Así lo vivió la Bombonera: de la fiesta teñida de azul y oro al tenso silencio de decepción

Los hinchas de Boca tuvieron su protagonismo, pero su euforia se contagió con la desilusión del equipo. En el cierre de la noche cantaron por el "Xeneize"

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Ya lo veo, ya lo veo, esta noche te alientan los bosteros…  el tema preparado por La 12 se escuchó durante toda la previa, mientras los líderes de la barra brava de Boca guiaban a sus laderos a buscar más cervezas y choripanes en las tradicionales parrillas improvisadas que por costumbre le ganaron el pulso a los innovadores Food Truck que se destacan en eventos de otra envergadura.

Desde temprano el alcohol acompañó a la hinchada que intentó jactarse del apoyo incondicional ante un equipo que brindó poco. El que no salta es un inglés… fue otro de los cánticos que surgían de los alrededores del Alberto J. Armando, antes de que el reloj marque las 20:30.

Con la caída del sol y el entusiasmo cargado, la Bombonera se pobló bajo un clima teñido por la Azul y Oro. La silbatina generalizada que buscó intimidar a los jugadores peruanos en el momento del precalentamiento se transformó en la primera ovación de la noche cuando se presentó el mejor jugador del mundo a hacer los trabajos precompetitivos.

(Amilcar Orfali)
(Amilcar Orfali)

Que de la mano, de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar… se escuchó desde las tribunas hasta que la música de Callejeros, Los Piojos, Kapanga y La Bersuit se apoderó del clima festivo que se vivía en el estadio. "La Argentinidad al palo" fue la canción que representó la jornada. Casi sin darse cuenta, el encargado de la musicalización envió un presagio de lo que ocurriría un par de horas más tarde.

El cotillón reciclado de Sudáfrica 2010 decoró un marco que se cargó de emoción en el momento de los himnos. El respeto por las estrofas incaicas fue una muestra de crecimiento como sociedad, y el ensordecedor aliento cuando sonó el Juremos con gloria morir erizó la piel de los presentes. Fue el momento en el que la Bombonera tembló por primera vez en la noche.

Los fuegos artificiales que cerraron con los eternos laureles que supimos conseguir, junto con la coreografía organizada para las cámaras de televisión redondearon un show extraordinario que hizo mover las paredes, los techos y el piso del Alberto J. Armando. Fue el segundo y último impacto de la mole de cemento.

(Amilcar Orfali)
(Amilcar Orfali)

Tras el pitazo inicial, la euforia fue mutando hacia la impaciencia. Cada vez que la pelota le llegaba a La Pulga, se percibía un ambiente expectante porque se sabía que algo podía suceder. La velocidad, la gambeta, los intentos de media distancia… todas las intervenciones del astro rosarino servían para levantar al público y su reconocimiento llegaba con una ovación.

Sin embargo, con el transcurso del partido los nervios fueron invadiendo a los simpatizantes. La combinación entre Taruco y Farfán que se produjo a los 33′ de la etapa inicial despertó una preocupación que de a poco se fue mudando hacia la desilusión.

Si bien hubo un intento de la masa por callar las críticas, los insultos de los fanáticos recayeron sobre Ángel Di María, Éver Banega y el Papu Gómez. Benedetto se salvó porque era local y con Gago los lamentos fueron compartidos. Los cuatro minutos que estuvo el volante en cancha ejemplificaron la desazón que acompañó durante las últimas instancias del duelo.

(Amilcar Orfali)
(Amilcar Orfali)

"Encima gana Chile. Estamos afuera del Mundial", le dijo un plateísta a otro con su oído pegado a una radio portátil. Otros, en cambio, se daban vuelta para preguntarles a los relatores de las cabinas qué pasaba en Santiago. Todos respondían con gestos tristes ante el 2 a 1 que conseguía el seleccionado de Pizzi.

Ni siquiera los últimos intentos de Messi de pelota parada llegaron a buen puerto. Y como si se tratara de un juego del destino, la última posibilidad para llegar al gol la tuvo Perú con el tiro libre de Paolo Guerrero.

La atajada de Chiquito Romero fue la última escena que provocó una mezcla de sentimientos. Los hinchas no sabían si aplaudir o repudiar a los albicelestes. El silencio se apoderó de la incertidumbre. Víctor Hugo Morales intercambió la mirada con un colega que lo admiraba en silencio como el resto de los presentes. El reconocido periodista se mordió el labio inferior con una muestra de desaprobación y se retiró. Los futbolistas abandonaron el campo sin dar declaraciones. En el sector de La 12 comenzó a sonar un tibio Dale Bo, dale dale dale Bo, campeón, la vuelta vamos a dar, La 12 va a festejar…

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