provoque-
-Quedate tranquilo Tito, sé cómo manejarlo-
A las 6 de la tarde nos registramos. Después de ducharse Monzón me preguntó:
– Che, ¿donde cenamos?-
– Y…aquí-, le respondí. – , se come fenómeno.- me animé a garantizarle.
– ¿Estas en pedo?, tenemos que salir, empilcharnos, ir a un buen restaurante y después tenemos que averiguar cuál es el boliche de onda, ¿ vos viste las minas que hay aquí? –
Dios me ayudó: todo salió normal en Caracas, la cena, el boliche y la trasnoche. Apenas autógrafos y alguna fotito. El último autógrafo que le firmó a una chica fue en su habitación…
Ese Carlos Monzón de 1973 ya le había quitado la corona mundial a Nino Benvenuti por K.O ( 7-11-70) luego en el desquite también lo noqueó (3° round) en su primera retención del Campeonato Mundial. Pero además había defendido otras cinco veces su cinturón venciendo en fila a Emile Griffith (KOT en el 14°), a Dany Moyer (KO en el 5°), a Jean Claude Bouttier (KOT 13°) , a Tom Bogs (KO 5°) y a Benny Briscoe (Puntos). O sea que se trataba de una enorme figura mundial del boxeo sin conocer aún a Susana Giménez, filmar películas, ser modelo publicitario o integrante del "jet set". Para ello faltaban unos pocos meses pues ese salto habría de producirse tras la revancha en Paris contra Jean Claude Bouttier a quien volvió a ganarle pero por puntos (29-9-73) que significó el comienzo de la relación con Alain Delon.
Sobre el ring Nicolino intentó hacer lo mismo que dos años antes en el Luna Park contra el mismo rival. Pero no pudo pues cada vez que movía la cabeza o visteaba la gente lo abucheaba. Kid Pambelé estuvo implacable y concentrado. Cual fiera encarnizada con su víctima atrapada solo le permitió a Nicolino Locche algunos movimientos de escape, sabiendo morbosamente que tal acción no sería ponderada ni por el público, ni por los jueces como en Buenos Aires. Una herida en la ceja derecha en el 6° round fue tiñiendo de sangre el pómulo pétreo de su rostro geométrico.
No había como detener aquella hemorragia al tiempo que Pambelé se tornaba riguroso y perverso. Después del 3° round comenzó a acentuarse su domino. Las imágenes eran cruelmente asimétricas. Un Kid Pambelé erguido con los brazos firmes y los puños incesantes llegando a cualquier punto de la humanidad de un esforzado Nicolino ya lento para salir a tiempo y cada vez con más sangre que bajaba desde la ceja derecha. Y aquel contraste de sus arrugas y su incipiente calvicie frente a la anatomía esbelta de un atleta cuya negra piel brillosa dejaba ver a través de su cristalina transpiración el dibujo de músculos en perfecto estallido. El médico oficial no quiso detener la pelea ante tanta sangre:
– Que se la pare el rincón, yo no detengo este pleito.-, me dijo el doctor Arturo Zavala de la Comisión de Boxeo de Maracay en el descanso entre el 8° y 9° asalto. En realidad había sed de venganza y todos los vinculados a Pambelé no aspiraban solo al triunfo, querían ver a Locche humillado, herido y fundamentalmente en la lona para ridiculizar su mote de "Intocable".
Kid Pambelé, hasta ese momento el ídolo más grande de Colombia les estaba dando una nueva satisfacción. No solo era el primer campeón mundial tras la frustrada oportunidad que no pudo concretar Bernardo Carballo frente al inolvidable "Gallo de Oro", el brasileño Eder Jofré en 1964, sino que además se lucía frente a un maltrecho Nicolino Locche.
El chico humilde de familia numerosa ahora disfrutaba las mieles del éxito. Departamentos para sus dos parejas oficiales, anillos o gargantillas de diamantes para sus novias de ocasión, coches último modelos para alternar según los días de la semana, relación estrecha con el poder político y reconocimiento admirativo hasta de los intelectuales. En una reunión de notables colombianos llevada a cabo en Madrid donde se habría de premiar a Gabriel García Márquez todos los presentes – unos cien- esperaron que llegara Antonio Cervantes, invitado de honor para tal ocasión. Fue entonces que el presentador pidió silencio frente al micrófono y dijo: " "Señores, aquí llega el colombiano más importante… con ustedes Kid Pambelé". Todos aplaudieron y García Márquez, el homenajeado, lo hizo de pie. Muchos de los brillantes escritores, poetas , intelectuales, periodistas narrativos y hasta músicos populares como Carlos Vives escribieron alguna vez sobre Antonio Cervantes más conocido como Kid Pambelé, quien víctima de la droga y el alcohol ya con 73 años no logra sonreír evocando su gloria pasada desde la austera habitación de un nosocomio sin puerta de salida.
Recordar por ejemplo que antes de salir para el 10° asalto Lectoure se puso enfrente de Locche y con su enorme cuerpo le impidió salir de la esquina al tiempo que Osvaldo Cavillon arrojaba la toalla en señal de abandono . Nicolino forcejeó y cuando el árbitro Sulbarán llamó a Pambelé para levantarle el brazo, Nicolino cayó en un irrefrenable llanto. Era la primera – y fue la única vez – que se lo vio desconsolado al Intocable que disputó cerca de 140 peleas.
La gente disfrutó sin control. Había euforia entre los "plebeyos romanos" que habían visto cómo la fiera "mató al gladiador". Todo lo demás fue triste, deprimente, quejumbroso: el regreso al hotel, la mesa sin sonrisas, los diálogos huecos y hasta alguna copa absolutamente necesaria. Desde las otras mesas se burlaban de Locche y de nosotros. La respuesta a la provocación fue un difícil silencio.
– ¿Vamos hasta la puerta a tomar un poco de aire?- invitó Monzón.
-Si vamos por que aquí ya no se aguanta más-, le acepté.
Monzón encendió simuladamente un cigarrillo L&M que fue escondiendo en su mano derecha para no ser advertido. Cuando de repente, frente a la puerta del hotel en una especie de rotonda de acceso distante unos 50 metros de donde estábamos escuchamos voces eufóricas inequívocas de agresividad:
– Eh tu eres Monzón, argentino "pelucón", cobarde, mira Monzón, mira–
-¿ Qué dicen, quienes son?- preguntó Monzón apagando el cigarrillo y listo para acercarse…
-No- le dije – son muchachos que están contentos y con unas copas de más-
Fue en ese momento que dos de los cuatro ocupantes del auto se bajaron. Pero con armas en la mano. Uno blandía una pistola y otro una ametralladora corta. Los dos se apostaron a la altura de la puerta delantera del acompañante.
Ante semejante situación intenté llevarme a Monzón dentro del hotel. No pude siquiera tomarlo del brazo tal el forcejeo al tiempo que los gritos provocaban que algunos pasajeros que estaban cenando o tomando una copa fueran saliendo. Monzón quería cruzarse para estar más cerca. Yo me agaché detrás de un cantero. Los tipos seguían:
– Monzón, maricón, argentino cobarde, ¿por qué no les das "un chance" a Mantequilla Nápoles?, maricón, fajate con Mantequilla si quieres ser un campeón de verdad.- gritaban mientras las armas ya estaban apuntando a un Monzón que en la confusión me preguntaba: "Che ¿quién carajo es ese Napoli, Nápoles, Mantequilla no se qué".
– Vení Carlos que después te explico, es un boxeador cubano radicado en México, vení vamos para adentro, le rogué…después te digo-
Todos estábamos cuerpo a tierra. Y la mayoría había reingresado al hotel. A sólo 50 metros dos hombres armados y en el medio, el espanto. Carlos Monzón mientras lo seguían apuntando e insultando se abrió su camisa blanca hasta quedar con el torso visible y yendo a paso firme y acelerado hacia sus francotiradores les gritaba con el índice amenazante: "Tiren hijos de puta, tiren y acierten porque si no los mato a trompadas, tiren". Ya estaba a menos de 20 metros…y seguía: "Tiren", mientras directamente se quitaba la camisa y la arrojaba al piso. "Tiren", insistía enérgicamente Monzón ya casi corriendo hacia ellos.
Mil cosas pasaron por mi cabeza. (También como titular la nota sobre el asesinato de Monzon: "Yo vi como lo mataron"). Por suerte cuando Carlos ya estaba sobre el auto y sobre ellos, cuando ya los tenía casi al alcance de la mano, los dos hombres armados se metieron dentro del auto y huyeron. Mientras se alejaban le seguían gritando: "Monzón , argentino maricón, pelucón…cobarde, súbete al ring a fajarte con Mantequilla".
Ya en el lobby todo el mundo se acercó a preguntarle qué había pasado. Azorado e indignado, Monzón les respondió a todos lo mismo: " "Sacaron (las armas) y no tiraron, sacaron y no tiraron". Un hecho "inconcebible" en los códigos con los que nació, vivió y murió Carlos Monzón. Nunca supimos quienes fueron los agresores, siempre nos quedó la sospecha que se trató de policías por la destreza para manejar la situación hasta un límite.
–Tito, hágame la pelea con ese Mantequilla Nápoles.-, le pidió Monzón al empresario en el vuelo de regreso.
La pelea promovida por Alain Delón se hizo en Puteaux, cerca de Paris bajo una enorme carpa la lluviosa noche del 9 de Febrero de 1974. Monzón destrozó al enorme cubano (hoy tiene 78 años y una salud frágil) radicado en el DF de México, Jose Angel "Mantequilla" Nápoles quien abandonó en el 7° round.
En el camarín, antes de ducharse, lo primero que me preguntó Monzon fue:
– Che, esos que me apuntaron con armas después de la pelea de Nicolino allá en Venezuela, que querían que peleara con Mantequilla, ¿no sabes si vinieron a ver la pelea?
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