Emanuel Ginóbili hace de los diccionarios de sinónimos apenas un objeto cargado de palabras porque no existe, al parecer, uno que lo describa en su magnitud. Gigante, magnífico, legendario, son algunas de las palabras que lo describen. Hay que hacer un combinado de varias para poder entender de qué se trata lo suyo que, por si alguno se le olvida, él se encarga de recordarlo con su juego fantástico. Anoche volvió a ser determinante, el por qué del triunfo de San Antonio Spurs ante Dallas Mavericks por 98 a 96 con una penetración asombrosa a tres segundos del final.
El estadio AT&T Center de Texas explotó de emoción, de alegría, de júbilo por una nueva intervención de su hijo pródigo, del emblema, del ícono, del que todo lo puede, aún cuando parece que a sus 40 nada más tiene por hacer, va y lo hace.
El triunfo, que tuvo a LaMarcus Aldrige como máximo anotador con 22 puntos dejó a los Spurs terceros en la conferencia Oeste que lidera Houston Rockets. Manu, por su parte, cerró una libreta con 12 puntos, cinco rebotes, tres asistencias y un robo en 22 minutos de juego.
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