"Viste lo que yo te digo, tenés que ser culturista"
Aquella frase salió de la boca de Pablo Romano, dueño del gimnasio DiMaro ubicado en el barrio porteño de Villa Urquiza, y llegó a los oídos de Aída "Valeria" Agüero, para cambiar para siempre su vida.
Hoy, la rubia de 56 años se ha consagrado campeona mundial en los torneos de powerlifting, también conocido como levantamiento de potencia, en Iguazú 2014, Las Vegas 2015, Serbia 2016 y República Checa 2017. Ha levantado 215 kilos en sentadilla, 140 kilos en banco y 200 kilos en despegue, estableciendo récords en todas estas disciplinas. Además, fue subcampeona mundial de Miss Universo 2011 en la modalidad de fisicoculturista y multicampeona argentina de fitness.
Era el año 1993 cuando, la blonda mantenía un perfil bajo y pasaba sus horas en una peluquería, en donde trabajaba y se divertía con clientas rodeada de peines y tijeras. Un día, cuando paseaba por Barrio Norte, descubrió un gimnasio a pocas cuadras de su entonces casa e impulsada por sus recuerdos como jugadora aficionada de básquet y voley, decidió adentrarse allí para tonificar su cuerpo.
"Flaquita, 50 kilos, imaginate. Nada que ver con lo que soy ahora", bromea desde el otro lado del escritorio, en un cuarto del gimnasio en donde pasa horas de su vida, mientras luce sus uñas pintadas de rojo carmesí, que son una tierna y femenina culminación de un cuerpo que pesa poco más de 70 kilos y roza los 1,53 metros de alto.
Luego de decenas de divertidas clases de aróbic, donde la música predomina por sobre las máquinas, la rubia advirtió que su cuerpo no percibía cambio alguno. "Y entonces me dice el entrenador '¿por qué no hacés complemento?', 'Ah, no estaría mal', le dije", cuenta alegre. Y agrega inmediatamente: "94 eh", recordando que ya han pasado 23 años de aquella recomendación.
Su cuerpo empezó a cambiar y su destino encontró un nuevo rumbo, hasta ese entonces inesperado. "Vale si querés competir, yo no entiendo nada de fitness, tenés que ir hasta lo de Pablo", le aconsejó un compañero. Y así fue que llegó a la puerta del gimnasio DiMaro. El dueño la adoptó como su alumna y comenzaron a trabajar. Pero en el medio tuvo que dejar el entrenamiento aproximadamente durante dos años por el surgimiento del divorcio de su entonces marido y padre de sus hijos, cuyo nombre se negó a soltar.
"Cuando me separé, vine y le dije a Pablo 'me separé, estoy sola y ahora me voy a poner a entrenar a full y a competir'. Me voy a dedicar a entrenar y nada mas", rememora orgullosa de aquella decisión. "Me ayudó separarme, me sometí al entrenamiento y eso me hizo bien".
Pero su vida no dio un giro sólo en lo físico. Al recordar con tristeza lo difícil que fue salir del pozo depresivo que significó aquella separación, también mira con alegría haber aprendido de ese episodio y haber encontrado un nuevo compañero. "Ese día y vine y él (Pablo, quien observa la charla con atención a un costado del escritorio) me dijo 'vamos a tomar un café'. Él estaba solo yo estaba sola y bueno nunca mas nos separamos".
En ese gimnasio se forjó una historia de amor que llenó su corazón e infló sus músculos. Allí comenzó a dibujar su nuevo cuerpo, ya alejado de los 50 kilos que lucía como peluquera, y arrancaron las competencias. "Competí dos años, salí segunda, tercera, segunda. ¡Nunca primera!", recuerda, riéndose ahora de la bronca que masticó durante esa etapa en fitness.
"Viste lo que yo te digo, tenés que ser culturista"
Y ahora sí.
Con el objetivo de ser campeona bajo esta modalidad que no tolera que exista grasa alguna en el cuerpo, los trofeos comenzaron a acumularse: cuatro títulos nacionales, un sudamericano y un subcampeonato Miss Universo Bodybuilding 2011. Aquellas competencias no eran sencillas. No sólo había que levantar pesas para trabajar los músculos durante meses y luego lucirlos ante un exigente jurado, sino que además se necesitaba gracia y estilo sobre el escenario: "Vos podés tener un cuerpo hermoso, armonioso, pero si no sabés posar no sos nada (..) si no sabés posar o sos tímida olvidate. Tenes que ser bien canchera porque cuando vos empezás a posar te dicen 'abdominales y piernas' y empezás tuc, tuc tuc", sonríe mientras realiza algunas poses y aprieta músculos para imitar sus viejas performances.
Su éxito llegó hasta el living de Susana Giménez, en donde fue presentada como Valeria, aunque en su documento figura Aída. "Yo tenía 15 años cuando mi papa falleció y él se llamaba Valerio Agüero. Desde que falleció que tengo ese nombre. Y quedé en Valeria. A tal punto que mis hijas me dicen Valeria".
Su participación en el programa de Susana Giménez
Aquel subcampeonato fue un éxito en su carrera, pero también marcó el punto final de su etapa como culturista. "Estaba re contenta. Pero también estaba muy cansada, le digo a Pablo 'Yo estoy muy cansada', que se yo. Y él me dice 'No, ahora vas a empezar a hacer Power'. Uff".
Con su profesión de peluquera enterrada en el antaño, su cuerpo volvió a transformarse. Dedicada a trabajar para levantar la mayor cantidad de peso posible y superar así a rivales de cualquier parte del mundo, "Valeria" se mentalizó en conseguir una medalla con el número 1 en el centro. Y lo consiguió. Cuatro títulos mundiales de powerlifting, récords históricos y decenas de trofeos. "Pero trato de no ser muy varonil. Yo soy re femenina", remarca.
Así entrena la campeona mundial
Sus 56 años no son un impedimento y sostiene que sus rivales, a veces hasta tres décadas menores que ella, le temen. "Cuando me ven corren todos de mi", asegura entre risas. "Viene Valeria y dicen 'no, no'. O pesan más y se van a otra categoría, y yo le digo a él (volviendo a mirar a Pablo) 'no tengo con quien competir'".
Claro, este resultado es producto de su esfuerzo. No sólo mental y físico -no faltó ni un día a entrenar y nunca se corrió un centímetro de su dieta que no permite harinas y tiene su momento de esplendor cuando el arroz es acompañado por una pechuga de pollo- sino que además todos los viajes son financiados exclusivamente por ella y su pareja, lo que conlleva un sacrificio aún mayor.
Aída "Valeria" Agüero en el Mundial de Las Vegas 2015
"Es todo muy amateur. Tendría que ser así, que el premio te alcance para pagar el viaje. Yo teniendo un trofeo tendría que tener algo de ayuda, pero no hay", cuenta desilusionada, mientras explica que sus logros merecen algo más que un cuarto poco iluminado con trofeos y filas de admiradores extranjeros. "Vos no sabés lo que es mi Facebook, la gente de afuera. Decí que yo no manejo lo que es el idioma, pero tengo amigos de Israel, de Polonia, Canadá, Estados Unidos, Serbia, Finlandia, Budapest, un montón de gente que me mandan solicitudes".
Y mientras tanto, el tiempo corre. Cientos de personas pasan por ese gimnasio y la observan con sorpresa al verla trabajar, mientras escucha Metálica, sin saber que detrás de esa masa de músculos se esconde una fan de Ricardo Arjona, de la salsa, del Rock and Roll y una de las atletas más importantes del mundo.