Los 75 años del más grande, Cassius Clay

El recuerdo del mejor boxeador de todas las épocas: desde Foreman a Frazier, del “no a Vietnam” a sus años peleando contra una dura enfermedad

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El nocaut a Sonny Liston,
El nocaut a Sonny Liston, una de las imágenes más recordadas

—Muhammad, te lo pregunto con el fin de desmitificar de una vez el asunto: ¿tiraste la medalla de oro ganada en Roma porque no te dejaron entrar a un baño "sólo para blancos" en un restaurante de Louisville?

—Sí —me respondió tras uno de los entrenamientos en su cabaña de Kinshasa, esperando la pelea contra George Foreman (1974).

¿Qué pasó por tu cabeza?, ¿odio?, ¿rencor?, ¿impotencia?

No ser nadie, no ser nada. Desde que Joe Martin, que fue el policía que me separó en una pelea callejera por defenderme del robo de mi bici y me dijo que tenía buenas condiciones para boxear y me enseñó, quise ser alguien. Hice 100 peleas como amateur, hasta lograr el campeonato de los Estados Unidos. Fui olímpico. Gané la dorada en Roma y me consagraron el mejor. Vuelvo a mi pueblo. Tenía ganas de orinar. Me meto en The Old Kentucky, un restaurante. Todos me miran. Hacen silencio como si hubiera entrado un astronauta. Me siguen con la mirada. Y el dueño, desde la barra, me grita: "Oye negro, el baño es sólo para blancos". Me pregunté entonces qué bandera se había izado y qué himno se había cantado cuando yo, emocionado, estaba en el puto podio.

—Obviamente, el de los Estados Unidos —aporté para facilitar su relato…

—Eso fue, amigo. Era estadounidense para ganar, pero no lo era para mear.

—Te fuiste al puente y tiraste la medalla dorada al río Ohio, ¿fue así?

—Fue así.

—¿Y ya tenías la idea de convertirte al islam?

—Lo estaba pensando. Mi madre era bautista y mi hermana también lo era. Mis cuatro hermanos no iban tanto a los oficios religiosos. Pero el mensaje de mi madre era muy sereno, muy conciliador, muy resignado. A mí me llegaba más algo que desde la creencia me ayudara a pelear, a tener una causa, una motivación. El islam lo tenía. Me daba convicción, una prédica que buscaba la justicia, menos diferencias.

—Y creo —dije yo mientras elevaba los ojos cerrados, ayudando a la memoriaque fue después de ganar el Campeonato del Mundo contra Sonny Liston (1964) en Miami (K.O en el 7°) que le anunciaste al mundo tu nueva fe religiosa.

—Eso fue, así fue.

—Y aportaste mucho dinero a esa causa, ¿verdad? —inquirí cual inspector de impuestos…

—¿Y para qué sirve el dinero, si no es para causas justas…? —me contestó, ligeramente molesto.

Alí durante su estadía en
Alí durante su estadía en África para pelear contra Foreman (AP)

Ferdi Pacheco, su médico y asesor, se sumó, viniendo desde la puerta con el célebre periodista y escritor Norman Mailer, quien debía continuar grabando para su libro El Combate. Y Angelo preparaba al equipo para que, esa noche, el más grande de todos los tiempos se entrenara a la hora del combate: las 4 de la mañana en Zaire (ex Congo Belga, hoy República Democrática del Congo); las 10 de la noche –prime time- en la Costa Este de los Estados Unidos.

El privilegio de estar allí con ellos, de conversar, de verlos actuar con total independencia, de ir preguntando cada día dos o tres cositas, me hacían sentir un periodista bendecido.

El triunfo ante George Foreman en lo que se llamó "The Rumble in the Jungle" fue de las cosas mas emocionantes que me tocaron vivir. Alí me había hablado de cómo lo haría, de cómo dejaría que Foreman se le acercara, descargara y tirara hasta salirle por los laterales y ametrallar con los golpes ascendentes, en gancho. El plan era simple, pero riesgoso:

El nocaut a Foreman en
El nocaut a Foreman en la recordada pelea en la selva (AP)

—Ya lo verás a ese animal, amigo de los blanquitos, incapaz de decir algo contra la injusticia que viven sus hermanos. Ya lo verás, le dejaré el centro del ring y el ataque. Vendrá confiado y le saldré de contragolpe a velocidad de rayo. Picaré como una abeja y volaré como una mariposa… Y en cuanto vea el espacio, meteré mi guante hasta la muñeca en su maldita cara.

Las 100 mil personas que colmaron el estadio 20 de Mayo no dejaron de cantar aquello que Cassius les había enseñado: "Ali, bumaye" (Alí, matalo). Y tras el nocaut, en el 8° asalto, la selva fue un amanecer trepidante de emoción.

Hoy, el enorme Cassius hubiera cumplido 75 años. Su vida, en plenitud, sólo fueron unos 40 años cronológicos. Los primeros 20, hasta encontrarle un sentido a su vida. Y de los 20 restantes, sólo podemos rescatar aquellos que orillan 1984, cuando se le diagnosticó la enfermedad de Parkinson.

El día que rechazó ir
El día que rechazó ir a Vietnam “para no matar semejantes”

En el medio –del 62 hasta el 79–, la plenitud. El no a Vietman, la sanción en el 67, el regreso en el 70, el esforzadísimo triunfo ante Ringo Bonavena, los duelos con Joe Frazier, los más espectaculares que jamás brindó el boxeo del mundo en el nivel de los pesados. La derrota con Leon Spinks y su histórica revancha, para recuperar la corona. Los tres matrimonios posteriores a su primera mujer Sonji Roi (Belinda Boyd 4 hijos; Verónica Porsche, 1 hija; Laila, la boxeadora, y Yolanda Williams).

—¿Por qué esa enemistad a "muerte" con 'Smoking Joe' (Frazier), si en los tiempos en que estabas fuera del boxeo por sanción, él te prestó dinero y te mandó a su hijo para ofrecerte lo que necesitaras?

—Joe no fue limpio en nuestra primera pelea en el Madison. Me habló todo el tiempo, me escupía los hombros dejando caer su saliva hedionda, me humillaba tratándome de estúpido que le daba dinero a unos estafadores de la religión, se reía de mi estilo, me decía groserías: "Cobarde, los hombres pelean, no corren maratones sobre el ring". Y hasta se burlaba de mi mujer (Verónica, modelo y fugaz actriz). Eso… Joe nunca fue un rival limpio.

—Pero te ayudó prestándote dinero… —me animé a afirmarle en la suite del Marriot de Richtfield en una charla, mientras esperábamos la pelea frente a Chuck Wepner. Allí, en Ohio, a la sazón, pelea que inspiró a Silvester Stallone para escribir Rocky.

—Fue un viejo asunto. Me prestó y se lo agradezco. Pero no se da dinero y se le cuenta a todo el mundo. Además, él necesitaba que yo existiera, que volviera a pelear. Pero hubiera preferido una declaración pública a favor de la devolución de mi Licencia de Boxeador Profesional y no unos dólares. Eso habría sido más eficaz. Frazier me prestó dinero, es cierto, pero se calló la boca y tomó mi lugar.

El día que batalló contra
El día que batalló contra Ringo Bonavena

El odio entre ambos no pudo ser otra cosa que admiración. Juntos construyeron las más epopéyicas batallas que jamás se hayan visto y, al mismo tiempo, juntos se destruyeron. Las tres peleas fueron memorables. Frazier ganó la primera (el 8 de Marzo de 1971 en el Madison de Nueva York por puntos en decisión dividida, resignando su invicto) y Alí, la segunda, en el mismo escenario ( 18 de Enero del 74). Faltaba una tercera. Restaba, el "bueno".

Fue en Manila. El presidente Ferdinando Marcos puso el dinero. Tal como había ocurrido en Kinshasa, el mundo vivió pendiente del acontecimiento. Alí fue con Verónica, su esposa, y se apareció en Manila Yolanda Williams, quien resultaría, a posteriori, su última mujer. Esto confundió mucho al protocolo, pues al momento de ir al Palacio de Gobierno y tras el desfile multitudinario por las calles de Manila, Imelda Marcos, la primera dama, tenía regalos con el nombre de Verónica.

Nunca vi algo igual. Al término del 14° asalto, Joe y Muhammad llegaron extenuados a sus esquinas. Mientras el público deliraba y la emoción avanzaba hacia los tres minutos finales, los pies de ellos, los protagonistas, dejaban el inequívoco surco de ese arrastrarse instintivo hasta el refugio del leve descanso.

El primer combate entre Muhammad
El primer combate entre Muhammad Alí y Joe Frazier fue denominado la Pelea del Siglo

Cuando Alí llegó a su esquina, le ordenó a Angelo Dundee que le cortara los cordones de los guantes. Había decidido abandonar. "Es todo, Angelo, no puedo hablar, quítame los guantes, nos vamos…".

—¿Eso, exactamente así, le dijiste? —le pregunté en el restaurante La Cabaña de la Avenida Entre Ríos en una cena ofrecida durante su visita para el aniversario de la revista El Gráfico.

—Eso dije, no podía nada, ni hablar, ni caminar, ni respirar, ni pararme.

Sin embargo, ocurrió algo misteriosamente azaroso aquella noche infernal de "Thrilla In Manila" ('Suspenso en Manila') con más de 37 grados en el estadio. No se podía respirar. La ropa se pegaba al cuerpo. Y el sudor bajaba desde la frente hasta los pies. Eso para nosotros, los espectadores. Ahora a imaginar a los protagonistas. 14 rounds pegándose. Cuarenta y dos minutos sin tregua. Dando y recibiendo. Saliendo y entrando. Cambiando golpes. Imposible, viéndolo desde abajo. Imposible, combatiendo sobre el ring…

—Muhammad, sólo te pido un favor, un enorme favor. Escuchame sin mover la cabeza. Sólo escuchame —le imploraba Angelo Dundee.

Alí, exhausto, sin minerales, ni potasio, ni reflejos, ni aliento, ni claridad, se quedó callado y siguió escuchando:

—Ahora te vas a quedar sentado y cuando suene la campana te ayudaremos a ponerte de pie. Sólo eso. Ponerte de pie. Sé por qué te lo digo Muhammad, por favor, sólo hazlo, por favor… No permitiremos que te pegue un solo golpe más, pero te tomaremos de las axilas, haremos palanca y te ayudaremos a ponerte de pie. ¿Ok? Sólo eso…

— Seconds out, fifteenth and final round [Segundos afuera, 15° y último round] —anunció el locutor ante un estadio delirante.

— Ahora, ahora, ahora… vamos de pie —ordenó Dundee, el entrenador. Alí, ayudado y como pudo, lo hizo. Se puso de pie. Igual que la gente. De pronto, el murmullo, la explosión, el estallido. Joe Frazier, el noble y grande de Joe, se quedó sentado en su esquina. Tampoco él podía más. Y Yancey Durham, su maestro y entrenador, tiró la toalla.

Nunca se vio nada igual. Y difícilmente se iguale. Los dos animales brillosos y brillantes en una lucha dramática, honesta, generosa, extenuante y final…

Cuando León Spinks le ganó el título (febrero del 78) sabíamos que iría por el desquite. Por la tercera e inédita recuperación. Y aquella noche del 15 de septiembre del 78, ante mas de 100 mil personas, lo logró. Recapturó su corona por tercera vez. Increíble. Sólo él…

Muhammad Alí en una sesión
Muhammad Alí en una sesión de fotos histórica: con los Beatles

En el 80 lo vi pelear por última vez contra Larry Holmes, un ex sparring. Que, aunque con sabiduría, estaba lejos de su maestro. No obstante, Holmes, casi sin querer castigarlo, le ganó…

Estábamos en el Caesars Palace. Me acerqué, como siempre, a su suite. Como siempre, la multitud del séquito conocido y aquellos nuevos que nunca faltan, impedían el diálogo claro.

— ¿Fue la últma Muhammad? —le pregunté para mi nota en El Gráfico.

—La última debió haber sido hace mucho, pero nunca habrá una última en mi deseo. El tiempo dice cuando es la última…

Sería con Trevor Berbick en Nassau. Una cita estadística. Una maldición contra la decrepitud.

Hoy cumpliría 75 años.

¿Qué le diría usted si tuviera que pronunciar algunas palabras de celebración durante un brindis familiar, imaginario, íntimo? ¿Diría, por caso, algo así?

Atención, atención, por favor, un segundo… Brindemos por Cassius Marcellus Clay o Muhammad Alí, un niño pobre de Louisville, Kentucky, que fue Campeón Olímpico de los semipesados en Roma en 1960.

Brindemos por sus 22 victorias en 25 peleas profesionales, en las que logró tres veces el Campeonato del Mundo de Peso Pesado, a pesar de haber sido sancionado por negarse a ir como combatiente a la Guerra de Vietnam en 1967.

Recordemos al deportista sobre quien se escribieron cinco libros, se hicieron cuatro películas, dos peleas virtuales —Rocky Marciano y Superman—, se le otorgaron decenas de premios y honores y es símbolo del olimpismo encendiendo los pebeteros de Atlanta 1996 y Londres 2012.

Brindemos por él, por haber sido una de las veinte personalidades más influyentes de los Estados Unidos de América, consagrado como el mejor boxeador de todas las épocas. Levantemos las copas por quien nos dejó el 3 de junio del año pasado tras muchos años sobrellevando el mal de Parkinson.

Salud Cassius o Muhammad. No habrá ninguno igual, no habrá ninguno…

Alí con Foreman, cuando recibieron
Alí con Foreman, cuando recibieron el Oscar por el documental de la ‘Pelea en la Selva’ (AP)

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