"A los 11 años mi entrenador abusaba de mí, me arruinó la vida", confesó en una extensa y lacrimosa nota publicada por el diario The Guardian el ex futbolista inglés Andy Woodward.
El defensor, nacido el 23 de septiembre de 1973, tiene hoy 43 años. Esperó casi 30 para animarse a contar su horror que, asegura, es también el de varios otros –que calcula en cientos- que pasaron por los clubes donde trabajaba como formador de juveniles Barry Bennell, quien en 1998 recibió una sentencia de nueve años de cárcel tras admitir 23 abusos de niños de entre nueve y 15 años.
Las vidas de Woodward y Bennell se cruzaron allá por inicios de los 90 en el marco de la English Football League, la liga de fútbol de Inglaterra fundada en 1888 y que la hace la más antigua del mundo y la más importante en el Reino Unido hasta 1992 cuando algunos clubes se separaron y crearon la Premier League.
Entonces Woodward realizó una prueba en Stockport Boys y Bennell, que estaba allí como un cazatalentos, lo invitó a participar de la escuela de formación del Manchester City, para la que trabajaba. "Yo solo quería jugar al fútbol", dijo cuando contó por qué aceptó la propuesta del pedófilo, por aquellos tiempos considerado como el técnico de juveniles más prestigioso de su país, de alojarse en su casa para favorecer, según le dijo, la cercanía con el club Crewe Alexandra para el que finalmente jugaría.
Los abusos de Bennell se daban en su propia casa. Utilizaba la violencia física y psicológica. Advertía a los niños que si lo molestaban los sacaría del equipo. El miedo se transformó sin embargo en terror cuando en un momento el entrenador comenzó a tener una relación con la hermana de Woodward cuando esta tenía 16 años. "Él tenía completo poder sobre mí en esa etapa. Era como un doble golpe y él trataría de abusar de mí a veces incluso con mi hermana en la misma casa. Más tarde, cuando su relación se hizo pública, vendría a la cena del domingo todos los fines de semana, sentado con mi madre y mi papá y mi familia, riendo y bromeando. Estaba tan asustado de él que tuve que sufrir en silencio", lamentó.
El espanto continuó porque Bennell finalmente se casó con la hermana de Andy Woodward cuando la joven tenía 18 años. "Tuve que asistir a esa boda cuando en realidad yo quería desgarrar su garganta", dijo.
El defensor llegó a debutar en el primer equipo del Crewe pero recordó que su carrera estuvo plagada de lesiones que más que físicas eran mentales. "Yo quería desesperadamente ser futbolista. Es todo lo que viví. Sin embargo, había tanta ira y el dolor dentro de mí que en realidad el fútbol, este juego que me gustaba, se llevó mi vida de niño. Se sentía como si estuviera en dos mundos".
Woodward sólo pudo comenzar a hablar de su padecimiento en 1995 acaso por el valor que le dieron otros jóvenes que habían comenzado a ponerle palabras al horror y a denunciar ante las autoridades a Bennell. Pero continuó jugando y en 1999 llegó al Sheffield United. Woodward tenía 24 años cuando Bennell fue a la cárcel, un año antes, lo que le había traído cierta calma: "Durante las dos temporadas siguientes jugué un poco del mejor fútbol de mi carrera. Tal vez sentí que lo había conseguido y que podría finalmente seguir con mi vida".
Pero un día cualquiera, cuando se encontraba de compras en un supermercado, comenzó a sentir una extraña y desesperada sensación. "Mi corazón latía de manera galopante, no tenía aire, sentí que iba a morir. Pude volver a mi casa, llamé a una ambulancia y en el hospital los médicos me dijeron que había sufrido un ataque de pánico". Poco después, a los 29 años, ya no soportó los efectos secundarios de lo vivido y abandonó la profesión.
"Por suerte hay muchas personas de distintos ámbitos que se animan a contar por lo que han pasado. Pero en el mundo del fútbol es aún más difícil hablar. Sólo ahora, a la edad de 43 años, siento que realmente puedo vivir sin ese secreto y esa carga enorme y horrible. Quiero sacarlo y dar a otras personas la oportunidad de hacer lo mismo. Quiero darle fuerza a la gente. Yo sobreviví. Perdí mi carrera, que fue una gran cosa para mí, pero todavía estoy aquí", destacó en la nota que dio al diario The Guardian y que tan fuerte ha impactado en el mundo del fútbol, principalmente en el de la formación de jugadores.
En mayo de 2015, Bennell recibió otra condena a prisión al constatarse otro abuso, ahora de un niño de 12 años. Al respecto, a Woodward le preguntaron si podía vivir en paz: "Nunca podré vivir en paz. Para mí él ha matado, matar es lo que nos ha hecho debido a que nuestra vida nunca será igual".