La diferencia sobre el conocimiento teórico entre el director técnico más ilustre, prestigioso y ganador respecto de cualquier otro colega modesto o novato es mínima. Puestos ambos en un recinto para hablar sobre fútbol se advertirá que en el enunciado de la teoría la diferencia entre un top y un técnico del ascenso es mínima.
Si el discurso fuera sobre tácticas o estrategias, sobre jugadas con balón detenido, relevos en acción dinámica, integración de barreras en escala de envergadura física, acciones de distracción o cortinas y algunas otras variables tácticas, probablemente encontremos entre el mejor y el más innominado un elevado porcentaje de convergencias.
No será pues la teoría el factor distintivo sobre quien más sabe y "menos" sabe. Y si lo fuera es porque ese técnico le ha dado valor agregado a sus conocimientos futbolísticos al incorporarle diferentes cuotas de psicología, filosofía y vivencias personales que enriquecerán su discurso.
El fútbol argentino los ha tenido. Menotti fue "conceptualista", Bilardo "tacticista", Bianchi "pragmático", Basile "jugadorísta", Bielsa "esteticista" y así podríamos seguir hasta la veintena de paradigmas que marcaron épocas y estilos.
Los pioneros fueron Osvaldo Zubeldia y Juan Carlos Lorenzo para los "tacticistas" y Renato Cesarini y Juan José Pizzutti o Adolfo Pedernera para los "conceptualistas". Fue desde ellos que se desprendieron todas las tendencias que generaron rasgos estilísticos como el de Carlos Griguol o Angelito Labruna.
Unos iban al ataque con cierta prudencia defensiva y otros se defendían trabajando fuertemente las virtudes del contraataque. Unos y otros fueron campeones alternadamente alimentando la hoguera del debate más viejo y más actualizado del futbol.
Pero en todos los casos los distinguía el factor primordial para calificar a un director técnico: el ejercicio del liderazgo. Ayer, y hoy adecuando las circunstancias a los cambios culturales, el mejor técnico es aquel que sea capaz de liderar el vestuario luego el entrenamiento y luego el campo de juego mientras se desarrolla el partido.
Jorge Sampaoli acaba de recibir la más positiva lección después del triunfo de Argentina ante Ecuador por 3 a 1. Ahora sabe que para ejercer el liderazgo deberá convertirse en un respetado "actor de reparto". Alguien que sea capaz de decir que es Messi quien "nos lleva al Mundial y no somos nosotros quienes lo llevamos a él". Éste fue el sentido que quiso darle a unas palabras de defectuosa construcción idiomática en el marco de la conferencia de prensa post encuentro. Y estuvo muy acertado pues reflejó una realidad objetiva. Sin Sampaoli habrá Selección Nacional, sin Messi no. Dicho esto con un sentido metafórico.
No resultara desdeñoso para Jorge Sampaoli interpretar que los jugadores tomaron el control del equipo en el último partido tras los dislates de prueba y error llevados a cabo por el técnico en los tres primeros encuentros contra Uruguay, Venezuela y Perú. Surge de una percepción personal que "negociaron" la posición de Acuña como lateral contra la voluntad del jugador y del grupo y que Mascherano aceptó jugar en el fondo pero alternando continuamente con Biglia para que lo relevara. También nos quedo claro para interpretar particularmente que Di Maria jugó por voluntad de sus compañeros, que Messi eligió libremente el lugar del campo desde donde arrancar y que Biglia volvió a ser voluntariamente el volante central.
Este plantel tiene un líder que es Messi (ídolo a su vez de sus propios compañeros), un caudillo que es Mascherano y un indestructible grupo de amigos que son Romero, Di Maria, Agüero, Biglia, Higuain y Lavezzi a quien todavía y por ahora no convocó Sampaoli.
Estos jugadores son estrellas super millonarias y cualquier fideicomiso en un banco suizo podría asegurarles salud, educación y vivienda a los hijos de sus nietos. Sin embargo, ninguna causa supera el compromiso que cada uno de ellos siente con la Selección. Para cualquiera de ellos ser convocados, jugar y tener desafíos con la camiseta del seleccionado conserva la emocionante frescura de la parte amateur que debe vivir en el alma de un profesional de elite. Diríamos con certeza de testigos que "se mueren por jugar la Selección" y esa aspiración les resulta innegociable.
Si Sampaoli entiende esto y se suma al protagonismo acompañante en lugar de privilegiarse, estos jugadores lo harán crecer hasta justificar su injustificable designación. Se trata de equilibrarse, hacer cosas lógicas, saber escuchar a sus jugadores, desacelerar ciertas reacciones espasmódicas, bajar el volumen marketinero de proyectos inviables como el de pedir un lugar de entrenamiento en alguna ciudad europea para convocar jugadores a quienes poder entrenar algunos días de la semana.
Esas cosas son imposibles. Pero suenan a "técnico trabajador y detallista". Los jugadores saben que los calendarios lo impedirán y el proyecto que fue hablado en el reciente viaje, suena a "sanata" descalificadora. Un técnico que llega a este privilegio debería conocer el pensamiento del jugador y su teorema: "cuanto más se habla de proyectos sofisticados, herramientas tecnológicas, asistentes multitudinarios que demandan tiempo para recordar sus nombres, teorizaciones diversas sobre aspectos inéditos, más se alejan de la adhesión empática del jugador". A menos que, como en el caso de Sampaoli, no se haya sido jugador profesional.
Lo que sí podría hacer nuestro director técnico jefe es perfilar el proyecto de los juveniles que viene algo atrasado. Y obviamente estar atento a la logística del Mundial, aunque allí tendrá el respaldo de los funcionarios de la AFA, verdaderos expertos en el tema.
Tras el partido contra Ecuador que significó la clasificación para Rusia, se le abren a Jorge Sampaoli nuevas perspectivas de recomenzar su gestión. Serán éstos jugadores y nadie más quienes le permitan acceder a sentirse el técnico de la Selección en plenitud. Si volviera a escuchar la declaración de Messi en la zona mixta registraría palabras que también fueron para él: "Todos juntos", dijo Lio. Y enfatizo: "Estamos tranquilos, vamos a empezar a prepararlo de a poco. Vamos a crecer mucho, no es fácil jugar esta eliminatoria .A mis compañeros quiero decirles que esto es algo de todos, sufrimos mucho para estar en el Mundial".
Adviértase cómo Messi redunda en "estamos", "vamos", se dirige a sus compañeros para insistir en que es "algo de todos", de ellos, de los jugadores que además "sufrimos mucho para estar en el Mundial" ¿Quiénes? Ellos, los jugadores, sus compañeros. O sea aquí hay exaltación al plantel y un desafío del plantel. El técnico no aparece. Y es eso lo que deberá interpretar Sampaoli.
Saber leer las declaraciones de sus jugadores será una virtud fundamental para la convivencia. Biglia no dijo nada transgresor. Gustavo López en su programa "De una" por La Red le propuso un juego con indisimulable perspicacia: "Si hiciéramos un pan y queso (manera infantil de elegir a los chicos del barrio para ir formando cada uno de los dos equipos) y ganaras vos, ¿a quién elegirías para nueve de tu equipo?". Y Biglia respondió: "Uyy hay muchos y buenos, están Bendetto, Icardi, son jóvenes pero yo no dejaría afuera a Higuaín, el Pipita no se puede ir así de la Selección por todo lo que es y lo que dio, merece revancha".
Lectura inequívoca: "queremos que convoques a Higuaín". Procedimiento inteligente y convivencial que debiera priorizar Sampaoli como potencial líder de grupo: llamar a Higuaín. Sobre todo porque él no desconoce cuánto sufrió el Pipita al no ser convocado para estos dos partidos. Todos quienes están cerca de él sabían que Higuaín se "moria" por venir. Sin embargo no lo llamó. Error de Sampaoli que los jugadores le hicieron notar. También le marcaron que Agüero no puede ser incluido en una lista sin ingresar aunque sea unos minutos empatando contra Venezuela en River.
Deberá quedarle claro a Jorge Sampaoli que hay una estructura inamovible que dejará tranquilo a los actores del próximo Mundial. Sabrá que Romero, Mascherano, Biglia, Di Maria, Agüero e Higuaín no se tocan. Y a ellos habrá que agregarles a quienes han rendido y ya forman parte del núcleo afectivo: Mercado, Otamendi y Acuña más los arqueros suplentes Nahuel Guzmán y Agustín Marchesín.
La tarea que le espera a Jorge Sampaoli es evaluar a los demás jugadores que se irán incorporando para acompañar a los "intocables". Esa le será una facultad irrestricta al igual que acordar con los dirigentes de la AFA los partidos amistosos con carácter de test que pudieran concretarse desde ahora hasta las vísperas del Mundial, sin abusar y teniendo en cuenta las obligaciones programadas de la mayoría de quienes juegan en equipos top de las diferentes ligas europeas. A menor cantidad de partidos acumulados, mayores posibilidades de coeficiente físico competitivo.
Será el más difícil de los mundiales. Esta vez el sorteo a llevarse a cabo el primero de diciembre en Moscú alcanzará características determinantes. Los únicos rivales que no tocaran en la fase clasificatoria son los demás cabezas de serie: Rusia, Alemania, Brasil, Portugal, Bélgica, Polonia y Francia. No jugaremos con ninguna de estas selecciones en la primera ronda. Pero, en cambio, podrían tocar en el mismo grupo rivales como España, Inglaterra, Italia (si clasifica en el repechaje), México o Croacia.
También podrían estar en el bolillero Islandia, Costa Rica, Egipto, Irán, Serbia, Nigeria, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita o Panamá. Y por qué no, alguno de los nueve que están en repechaje entre quienes se encuentra Suiza… y será muy importante salir primeros en la fase clasificatoria, pues en caso de ser segundos podría tocar cualquiera de los otros cabezas de grupo ya mencionados como Alemania, Brasil, Francia, Bélgica, Polonia Portugal o Rusia… estamos frente al Mundial más difícil de la historia.
El desafío es extraordinario. Y Sampaoli está frente del más bello sueño de su vida. Ahora lo que se le requiere es que esté a la altura. Los jugadores darán todo. Y si él aprende a escucharlos, todo será más fácil.