Corría la década del 70. René Houseman no se acordaba bien el año ni el partido cuando contaba esta historia (Metropolitano 1975), pero sí tenía claro lo que había pasado contra River, en un partido disputado en el estadio Ducó de Parque Patricios. Había salido la noche anterior y no regresó en las mejores condiciones a la concentración. Intentaron hacerlo reaccionar pese a su borrachera y lo mandaron a la cancha.
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En el vestuario, le dieron baños con agua fría y lo hicieron dormir una hora para que recuperara algo de sus energías. Su problema de adicción con el alcohol ya era sabido entre sus conocidos, pero sus cualidades técnicas como futbolista llevaban a pensar que aun disminuido podía sacar diferencias en un partido de alto nivel.
Tomó varias tazas de café, se puso los pantalones cortos e hizo lo que mejor sabía: gambetear. Así fue que convirtió para el Globo en el duelo frente al Millonario, pese a que enfrente tenía nada menos que al Pato Ubaldo Matildo Fillol. Inmediatamente después de celebrar su tanto, fingió una lesión y pidió el cambio cuando todavía se jugaba el primer tiempo. Ya había cumplido.
En la década del 90 hizo pública la anécdota y dejó al descubierto varias cuestiones más, como la controversia entre los dirigentes quemeros, que se dividían entre los que entendían que no transmitían un buen ejemplo al permitirle esas licencias y los que se dejaban llevar por el reclamo popular: los hinchas querían verlo siempre.
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