La emotiva carta de despedida de los hijos de Houseman tras la muerte de su padre

"Algunos que creen que murió en la ruina, les decimos que no saben nada. Son ellos los que carecen de lo que a vos te sobraba: una familia, amor y cariño", escribieron en uno de los fragmentos

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Houseman murió a los 64
Houseman murió a los 64 años de edad

La muerte de René Orlando Houseman la semana pasada despertó la emoción de buena parte del pueblo futbolero. Los mensajes de despedida para uno de los jugadores más habilidosos que dio esta tierra se replicaron en diferentes sitios.

Desde César Luis Menotti hasta su ex compañero Osvaldo Ardiles. Nadie quiso dejar pasar la oportunidad de enviar su mensaje al Loco, el tercer campeón del mundo con argentina que pasa a la inmortalidad tras lo ocurrido con José Luis Cuciuffo y Rubén Galván.

Esta vez fueron sus hijos los que a cinco días de la muerte de su padre por un cáncer de lengua publicaron una extensa carta para dejarle su adiós. Diego Houseman, por intermedio de las redes sociales, la dio a conocer en nombre también de su hermana Jésica.

"Ya no hubo más freno ni más enganche que hiciera pasar de largo a esta enfermedad de mierda", afirman en uno de los pasajes.

"Para algunos que creen que murió en la ruina, les decimos que no saben nada. Son ellos los que carecen de lo que a vos te sobraba: una familia, amor y cariño. Ojalá la vida les dé una pizca de lo que a vos te dio. Ellos son ricos de billetes y pobres de alma. Nunca entendieron nada", señalan en otro momento.

EL TEXTO COMPLETO: "HASTA SIEMPRE, PAPÁ"

La foto que compartieron sus
La foto que compartieron sus hijos junto con el texto

Y un día tiraste el último caño, la última gambeta, y después de tanta lucha te sentaste arriba de la pelota y decidiste descansar, descansar en paz.

Fueron seis meses de lucha incesante, con altibajos y agotamientos de todo tipo, físicos, mentales, espirituales… Pero siempre te reponías y te disponías a jugar un rato más. Mamá te preparaba la pilcha y nosotros te llevábamos adonde sea, pero ya no hubo más freno ni más enganche que hiciera pasar de largo a esta enfermedad de mierda; y después de tanto el jueves 22 (que justo) decidiste no sufrir más y dijiste basta. Aunque nos duela debemos entender que fue lo mejor porque ya no sufrís.

Ahora te toca jugar en el cielo, donde quieren deleitarse con tu juego pícaro e inigualable, con tu arsenal de chiches, para reírte haciéndoles creer a todos que jugabas al fútbol… Vos solo te divertías. Hoy vas a jugar para el equipo del barba y seguro lo vas a hacer refunfuñar cuando llegues tarde. Pero ante tu excusa infantil, le sacarás una sonrisa y te dirá, como acá te decía el otro Flaco, algo más terrenal pero que te quiso como un padre, "entre y haga lo que sabe".

Tantos amigos y parientes ya te estarán haciendo de hinchada… Ojalá sean igual de leales que aquellos que vinieron a despedirte: los villeros, los quemeros y los sin bandera. ¡Cuánta demostración de amor! "Me hizo feliz", escuchamos varias veces esa noche. Nos dimos cuenta de que así fue, que hiciste feliz a mucha gente y eso no tiene precio. Tanto amor no tiene precio, como el amor que te tiene mamá después de 45 años, donde se bancó todas (pero todas, eh?) y ahí está: haciéndote marca personal en esta despedida en "TU" Palacio Ducó.

Y en el Bajo Belgrano no fue menos emocionante. Entrar al coliseo que te vio como jugador casi nada, pero como hincha te sintió siempre. Tu última pasada fue por nuestro Excursionistas, y nos tocó ver a tanto vecino saludándote con lágrimas en los ojos… Los mismos que te veían siempre en la esquina de Echeverría y Libertador, tu esquina que ya te debe extrañar también.

Cuánto dolor se veía en la gente que te fue a despedir… Un dolor directamente proporcional al amor que te profesaron siempre, y más se notó en el día en que se les fue el ídolo.

A nosotros no sólo nos dejó un jugador gigante como le dijeron en estos días: "El auténtico jugador del Pueblo". Eso nos pareció acertado, porque nunca se negó a una foto, a un autógrafo y mientras pudo, ayudó a todos. A nosotros además se nos fue un padre y esposo muy especial, tanto o más especial que cuando jugaba. Se nos fue papá. Un papá único e irrepetible, al que damos gracias por haber tenido.

Muchas veces nos preguntaban "¿Qué se siente tener de papá a René?". "No sé, yo siempre tuve el mismo papá, no sé qué se siente", respondíamos. Hoy podemos decir que sí sabemos qué se siente: se siente mucho orgullo, de esos que hinchan el pecho.

Y para algunos que creen que murió en la ruina, les decimos que no saben nada. Son ellos los que carecen de lo que a vos te sobraba: una familia, amor y cariño. Ojalá la vida les dé una pizca de lo que a vos te dio. Ellos son ricos de billetes y pobres de alma. Nunca entendieron nada.

René Orlando, "Cerdo", "Queno", "Hueso", "Loco", para nosotros PAPÁ, gracias por todo, por haber dejado todo, por siempre sacarnos una sonrisa aun en los peores momentos, por darnos una vida tan especial al lado tuyo. Fuiste nuestro ídolo y estamos tristes porque te vamos a extrañar mucho, pero a la vez tranquilos porque ya estás bien. Nos abruman los recuerdos, pero lo bueno es que al final de cada uno de ellos, aparece una sonrisa cómplice como la que teníamos.

Te amamos. Descansá, que la "7" siempre será tuya, en casa, en el Bajo, en la Quema, y ahora en el cielo.

Cuidanos a todos, en especial a mamá y a tus nietos Damián, Ezequiel y Catalina.

Diego René y Jésica Evelyn Houseman.

Tus hijos.

 

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