Alejandro Ocampo no había cumplido 20 años cuando recibió el regalo más importante de su vida. Sus padres se gastaron todos sus ahorros para comprarle un pasaje de avión para que viajara a Europa a probar suerte. El joven nacido en Sierra Grande (Río Negro) y que transitó toda su infancia y adolescencia en Villa La Angostura fue engañado por su padre, que le pidió que lo acompañara a Bariloche a pagar unas cuentas y se encontró con la grata sorpresa.
Al igual que Rubén -su papá-, un ex prefectura, Alejandro se hizo pistero socorrista después de dejar la carrera de farmacología en Neuquén, debido a los costos que demandaba y que se le hicieron impagables. "Mi papá se retiró, empezó a esquiar y a trabajar en la montaña. Yo seguí su carrera", le cuenta a Infobae, a un par de años de haber aprobado el curso correspondiente para tener labores sobre la nieve.
Ya planificaba el verano con amigos cuando le dieron el boleto a Barcelona. "Fue un mundo nuevo para mí", describe el joven que voló al Viejo Continente junto a Kiro, un amigo barilochense al que conoció en el curso de socorrista. Pisó la ciudad catalana, recorrió 200 kilómetros en bus hacia Andorra y se alojó en la casa de Fernanda, una amiga que sería vital para conseguir su primer trabajo en el hotel Parador Canaro.
"Tiré mi currículum y me tomaron al día siguiente. A la semana conseguí un piso compartido a través de un amigo con el que vivimos juntos toda la temporada", relata el Negrito, apodo con el que lo llaman en confianza.
Hace algún tiempo, era habitual que buscaran gente que estuviera disponible para trabajar en Andorra durante la temporada, pero fue tal la demanda que los argentinos comenzaron a viajar directamente para Europa. Su padre creyó oportuno que hiciera experiencia cruzando el Atlántico y él juntó algo de dinero ayudándolo con trabajos de pintura y plomería. A los dos meses, se dio una situación completamente inesperada.
"Un día agarré la moto de nieve y fui a buscar agua caliente para el mate. De repente me encuentro a Messi con su hijo", dice con una voz que refleja la emoción que seguramente lo invadió aquel día. "Me quedé mirándolo como 30 segundos como una momia, no podía hablarle", agrega. Thiago, el hijo de la Pulga, estaba asombrado con la moto de Alejandro y el futbolista del Barcelona comenzó la charla, justo cuando estaba por entrar a la pista de nieve.
Lo vio con el mate, le preguntó cómo se llamaba, de dónde era y si trabajaba en ese lugar. Messi, acompañado de Thiago, Mateo (de apenas unos meses de vida) y la familia de Antonela -incluida ella- disfrutaba a principios de febrero de 2015 unos días libres para despejarse. Ale lo entendió a la perfección y no quiso atosigarlo con preguntas.
"Le convidé unos mates y charlamos, pero nada de fútbol, sólo de cosas tontas", cuenta. Hacía menos de dos meses, estaba pensando qué hacer con su vida en Villa La Angostura. De golpe, su vida cambió por completo y se halló hablando con su ídolo en el medio de la nada. Sí, la nada misma, porque repite una y otra vez que nadie perturbaba la calma de ese momento.
Después de calentar la garganta con sus mates durante un cuarto de hora, la Pulga se fue a tirar en trineo junto a sus familiares. Alejandro se dirigió rápido a su casa, situada a dos cuadras del complejo, para buscar una remera con los colores de Argentina. Esperó a que el rosarino terminara de almorzar y lo encaró para pedirle una firma y una foto. "La única camiseta que tenía era de una bicicletería de un amigo en La Angostura. Messi se tentó cuando le dije que no era de ningún club", se acuerda.
Horas más tarde, se decidió a publicar su foto con el astro del fútbol mundial, motivo por el cuál recibió mensajes de todo el mundo. "No le había avisado a nadie porque no quería interrumpir su descanso. Para mí Messi es el más grande. Es un ídolo por su humildad, por cómo es. Por suerte lo pude ver de otra manera, más allá de lo que la gente ve de él por televisión", explica el Negrito, que sigue los partidos del Barça como la mayoría en Andorra.
En La Angostura empezó a despuntar el vicio por el fútbol y a los 17 años debutó en la primera de Ayen Hue, pero por motivos laborales y el viaje a Europa modificó sus prioridades. Sin embargo, sus habilidades como extremo izquierdo cautivaron a un club de la liga de Andorra para contratarlo y comenzó a entrenarse en sus ratos libres. "Le conté a Messi que jugaba al fútbol y me aconsejó que me divirtiera y disfrutara", apunta.
Sin mucha continuidad por las responsabilidades con su trabajo, golpeó las puertas del Inter Club d'Escaldes, donde lo recibieron con los brazos abiertos. La idea de Alejandro es estar en la mejor condición física y futbolística para cuando se abra el libro de pases en enero y que ahí lo puedan fichar. "Hay competencia, es un lindo fútbol, competitivo y muy físico", explica.
Su plan es terminar la temporada trabajando en el hotel y después dedicarse de lleno al fútbol: "Me gustaría llegar a jugar en una liga más grande como la suiza, la rusa y, en algún futuro, la española, italiana o inglesa". Sabe que será necesario contactar a un representante o intermediario para dar el salto, pero asegura que "las condiciones las tengo".
"Jugar con Messi y Suárez en el Barcelona sería un sueño. Estoy a un pasito de sacarle el puesto a Dembélé", bromea el zurdo que también conoció al delantero uruguayo gracias a su estadía en Andorra. A él también le pidió una foto que tiene bien guardada.
Por ahora, no tiene pensado regresar a Argentina y anhela triunfar en el fútbol. Conoció el amor con Mariana –su novia, nacida en Buenos Aires-, a la que conoció en su periplo por suelo europeo y viven juntos. "La vida no es tan costosa acá, podés vivir bien si sabés administrar la plata", aclara.
Como de La Angostura dio un gran salto a Andorra, quién dice, pegue otro mayor, pise el césped del Camp Nou y tire paredes con Messi…
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