El acceso de un niño al deporte puede ser una de las maneras más maravillosas de empezar a relacionarse de modo más estrecho con el entorno que lo rodea. La posibilidad de adquirir valores por intermedio de un juego apasionante aparece como una oportunidad difícil de rechazar. Fútbol, básquet, hockey, tenis, rugby y más. Las oportunidades son infinitas, pero en muchas ocasiones irrumpe un factor inesperado que transforma a esa práctica de esparcimiento en un auténtico martirio: los padres.
El psicólogo deportivo Marcelo Roffé realizó una extensa investigación en las categorías infantiles de las diferentes disciplinas y en 2003 publicó un libro –"Mi hijo el campeón"– en compañía de sus colegas Alfredo Fenili y Nelly Giscafré tipificando los diversos perfiles de padres que existen según el comportamiento con su hijo deportista.
En diálogo con Infobae, Roffé aclara: "Están los padres equilibrados por un lado, que son el 10%, y el otro 90% son desequilibrados. En la cultura del campeonismo o exitismo, y la dictadura del resultado, que van íntimamente ligadas, existen 90% de padres desequilibrados que ganan por goleada".
En total, el listado se compone de 12 tipos diferentes de padres: los equilibrados, sobreprotectores, indiferentes, entrenadores en la banda, hipercríticos, vociferantes, agresivos, exitistas, doble mensaje, padre sponsor, padre dirigente y el entrenador. Algunos de ellos no aparecen en el libro ya que el especialista explica que a través de los años la experiencia de su profesión lo obligó a incrementar el conteo con definiciones más precisas.
LAS DEFINICIONES DE LOS 12 PADRES
Equilibrados: es un verbo, "acompañar". Son apenas el 10% del total. Se preocupan por sus hijos pero no realizan preguntas por la eficacia. Padres que no exigen ni presionan; disfrutan al ir a verlos.
Sobreprotectores: son aquellos que invaden o presionan queriendo ayudar. Malogran lo que más quieren. Tienen afecto, pero los ahogan por exceso de cuidado.
Indiferentes: no se preocupan por lo que hacen sus hijos. No le preguntan ni se preocupan pero no como una estrategia para no presionarlos sino por falta de interés. Ni siquiera le preguntan"¿cómo la pasaste?".
Entrenador en la banda: hay dos tipos, el educado y el maleducado. El primero espera a llegar a la casa o en el auto para retar o contradecir lo expuesto por el técnico. El segundo lo dice en plena competencia, delante del entrenador y desautorizando su palabra. El fin es el mismo y sigue siendo tóxico, nocivo y patológico.
Hipercríticos: son aquellos que critican cada aspecto del deporte que practica su hijo y el entorno. Predispone mal. Se descargan haciendo catarsis en el escenario donde el hijo es protagonista, no ellos.
Vociferantes: gritan todo el tiempo, llaman la atención, quieren hacerse ver.
Agresivos: son peligrosos porque si bien es agresión verbal en general, también existe la física. Insulta, le baja el autoestima a su hijo, al compañero, al árbitro, a los rivales. Son fuente de estrés y agresión que terminan generando una presión.
Exitistas: tienen un problema de identidad, celebran los logros de su hijo como si fueran propios. Son insoportables porque no dejan que el hijo se apropie de lo que consiguió.
Doble mensaje: expresa dos pensamientos opuestos entre lo verbal y lo corporal. Uno de los ejemplos podría graficarse con el padre que se para junto a su hijo deprimido, con el lenguaje corporal de alguien vencido, y le dice: "Lo importante es competir". El mensaje no lo cree él ni su hijo. Ahí el niño se preocupa.
Padre sponsor: se ve más en el tenis, golf o automovilismo. Donde debe hacer grandes erogaciones de dinero. Le empieza a exigir a su hijo resultados acordes a la inversión que realiza. Eso se transforma en una presión.
Dirigente: aquel padre que ocupa un lugar en la comisión directa pero no porque le interese el club y lo que hacen los chicos. Lo único que quiere es que el hijo juegue y llegue a donde él quiere que llegue.
Entrenador: juegan el doble rol de padre y entrenador, situación compleja. El tenista Andre Agassi, por ejemplo, en una entrevista afirmó: "En un momento necesité que mi padre sea mi padre, no mi entrenador".
EL ÉXITO Y EL FRACASO
En la publicación de Roffé –psicólogo clínico recibido de la UBA y con un Master en psicología del deporte realizado en Madrid– no sólo está reflejado su paso durante cinco años en las inferiores de Ferro y los seis a cargo del área de la selecciones argentinas juveniles de fútbol en la época en la que José Nestor Pekerman era la cabeza del equipo, también figuran reflexiones de diversas estrellas que van desde la ex Leona Vanina Oneto hasta el múltiple campeón de tenis Ivan Lendl.
El especialista, que también fue parte de la selección argentina en el Mundial 2006, de la colombiana en el 2014 y actualmente trabaja en Rosario Central, aclara que los tipos de padres se pueden mezclar y transformarse en una especie "mixta" que contempla diversos aspectos de cada tipo.
Parte desde la premisa benévola de que todos los padres son equilibrados en el comienzo pero existen dos motivos principales por los que el 90% se pasa para el bando de los desequilibrados: "Que me salve económicamente –en países como el nuestro de tercer mundo, empobrecido digamos, donde un tercio de la población vive fuera del sistema– y que realice los sueños que yo no pude realizar. Que concrete lo que yo insinué o creí tener talento, y me di cuenta que no tenía".
Cada rincón de su consultorio situado en el barrio de Caballito es como una especie de currículum peculiar. Sus libros traducidos al japonés, fotos con futbolistas de la talla de Pablo Zabaleta, Lionel Messi, Javier Mascherano o el colombiano Juan Guillermo Cuadrado y decenas de camisetas firmadas por todos aquellos deportistas profesionales que pasaron por sus manos son un indiscutible reflejo de la huella que Roffé en las diversas disciplinas. Desde su experiencia y su estudio formó conceptos sobre el éxito y el fracaso, palabras lanzadas con un brutal hábito en el deporte y que muchas veces generan segregaciones ilógicas.
"Del éxito podemos hablar horas. No hay algo unívoco. En principio sería alcanzar lo que te planteas como un objetivo. El objetivo no es ni un sueño ni una meta. Para alcanzar un objetivo tenés que superar muchas metas, a corto, mediano y largo plazo. También hay que soñar, pensar en grande, pero en algún momento debés bajarlo a tierra, ponerlo como objetivo alcanzable", explica.
"Éxito es hacer lo que a uno le gusta. Es tener una pasión como motor. Para mí eso es el éxito –agrega–. A partir de ahí las cosas se te pueden ir dando o no. Éxito es tener pasión por lo que uno hace en cualquier ámbito, tener coherencia, resiliencia. Ser emprendedor, creativo. Ir para adelante aún con adversidades y tratando de buscar tu felicidad, que son momentos".
En el juego de los opuestos, en el otro polo aparecería la palabra fracasar, a lo que Roffé señala: "Fracasar sería no tener éxito o no poder alcanzar el objetivo. Podríamos entrar en detalles sutiles y yo decirte 'fracasar es no intentarlo'. Si vos lo intentaste y no lo alcanzaste, no es fracasar; te frustraste".
El rol de los padres en esto vuelve a aparecer y el especialista lanza una consulta: "¿Cómo hacen los padres para malograr a sus hijos y conseguir que abandonen el deporte?". La respuesta parece esconderse en la obligatoriedad de ser una estrella, una verdadera utopía. "Equivocan los objetivos, quieren que llegue a la élite sí o sí, y a la élite llega una cantidad infinitamente pequeña", responde.
Sin embargo, aclara: "Todos estos estudios están enfocados al deporte pero sirven para cualquier padre o para la vida, porque todos los padres somos imperfectos, no hay una escuela para padres".
Las estadísticas que Roffé saca a relucir marcan que en el fútbol sólo el 1% de los jugadores de inferiores –contabilizando desde la 9ª división en adelante– logran el objetivo de vivir de esta disciplina. Es decir: 1 de cada 100. "Llegan a tener un contrato y vivir del fútbol, pero puede ser en la A, B, C ó D, con sus respectivas variaciones salariales. Y creo que si ponemos la torta global de deportistas, es menos del 1%, mucho menos. Ahí es donde los padres equivocan los objetivos", sentencia.
Detrás del deporte no se esconde un trampolín rumbo al milagro económico o la posibilidad de concretar los sueños frustrados de los demás. Sí, en cambio, está la real posibilidad de adquirir diferentes tipos de valores. "Solidaridad, respeto por el otro, resiliencia, tolerancia a la frustración, saber enfrentar situaciones adversas y sobreponerse. Aprender a ganar y perder. Ponerte metas y alcanzarlas", enumera Roffé.
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