"La verdad es que no esperaba semejantes resultados. Y tampoco subir el Aconcagua". Paula Pareto se ríe desde Rusia cuando se da cuenta de que muchas cosas que le vienen pasando no aparecían entre sus prioridades cuando diseñó estos últimos meses. Luego de ganar el oro olímpico, hace dos años, la Peque planificó darle prioridad a su carrera, especialmente a la residencia de medicina que realiza en el Hospital de San Isidro. Pero la judoca es tan buena en su deporte, tan profesional y metódica en el día a día, y tan inquieta como persona, que cualquier cosa puede pasar. Por eso no extraña que en el Grand Slam de Ekaterinburgo que terminó este fin de semana haya sido medalla de plata y que pocos días antes estuviera en el medio de la montaña más alta de América, caminando hasta 18 horas por día. En ese caso no subió hasta la cima porque para una misión tan difícil es necesario un entrenamiento específico, pero aceptó la invitación de Fabricio Oberto de sumarse al grupo de deportistas que lo intentaron y se dio el lujo de llegar hasta Plaza de Mulas, ubicada a 4.300 metros (la cima está a 6.960).
"Fue una hermosa experiencia. En las mismas condiciones, con un grupo tan lindo y con un objetivo tan bueno, me gustaría intentar llegar a la cima", asegura Pareto, que volvió maravillada con la idea de subir al Aconcagua con fines solidarios y de transmisión de valores. Fue un grupo de 20 personas, entre ellos 12 deportistas que superaron problemas de salud. "Fue increíble ver a Silvio Velo (capitán de Los Murciélagos) pasar por lugares que a mí me costaba. A otro le faltaba una pierna, a otro un pulmón… no sé cómo lo hacían. La clave, como en el deporte de alto rendimiento, es la mentalidad, más que lo físico. Hay que bancarse muchas horas de caminata, pero lo difícil es no caerse mentalmente tras pasar varias semanas durmiendo poco por la altura, viviendo en carpas, pasando frío y haciendo tus necesidades de forma poco habitual. Una incomodidad permanente, día a día, que te puede hacer flaquear", analiza.
La Peque, encima, no tenía la base de entrenamiento para escalar. "Lo mío es lo opuesto. Yo hago circuitos específicos de judo, de pocos minutos y muy explosivos. Escalar es una carrera de fondo, nunca te agotás, pero no parás de darle… yo nunca caminé tanto en mi vida y pasé tanto frío. Llegó a hacer 10 grados bajo cero", precisa.
De los invitados apenas llegaron dos (el conocido conductor Julián Weich y Ezequiel Baraja) en una tarea épica para personas que no son montañistas o profesionales en ascensos. El resto fue quedando en el camino, como Oberto y Velo (llegaron a los 6.000). "La estadística dice que cumbre hace sólo el 30%. Dicen que los últimos 1.000 metros son los peores, por el cansancio acumulado y por la saturación del oxígeno en sangre que te genera la altura. Me fui con la inquietud de ver si mi cabeza lo aguantaría… en realidad, si me decís de volver a hacerlo por placer, te digo que no. Pero si se arma un grupo así, me animo. No sabés lo que eran las charlas con personas con semejantes experiencias de vida. Por eso digo que si hay otro proyecto parecido, con un fin solidario, me gustaría intentarlo", detalla.
En Pareto se ha despertado un interés especial por la ayuda social. Ya hace siete años que está metida en el programa Huella Weber que tiene Weber Saint Gobain, su sponsor. La misma consiste en que el deportista elija un lugar para que la empresa lo refaccione con sus materiales de construcción. "Ahora estamos ayudando en la infraestructura del Comedor Virgen de Itatí y Gauchito Gil de Pacheco. Antes iban 30 chicos carenciados y hoy asisten 200. Allí no solo comen sino que reciben contención. Y lo bueno es que, con el tiempo, lo que Weber no puede proveer, lo hacen sus proveedores. Se arma una cadena solidaria", comenta la Peque, quien se volvió feliz de Rusia por otro nuevo resultado. "Lograr medalla en cada torneo, en una categoría tan difícil y sin entrenar al 100%, no era lo que esperaba. Pero creo que ahora estoy luchando más con mi experiencia, con oficio y viveza. También es cierto que elegí bien los torneos y pude organizar bien mi tiempo", explica Paula.
Y enseguida valora el segundo puesto conseguido en Rusia. "Uno siempre se queda con un poco de bronca al perder una final, pero para esta clase de competencia es un resultado muy bueno, más sabiendo que fue el primer torneo del año y lo tomaba más que nada para agarrar ritmo competitivo. Por suerte las luchas previas a la final fueron positivas, porque fui corrigiendo cosas que en el año pasado me faltaron. En la definición mi rival, la japonesa Hiromi Endo, me plantó una buena estrategia y yo volví a sufrir por una vieja lesión en el brazo derecho. Pero bueno, una final no es poco, pensando en que la temporada recién empieza", razona. En abril se le viene el Panamericano y a mitad de año comienza la clasificación para llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio. A los 32, la Peque no afloja. Ni en el tatami ni afuera. Una deportista todoterreno, siempre preocupada por el otro.
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