"Come on", dice el líder de la barra y su compañero, también afroamericano, comienza a batir el parche.
No resulta raro que en el Yankee Stadium, enclavado en el Bronx, el bombo sea el instrumento de cabecera. Se sabe, la globalización metió la cola también en el universo del fútbol.
Pero los fanáticos del New York City (NYCFC) llevaron este proceso imitativo al extremo y hoy entonan en las tribunas los hits de las hinchadas argentinas.
Con la música de "Matador", de los Fabulosos Cadillacs, alientan al equipo de la camiseta celeste cantando en español:
"Señores, soy del Celeste y tengo aguante
Por eso te sigo siempre a todas partes
Celeste es un sentimiento, lo llevo en el corazón
Daría toda mi vida por el campeón
Dale New Yooork, Dale New Yooork".
El éxito de los temas de Vicentico en Centroamérica y la ostensible presencia de mexicanos en la popular del NYCFC son parte de la explicación de este fenómeno.
Pero en la Major League Soccer de los Estados Unidos también suena la cumbia "Ay negra, negrita de mi vida", de Alcides, con la misma letra con la que Los Borrachos del Tablón o La 12 suelen inyectar ánimo a los jugadores de River y Boca.
"Vaaaamoooos, Vaaamos Celeeeeste
que esta nooocheee, tenemos que ganaaar".
La hinchada del NYCFC copia las canciones y la puesta en escena de los barrabravas argentinos. Sigue el desarrollo del partido siempre de parado y canta al son de bombos, redoblantes y platillos.
Pero no es desmedida ni agresiva, salvo a la hora de comprar. El merchandising del estadio es provocativamente generoso. Hay desde camisetas hasta shorts, pasando por gorras, vinchas, bufandas, banderas, vasos y llaveros. Difícil no rendirse a la tentación.
Por razones culturales, este "grupo partidario oficial", que nació hace menos de un lustro junto al club, prefiere la cerveza al vino, y el hot dog y los pochoclos al choripán.
Se lo conoce formalmente como Third Rail (Tercer Carril) y el isologo que lo identifica es una mano apretando con fuerza un rayo junto a las palabras thunder (truenos) y lightning (relámpagos).
De tanto en tanto se cuela entre sus integrantes alguna palabra en español. Esto obedece al alto componente de latinos, acaso los más proclives a ver fútbol en una ciudad mayormente partidaria del béisbol o el básquet.
Cada vez que la barra apela a las canciones que se escuchan en El Monumental o La Bombonera, recibe el afectuoso saludo del goleador y máxima estrella del equipo, el asturiano David Villa, quien supo jugar en el Barcelona junto a Lionel Messi.
"Ooooleeé, olé, olé, oleeeeeé, Viii-llaaaa Viii-llaaa", devuelven el gesto desde las tribunas, otra vez apelando al español, aunque más dispuestos a pronunciar la "ll" como "i" que como "y".
En los partidos, Villa atrae tantas miradas femeninas –hay numerosas mujeres en ese estadio de béisbol adaptado para jugar fútbol— como el italiano Andrea Pirlo, el otro crack del NYCFC que en pleno partido ensaya pasos de baile al ritmo de los hits argentinos.
El que realmente se siente como en casa es Maxi Moralez, el pibe que se crió en la ciudad santafesina de Fray Luis Beltrán y debutó a los 18 años en Racing como volante ofensivo.
Al llegar a Nueva York, Frasquito Moralez tenía cierta aprensión por su falta de dominio del inglés. Pero hoy admite que el Yankee Stadium se convierte en un bálsamo cuando lo reciben con esa maravillosa música que solía escuchar en El Cilindro.
Cuando el equipo gana, al cierre del partido se impone el "Vaaaamos Celeeeeeste" por sobre otros clásicos del repertorio bilingüe, que incluye una adaptación de When the saints go marching in. Entonces, las estrellas del club, agradecidas, tiran remeras y pelotas de regalo hacia la hinchada.
En cambio, cuando la suerte no acompaña, los miembros del Third Rail dejan de batir el parche, se olvidan de los hits argentinos y despiden a los jugadores con un tímido y vulgar "asshole", un sustantivo que se traduce al español como "pelotudos".
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