Silencio, caras largas e insomnio: la tensa noche post goleada que vivió la selección argentina

Los futbolistas vivieron el veloz regreso a sus ligas en un clima denso, entre el dolor y la necesidad de asimilar el golpe ante España

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Las caras de seriedad que se vieron en la previa del partido con España se repitieron tras la caída (@Argentina)
Las caras de seriedad que se vieron en la previa del partido con España se repitieron tras la caída (@Argentina)

El reloj había transformado sus agujas en arena. La necesidad de que el tiempo corra a toda velocidad no condecía con la lentitud de sus segundos. El lujoso hotel Eurostars de Madrid se había transformado en una cárcel de cristal. Los jugadores habían dormido poco y nada luego de sufrir un cachetazo revelador ante España.

Cuando el día recién comenzaba en la capital española, apareció el primer contingente de futbolistas para emprender el viaje de regreso a su liga. Lucas Biglia encabezó la veloz desconcentración: lo siguieron Manuel Lanzini, Diego Perotti, Federico Fazio, Wilfredo Caballero y su esposa. Roma y Londres, los destinos.

Para entonces, el capitán Lionel Messi ya había ensayado una especie de arenga en el vestuario con la derrota fresca y luego había subido a un avión chárter para unir los 600 kilómetros de distancia hasta Barcelona, en un vuelo que abordó inmediatamente después de partir del Estadio Wanda Metropolitano y en el que tuvo como compañeros a Gerard Piqué, Jordi Alba y Andrés Iniesta.

Messi vivió el partido desde el palco, luego pasó por el vestuario y rápidamente voló a Barcelona (AP)
Messi vivió el partido desde el palco, luego pasó por el vestuario y rápidamente voló a Barcelona (AP)

Una cena silenciosa en la altura de una de las torres del hotel y el desvelo que se esparció como una infección por las habitaciones fueron la pintura de las pocas horas que compartió la mayoría de la delegación nacional en el punto de concentración. Apenas habían pasado unas pocas horas del contundente golpe español y las caras de cansancio exponían una noche compleja.

La fórmula de lo ocurrido en el estadio se repitió en el hotel: ninguno de los futbolistas habló con la prensa. Ni los experimentados Javier Mascherano y Gonzalo Higuaín. Tampoco los debutantes Maximiliano Meza y Lautaro Martínez, quienes sí habían sido abordados en la confusión por las cámaras cuando el 6-1 todavía permanecía caliente. Esta vez, el silencio fue la guía. No había demasiadas palabras para explicar lo ocurrido tampoco.

Los jugadores de la Selección Argentina llegaron todos juntos desde Manchester pero se fueron por separado rumbo a sus ligas
Los jugadores de la Selección Argentina llegaron todos juntos desde Manchester pero se fueron por separado rumbo a sus ligas

Éver Banega y Gabriel Mercado fueron las siguientes caras que irrumpieron por la calle. Subieron a un taxi que los trasladó hasta la estación de trenes y se perdieron en el horizonte rumbo a Sevilla.

Giovani Lo Celso, Nicolás Tagliafico y Marcos Acuña partieron detrás rumbo a París, Ámsterdam y Lisboa. El siguiente paseo por la alfombra negra tuvo como protagonistas a Nicolás Otamendi, Ramiro Funes Mori, Marcos Rojo y Sergio Romero, rumbo a Manchester y Liverpool.

El arquero todavía rengueaba por el golpe en la rodilla derecha tras el choque contra Diego Costa y Fabricio Bustos que tuvo como epílogo el primer tanto del partido. La luz de alerta se encendió cuando pidió el cambio. Los estudios apresurados descartaron el temor de una rotura ligamentaria y solo mostraron un traumatismo. Chiquito de todos modos expuso su dolencia con una renguera, mientras portaba en su mano la férula de protección.

Gonzalo Higuaín fue uno de los pocos que se marchó solo, con Turín como destino final. Para entonces, Jorge Sampaoli, los locales y Javier Mascherano esperaban que avance la mañana en pos de partir rumbo al Aeropuerto de Barajas donde abordarían los aviones que los llevarían a Argentina y China, respectivamente.

El Jefecito había sido uno de los primeros en aparecer por el lobby del hotel, a pesar de ser el último en irse, cerca del mediodía español. El plantel había arribado a la madrugada desde el estadio y el subcapitán asomó su figura cerca de las 6 de la mañana, poco antes de la partida de Biglia. Los horarios de sus movimientos marcaban con claridad que no había podido conciliar el sueño.

Luego de 10 horas de estadía, las últimas valijas argentinas desaparecían del bunker. Sampaoli, en compañía de Claudio Tapia, utilizó una puerta lateral para esquivar a la prensa y se subió al minibus de la Selección. Sentado en la primera fila del vehículo junto con Sebastián Beccacece y con la mirada perdida en el celular, su semblante era el de un hombre golpeado. La misma sensación que devolvió todo un plantel que en 77 días estará en Rusia.

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