"De chiquito estábamos en la escuela y me decían qué iba a ser de grande y yo decía jugador de fútbol. Los profesores se me reían, pero era lo que me salía". Santiago Ascacibar sabía desde antes de tener memoria que su destino iba a estar en un campo de juego. El jovencito que ya piden todos para la Selección intentó incursionar en la facultad, pero la atracción de la pelota fue más fuerte.
"Me había anotado en antropología pero no llegué casi a cursar porque justo me habían subido para la pretemporada de Primera. Elegí esa carrera porque me gustaba la historia, los acontecimientos del pasado; dije 'me la juego acá'. Después me di cuenta que no me gustó", explica en un mano a mano con Infobae en medio del parate de las prácticas de la Sub 20 que en unos días comenzará su participación en el Sudamericano.
Ascacibar presta real atención ante las preguntas, sostiene con firmeza la mirada durante la media hora de entrevista y mide con precisión cada palabra que va a decir. Tiene 19 años, lo delatan su documento y un rostro con más marcas de adolescencia que de vejez, pero la forma de pararse ante el mundo lo pintan como alguien que suma al menos una década más.
"La responsabilidad siempre está en uno, pero creo que todo el equipo es importante y eso debería estar en cada uno de nosotros", advierte sobre el rol de líder que debe interpretar en una selección juvenil casi sin figuras. La frase suena al clásico cassette que sacan a relucir los futbolistas ante los micrófonos, pero cuando el Rusito da los argumentos de su respuesta la cinta se destruye: "Para mí la igualdad es lo principal. Las cosas deben ser iguales y parejas para todos. Por ejemplo, uno mismo de este lado no puede darle una nota a uno y a otro no".
A lo largo de la conversación mostrará un vocabulario amplio y casi no repetirá palabras en demasía. Salvo dos: familia y equipo. Esa combinación no es casual: su casa se compone de 9 integrantes, contabilizando a Rodrigo Marinelli y Emmanuel Sosa, dos compañeros de Estudiantes a los que los Ascacibar adoptaron.
"Mi viejo los aceptó, que no es nada menor. Llegaron por diferentes motivos, uno porque tuvo problemas en la pensión y el otro venía a casa todos los fines de semana hasta que el club me habló para incorporarlo", detalla.
"Es divertido, la pasamos bien. Siempre estamos haciendo algo. Al ser tantos, no queda otra", confiesa este hombre en cuerpo de adolescente que reconoce la influencia de la Escuela Pincha en su forma de ser: "Si hubiese jugado en otro club no sé si sería de la misma manera".
El rubio confiesa que "es difícil explicar lo que es Estudiantes", ese club que lo cobija desde que tiene 9 años. "En muchas cosas es una familia. Parece que no, pero todos se enteran de todo. Siempre está uno que te dice: 'Esto es así'. No es que te van a dejar volar, ellos siempre están marcándote algo y creo que esas cosas me sirvieron mucho", retrata los hilos que componen a esa histórica academia futbolística que es el club de La Plata.
"Al margen que la familia también te forma, a mí en el club me formaron muchísimas cosas en lo que es la vida. Estudiantes te marca mucho", subraya sin vacilar.
El entrenamiento de la Sub 20 que buscará el pasaje al Mundial de Corea del Sur en el Sudamericano de Ecuador acaba de culminar. Las cámaras de televisión lo persiguen con insistencia porque es la figurita del plantel, el capitán al fin y al cabo. El Rusito no teme: se para con madurez para responder y sabe qué límites va a traspasar ante las propuestas de los intrépidos periodistas.
"Siempre estoy disfrutando de lo que hago, al margen que por ahí hay cosas que no te gustan o cosas que te gustan menos o más. Pero siempre hay que estar al pie del cañón en lo que uno tiene que hacer como jugador. Si a veces hay algo que no lo quiero hacer y se tiene que hacer, hay que hacerlo", repite un lema que bien pudo haber aprendido en su club natal.
– ¿Quién es tu ídolo?
– Ídolos no tengo –se planta–, sí referentes. Javier Mascherano es uno de los que me crié viendo.
El nombre del Jefecito aparece y es en el único momento en el que Ascacibar va a trastabillar. Su niñez florece de manera inesperada. Su nombre apareció como recambio del hombre del Barcelona cuando el enardecido público bañó de injustas críticas al equipo argentino que perdió la última final de la Copa América en Estados Unidos.
– ¿Le pediste una foto cuando lo cruzaste en Ezeiza?
– No, no, no, no –repite casi tartamudeando–. No me animo. Me daría Vergüenza. No le pediría una foto.
Santiago sale del incómodo momento con elegancia y da una lista de los otros nombres que también son referentes en su puesto: Mauricio Sena, Raúl Cascini, Juan Sebastián Verón y Rodrigo Braña irrumpen en la nómina. "Son nombre que se asimilan a mi estilo de juego. Yo miraba y decía estos son los que realmente me gustan… ¡Y me gusta ese estilo de jugador!", explica su elección.
La nota va llegando a su final y en la puerta lo espera un familiar en un modesto auto para llevarlo nuevamente a su casa. El Rusito hablará de los tres pilares para jugar como mediocampista central –"Jugar a dos toques, estar siempre bien posicionado y ser agresivo en la marca", anota– y volverá a elogiar a Mascherano ante la pregunta de sus sensaciones por ser uno de los pedidos de los hinchas para la Mayor.
Su última reflexión, sin cassette nuevamente, llegará cuando se le pregunte por un mundo futbolero que está repleto de tentaciones para cualquier pibe de 19 años que tenga ganas de marearse: "Tenés que tener la cabeza clara en lo que querés y después de ahí está en vos hacer lo que quieras. Si querés tener autos lujosos y minas, los vas a tener; si no querés tenerlos, no los vas a tener. Nadie te pone un arma en la cabeza y te dice 'hacelo'. Pero tampoco hay que juzgar eso, porque cada uno es responsable de lo que hace y cada uno es libre en su vida de hacer lo que quiere".
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