Cuenta la leyenda que toda la familia, afincada en el complejo América (una especie de monoblock del estilo Fuerte Apache, en Montevideo) era hincha de Peñarol. Pero Santiago García se fue a probar en el clásico adversario, en Nacional. Y quedó.
En consecuencia, su hermano, fanático del Carbonero, encaró al futuro delantero, y no justamente con amabilidad. Hay quienes señalan, incluso, que lo golpeó por la herejía. Adolescente de personalidad fuerte, Santiago abrazó el sentimiento por el club que lo fichó, al punto que en una entrevista llegó a declarar que el Aurinegro le da "un asco bárbaro".
Polémico y pura potencia; de físico particular, pero con un olfato implacable. Santiago García, el Morro (por su contextura "morruda") se convirtió en uno de los goleadores de la Superliga. Con sus dos tantos frente a San Lorenzo, alcanzó las 11 conquistas, igualando la línea de Sebastián Ribas (Patronato).
El delantero, de 27 años, debutó en la elite en 2008 y explotó en 2010. En el Apertura, por ejemplo, alcanzó el gol de promedio por partido (15 conquistas en 15 encuentros). Su nivel lo llevó a ser transferido al Atlético Paranaense, en la adquisición más cara de la historia de la institución.
Allí estuvo entre 2011 y 2012: fue suspendido 13 meses por doping, en un control que le habían realizado en Uruguay; sin embargo, lo habilitaron a seguir jugando. Su rendimiento no fue óptimo: apenas dos goles en 15 partidos lo forzaron a buscar otro destino. Y se marchó a Turquía.
El Morro fichó para el Kasimpasa, pero tampoco logró continuidad. Debió regresar al fútbol uruguayo para reimpulsar su carrera. La inactividad agitó los fantasmas de su sobrepeso, aunque él siempre declaró que su peso habitual oscila en los "80 kilos".
Rodolfo Arruabarrena, entrenador del Morro en Nacional, ensayó una particular defensa para respaldarlo: "No está gordo, acá en Uruguay me dicen que los morochos son culones. Es un negrito lindo, está trabajando para mejorar".
García tiene una teoría de cuándo nació el mote que lo persigue, pero que no le cercena su capacidad goleadora. Según él, fue el médico de Nacional el que dijo por primera vez que estaba excedido de peso para "cubrirme, porque andaba mal". Y allí nació la polémica, que lo acompaña hasta hoy.
A Godoy Cruz llegó en 2016, formó una gran dupla con Jaime Ayoví. Pero los vaivenes con los entrenadores lo catapultaron en rol de figura, como en la actualidad, o lo relegaron al banco, como ocurrió en un momento de la etapa de Lucas Bernardi. Para Davobe es estelar. Y el atacante rebosa de confianza.
A comienzos de 2017, el matrimonio entre el punta y el Tomba parecía haber llegado a su fin: Talleres de Córdoba adquiría su ficha. Pero la T desistió de la operación (era a préstamo, por 18 meses) porque, según su versión, no pasó la revisión médica.
No la dejó pasar el Morro. Y se vengó. En septiembre del año pasado, Godoy Cruz superó 2-1 a Talleres, con un gol de García, que celebró tapándose un ojo, emulando un parche de Pirata, apodo del clásico rival del Tallarín.
Y si arrastra una lesión, o si le pesan los kilos, no se nota. Puede dar fe San Lorenzo, o la Superliga en pleno. Hoy su equipo es el único escolta de Boca, a siete unidades de la cima. Y mucho tiene que ver el "morocho culón" de los 11 goles…
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