Antonio Barijho debutó como futbolista profesional a los 17 años con la camiseta de Huracán. Luego pasó a Boca, donde fue campeón nacional, continental y mundial. Antes tuvo que atravesar una dura infancia y adolescencia, aunque nunca perdió de vista sus sueño de triunfar.
"Cuando no tenía nada para comer, me compraba un sandwich de salame y queso para entrenar a la tarde. No comía pastas y fideos, no tenía a nadie que me los haga. Venía acá (a entrenar) con una rebeldía terrible", confesó en TyC Sports. Y además, remarcó que cuando llegó a primera solamente se vio la mitad de lo rebelde que había sido de más joven.
El Chipi llegaba con furia a jugar durante su desarrollo en las juveniles del Globo: "Venía con tanta bronca de lo que había pasado en mi vida. Venía con tanto hambre, sufrí tanto, no tenía nada y me costaba aceptar eso. Yo decía '¿por qué, dios? ¿por qué me tocaba esta vida?'".
Barijho experimentó en el fútbol suizo, ruso y ecuatoriano, además de pasar por varios clubes argentinos. Logró estabilizarse económicamente, aunque antes vivió en una pequeña pieza en la que tenía un balde grande de pintura donde apoyaba su televisor y un roperito que dividía la habitación con su hermano: "Él se empezó a perder en la droga. A veces venía pasado y me empezaba a sacar las cosas".
Nunca le robaron dinero porque, según él, lo escondía bien, pero el ex delantero que hoy dirige a la novena división de Huracán reveló que tuvo que empezar a cuidarse desde que concentraba con la primera, a la edad de séptima división. "Mi hermano sigue en la droga, sigue peleándola, tiene 52, 53 años. Fue todo muy sufrido, duro para nosotros", concluyó.
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