Nunca estuvo en discusión que la FIFA en sí misma es una de las más grandes empresas multinacionales del universo. No obstante a lo largo de su trayectoria siempre cuidó que los aspectos deportivos fueran priorizados y que la conveniencia de cualquier negocio no vulnerase ese principio.
El éxito de un Mundial siempre fue que el campeón resulte el mejor de todos cuantos compitieren, que se exaltara el juego limpio, que las estrellas de las selecciones nacionales de los diferentes países ofrecieren todo su talento, que surjan nuevas figuras, que los arbitrajes redujeran al mínimo sus admisibles errores, que las transmisiones televisivas optimizaran en imágenes sus mas modernas tecnologías, que los estadios estuvieren siempre completos, que haya fiesta en las calles, que las horas previas y posteriores formaran parte de días emotivamente imborrables, que la organización se aproximara a lo perfecto para garantizar orden y disfrute y que marcara un hito, una vara cada vez más elevada para el compromiso del siguiente organizador.
Apenas a un poco más de cuatro meses para que se inicie Rusia 18 (14 de Junio de 2018), pareciera que un nuevo orden se ha apoderado de la FIFA emergente que preside Gianni Infantino.
Es así cómo el modelo UEFA aplicado a la Champions League va tornando cada vez más elitista la política con la cual la FIFA maneja la venta de las entradas para los aficionados de todo el mundo, factibilizando la compra de los billetes a quienes más tienen económicamente en desmedro de quienes menos poseen.
La FIFA con el acuerdo absoluto de las autoridades rusas desde Vladimir Putin hacia abajo ha formulado un primer cambio que resulta fundamental: porcentaje para la venta según DISPONIBILIDAD en lugar de CAPACIDAD. O sea que así como hasta Brasil 2014 se disponía de un 13 por ciento de la CAPACIDAD de cada estadio para cada masa de hinchas viajeros ahora se determina la DISPONIBILIDAD. Bien, ¿y quien determina tal disponibilidad?: obviamente el organizador de manera unilateral y por lo tanto subjetiva.
Para llegar a esta medida claramente discriminatoria y de difícil control, la FIFA contó con la aprobación de los presidentes de las seis Confederaciones que integran su Comité Ejecutivo. O sea que Alejandro Domínguez de la Conmebol acompañó con su voto para que menos hinchas sudamericanos pudieran comprar sus tickets sean estos de Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia o Perú. Por cierto que también lo aprobaron Alexander Ceferin (UEFA), Victor Montagliani (Concacaf), Salman bin Ibrahim Al Jalifa (Asia), Ahmad Ahmad (Africa) y David Chung (Oceanía).
En los anteriores mundiales siempre se dispuso de una proporcionalidad razonable y anticipadamente conocida. Por caso la final del 2014 otorgaba a los países finalistas el 13 por ciento para cada selección actora (26 por ciento) y el resto (64 por ciento) para los espectadores locales. Si Brasil hubiese sido el finalista en lugar de Alemania o Argentina, el visitante tendría asegurado las 11.000 entradas del total de las 80.000 disponibles en el Maracaná. Llevada esa hipótesis a este nuevo orden las selecciones finalistas dispondrán de un 8 por ciento de la DISPONIBILIDAD algo que no sabemos que es, lejano de cualquier certeza, inasible, etéreo.
Traducido a cantidades concretas, los argentinos que se anotaron antes del 31 de Enero y que aplicaron ("Seguidores de cada pais", Categoría 2 según el nomenclador de la FIFA) dispondrán en Rusia para los tres primeros partidos de 1.600 a 1.700 entradas a los precios oficiales cuyos valores son de 165 dólares los tres primeros partidos, 204 dólares los octavos de final, 281 dólares los cuartos de final, 528 dólares la semifinal, 281 dólares la disputa del 3° y 4° puestos que son de compra obligatoria y 781 dólares la final. Esto importa 2.570 dólares y solo lo lograran por sorteo no más de 1.700 argentinos que residan en cualquier parte del mundo y acrediten su condición de ciudadanos con su respectivo pasaporte. La categoría 1 que es la mejor (Hospitality, VIP etc), no estuvo disponible para los argentinos bajo este sistema.
El bendito sorteo se llevará a cabo en Zúrich el próximo 13 de marzo. Ese día los compatriotas que hayan aplicado podrán saber si cuentan con su entrada para el Mundial. Será un privilegio toda vez que Argentina es el país con mas aspirantes a la compra de tickets superando a la propia Rusia y ocupando el primer lugar en el ránking mundial de entradas solicitadas.
Las federaciones no podrán vender entradas "per se". Ni se molesten en ir a la AFA a visitar a algún contacto pues no será como en mundiales anteriores. Adviértase que los propios actores del Mundial contaran con 700 entradas por encuentro como "Comunidad Futbolística" (Nomenclador FIFA) para sus jugadores, familiares de los jugadores, cuerpo técnico, sparrings, auxiliares, funcionarios, dirigentes, empleados y otras obligaciones políticas. Tal como se ve, el escenario que se presenta internamente será ríspido y confrontativo. Esas 700 entradas no alcanzarán siquiera para las obligaciones mínimas de la AFA. Por eso no se entiende como Alejandro Domínguez se subordinó mansamente al mandato del negocio de la FIFA antes que reclamar por las necesidades fácticas de sus federaciones afiliadas tal como ocurriera en todos los Mundiales anteriores. Para Brasil, Perú, Uruguay y Colombia también será un espanto disponer de tan pocas entradas.
Agotadas que serán las instancias "normales", esta nueva FIFA ofrecerá una alternativa ya conocida y eficiente pero en esta oportunidad algo compulsiva y de "última instancia". Y aquí viene una parte del negocio fabricado: se trata de las entradas de categorías superiores conocidas como "Hospitality" que vienen a ser las famosas entradas VIP de la categoría 1.
Estas entradas ofrecen un amplísimo menú: pueden adquirirse incluyendo los pasajes aéreos, hoteles en habitación doble, traslados a los estadios desde los hoteles, comida antes, en el entretiempo y al finalizar cada encuentro en carpas levantadas en los diferentes estadios, y otra serie de facilidades y ventajas a convenir. Los agentes oficiales designados por la FIFA son los empresarios mexicanos Enrique y Jaime Byrom. Sus empresas se llaman Match Hospitality (a cargo de Enrique) y Match Ticketing (a cargo de Jaime). Estos prestigiosos empresarios mexicanos vinculados a FIFA desde el 1985 cuando ayudaron a Guillermo Cañedo a la reconstrucción de las sedes de México para el Mundial 86' tras el terremoto, son los vendedores oficiales de FIFA y tienen a su vez por lo menos a un agente oficial en cada país participante (aquí es Rotamund). Ellos son socios del negocio de la FIFA. Cuantos más paquetes Hospitality se vendan más dinero ganará la FIFA.
Claro que estos "paquetes" tienen unos valores diferentes en relación con los servicios que ofrecen. Hoy habría que estimar en unos 9.750 dólares como mínimo adquirir una propuesta básica que incluya entradas, traslados y hoteles. Todo cuanto se agregare habrá de sumarlo a una base próxima a los 10.000 dólares.
Los tickets de ingreso tienen varias categorías y la ubicación es azarosa, puede tocar en un codo, en el centro o casi detrás de un arco. Lo importante es que hay una categoría 4 (Cuatro) que guarda un rico capítulo en la historia de los Mundiales. Esta clase de entrada escapa a cualquier control pues son aquellas de las que dispone el Comité Organizador Local y que tienen un fin político. Tanto la FIFA como el presidente Vladimir Putin han tomado la facultad de manejar esas entradas cuya cantidad y precio resultan incontrolables y que también constituyen un negocio del que participa la FIFA. Esta categoría 4 fue la que salvó a Dilma Rousseff (Presidenta de Brasil), a Joseph Blatter (Presidente de la FIFA) y a Jerome Valcke (Secretario General de la FIFA) del más grande papelón de la historia cual hubiera sido cancelar el Mundial de Brasil un año antes, en el 2013, mientras se disputaba la Copa de las Confederaciones considerado siempre como el ensayo final.
Tal como podrá recordarse la Copa de las Confederaciones comenzó el 15 de Junio de 2013 en Brasilia. Ese día en el estadio "Mané Garrincha", otros anteriores y muchos posteriores se produjeron manifestaciones multitudinarias en las calles de cientos de ciudades en contra del Mundial 2014 que arrastraba a su presidenta Dilma Rousseff, a su gobierno y también a la FIFA.
Joseph Blatter y Jerome Valcke entre otros altos dirigentes de la FIFA vieron, sintieron y padecieron en Brasilia aquellas protestas furiosas y se asustaron. De tal manera que Blatter y Valcke al día siguiente a la inauguración -16 de Junio de 2013- regresaron a Zurich. Valcke dijo un exabrupto al manifestar: "a estos tipos para que trabajen hay que darles patadas en el culo…"; y Blatter arribado de urgencia a Suiza dejó entrever que: "Se cancela el Mundial de Brasil, la gente está fuera de sí y van a matar a alguien…"
Mientras tanto, en el Copacabana Palace estaban alojados Julio Grondona, quien no había podido llegar a tiempo a la inauguración al conmemorarse el primer año del fallecimiento de su esposa Nelly, y Angel Maria Villar. Hasta el "Bar FIFA", recinto exclusivo para las altas autoridades de la FIFA dentro del hotel, llegaron desesperados los dirigentes Marco Polo del Nero y Jose María Marín (ambos declarados culpables y a la espera de condena en la causa FIFA-Gate) para pedir por favor que hagan algo por Brasil, por la Copa del Mundo, por el fútbol de Sudamérica y… por ellos.
En las calles de Río, frente al hotel Sofitel, a lo largo de las playas de Copabana y en los restantes 24 estados de Brasil, las manifestaciones crecían y las protestas eran cada vez más violentas. La gente reclamaba por los gastos que demandaba el Mundial (y también los Juegos Olímpicos del 2016), el destino del dinero que podía (o debía) tener un fin social de emergencia, los lujos de la FIFA y el valor de las entradas "para ricos".
Bajo una guayabera blanca de larga caída hasta casi la mitad de los muslos, con el pantalón gris oficial de la FIFA, unos zapatos negros acordonados y un pequeño celular con tapita en el bolsillo superior de esa guayabera, el vicepresidente Senior de la FIFA, les pidió:
.-A ver comuníquenme con Vilma. (Para Julio Grondona, Dilma siempre fue Vilma).-
.- Vilma (por Dilma) no llore, no se ponga así…Mire presidenta, el Mundial se va a hacer y hay una categoría de entradas que es la 4 que le vamos a dar para que usted se las regale a la gente o se las cobre barato y con ese dinero haga obra, usted sabe más que yo. Pero mire Vilma (por Dilma) diga que una parte de la gente podrá ver el Mundial a un precio barato diferente del que pagaran los extranjeros y los de la clase pudiente de Brasil.-
.- Y dígame Don Grondona, inquirió la angustiada Presidenta, ¿ yo puedo anunciar eso ahora oficialmente por la red federativa?
.-Si Vilma (en diálogo con Dilma), usted puede decirlo oficialmente cuando quiera, puede decir que habrá entradas baratas o gratis o lo que le parezca. Hágalo tranquila Sra Presidenta.-
En ese lugar se hallaban presentes los dos máximos dirigentes del futbol brasileño Marco Polo del Nero y José Maria Marín, el miembro del Comité Ejecutivo y presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar y la máxima autoridad legal de la FIFA en tales circunstancias, el escribano Fernando Mitjans, miembro del Comité de Apelaciones y Presidente del Tribunal de Disciplina de la AFA, cargo que afortunadamente sostiene. Ellos fueron los testigos "in situ" del acuerdo que "sacó de la manga" Grondona hablando con Dilma Rosseff esa mañana del 16 de Junio de 2013 en un recinto del Copacabana Palace de Río, mientras manifestaciones cada vez más numerosas y determinantes tomaban la entrada del hotel Sofitel, sede de las deliberaciones de la FIFA.
Esta categoría 4 – que existía pero sin preponderancia- pasó a ser una solución política para Brasil y un problema para la FIFA. Es esta una las razones por las que expulsaron a Jerome Valcke: esas entradas permitían deformaciones tales como una venta incontrolable cuyo precio impreso podía aparecer tachado convirtiéndose en una pieza física ideal para revendedores y especuladores.
Esa categoría de entrada, la 4, la dispondrá ahora el gobierno de Rusia para venderla, regalarla, revedenderla o tenerla de "comodín" para diferentes circunstancias en convivencia con la FIFA. Se trata de un hecho inauditable. Y pasar de proporcionalidad de capacidad de los estadios a disponibilidad en los estadios constituye un acto arbitrario también incontrolable. Quitar entradas a precio oficial para vender paquetes Hospitality, VIP o Super VIP resulta cuanto menos discriminatorio pues las superficies más amplias quedaran reservadas para las entradas o paquetes mas caros. A lo que se agregará el negocio financiero. Los que entreguen sus entradas ante la eliminación de sus selecciones recibirán la devolución del dinero pagado seis meses después. Se trata de cientos de millones de dolares fuera de cualquier control que irán a un mercado financiero inauditable con beneficios para la FIFA.
Por ahora lo único igualitario en Rusia será la obligatoriedad del "Fan Id". Se trata de una identificación hecha físicamente en plástico con una foto lo más perfecta posible y los datos filiatorios de cada persona que tenga su entrada. Sin ese plástico no se podrá ingresar a los estadios. Tampoco a los hoteles donde se hallaren alojados. Y si los datos no coincidieran con el poseedor de la entrada, éste y quien se la haya dado serán detenidos por la policía rusa y deportados una vez realizados los trámites consulares.
Conclusiones apriorísticas de Rusia 18': pagar caro cada cosa, portarse bien, no levantar la voz, no llevar pirotecnia ni redoblantes, evitar discutir o burlarse de los demás, olvidarse como en algún mundial anterior de revender alguna entradita "sobrante" súper valuada o ir a Moscú sin entrada con la argenta intención de "allá nos rebuscaremos, algo vamos a inventar". En Rusia eso será cárcel y deportación, mejor ni intentarlo…
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