24 de octubre de 1976. Circuito de Monte Fuji, Japón. El presentador de la BBC Dickie Davies entrevistó a James Hunt en plena consagración en el Mundial de la Fórmula Uno. "James, ¿cuáles son tus planes inmediatos?", le consultó al campeón; "Emborracharme", le contestó el británico, fallecido hace exactamente 24 años como consecuencia de los excesos de toda su vida.
James Simon Wallis Hunt fue un piloto indomable, perteneciente a una de las generaciones más talentosa de la F1. Competía con nombres de la talla de Niki Lauda, su gran rival, Emerson Fittipaldi, Jackie Stewart, Ronnie Peterson, Clay Regazzoni o Patrick Depailler. Su amorío con la máxima categoría comenzó a sus 18 años, cuando sus padres le regalaron una entrada para ver el GP de Silverstone de 1965. Entonces supo que quería ser campeón del mundo.
Su incursión en la Fórmula Uno fue en 1973, cuando tenía 26 años y luego de pasar por categorías menores. Comenzó pilotando un March 73 en representación del equipo Hesketh Racing y rápidamente llamó la atención por su personalidad divertida y desfachatada. Para ello basta recordar el parche más provocador de su uniforme, que rezaba: "Sexo, el desayuno de los campeones".
Era un atrevido carismático. Acudió a una de sus primeras conferencias de prensa en pantuflas y acompañado de su perro, su acompañante más fiel pero no el único. Es que Hunt presumía de las mujeres que deseaban pasar siquiera una noche con él, y no era de negarse.
En la pista era un competidor nato y vehemente. Perdía la cabeza cuando consideraba desleal una maniobra de un rival, llegó incluso a golpear a un comisario de pista, a quien tumbó de una cachetada y a los segundos le pidió perdón.
La escasez de dinero de su primer equipo, con el que logró su primera victoria en el Gran Premio de los Países Bajos en 1975, hizo que la escudería se retirara de la Fórmula Uno, momento en que McLaren lo contrató ante la salida del brasileño Emerson Fittipaldi. Aquel salto fue el que le permitió consagrarse.
Fue la de los años 70 una época revulsiva del mundo. En sus inicios, Jimmy Hendrix y Janis Joplin morían de sobredosis. Nacían nuevos estilos musicales como el hard rock y el punk, este último idolatrado por Hunt. Richard Nixon renunciaba a la presidencia de los Estados Unidos por el caso Watergate, se fundaba Microsoft Office, finalizaba la guerra de Vietnam y los hippies se lanzaban a la conquista del mundo basados en la paz social y la libertad.
James Hunt era un hombre nacido para los 70. Se bajaba de su monoplaza y pedía cigarrillos y un vaso de cerveza. Se fotografiaba con mujeres y supo llegar en estado de letargo por las drogas y el alcohol a un entrenamiento privado en el circuito de Paul Ricard tras una noche de juerga en Salzburgo. Ese día el auto del británico dejó de aparecer en la pista luego de su salida y hubo temor con el sonido de una ambulancia, que advirtió que su McLaren estaba pegado contra un muro. Lauda, que había participado de la noche de fiesta y estaba en el circuito, temió por lo que pensaba había sido un tremendo accidente debido al estado de su rival en la pista, su amigo en la vida. Al llegar vio que el casco de Hunt estaba puesto en el habitáculo del auto y que el piloto yacía allí, dormido: "El estúpido había estacionado el coche, ¡y se había quedado dormido!", recordó el austríaco tiempo después.
En 1976 pudo lograr aquello que se había propuesto en el '65: ser campeón de la Fórmula Uno. Lo logró en el circuito de Japón tras una temporada en la que ganó seis de 16 pruebas, recordada por el accidente casi mortal de Lauda en Nurburgring, el que le permitió descontarle puntos a su máximo oponente. De aquel año fue testigo privilegiado el argentino Carlos Reutemman, quien entonces participaba como piloto de la F1. Tenía entonces 28 años y ya lo había vivido casi todo.
Le preguntaron a James Hunt, también después de una carrera, cuál era el secreto de su éxito y, tranquilo, respondió: "Tener las pelotas más grandes que los demás". Y quizá algo de razón tenía. Su manejo arriesgado y espectacular lo hizo protagonista de varios accidentes, algunos realmente serios. Pero Hunt no especulaba, creía que vivir era eso, ir siempre a máxima velocidad.
Invitaba a su paddock a mujeres, estrellas de rock y del ambiente del espectáculo. Los recibía con cajas de champagne y caviar. El principal sponsor de su auto aportaba los cigarrillos y las fiestas que allí se celebraban duraban hasta el amanecer. Puede considerarse a Hunt como un pionero del merchandising en la máxima categoría del automovilismo porque su personalidad y su disposición a romper todos los límites atraían a las marcas, que querían acompañarlo a como diera lugar. Para algunos era simplemente un carismático; para otros un arrogante, grosero, y maleducado.
Llegó el año 1978 y allí el accidente de Ronnie Peterson, a quien rescató de las llamas en que había quedado envuelto su auto tras un accidente y que falleció a las pocas horas. La falta de resultados con su nuevo equipo, Wolf, le indicaron que todo había llegado a su fin.
Se retiró de la Fórmula Uno en 1979 y desde entonces y hasta 1993 fue comentarista de automovilismo para la BBC. En ese último año se supo de su fallecimiento, ocurrido el 15 de junio en su casa de Londres, como consecuencia de un infarto. Su cuerpo ya no soportó más de aquella vida de constantes desafíos. Había nacido el 29 de agosto de 1947. Tenía 45 años.
La Fórmula Uno despedía a su niño rebelde. Al de la sonrisa constante, al de la respuesta revulsiva. En 2013, el director Ron Howard llevó algo de su historia al cine con la película Rush, celebrada por gran parte de la crítica. A 24 años de su muerte, muchos aún añoran que la personalidad de James Hunt aparezca de nuevo en el circuito.