Luego de la séptima edición del torneo de básquet callejero más importante del mundo, King of the Rock, la propuesta se basó en presenciar el clásico futbolístico que protagonizaron Partizan y Estrella Roja, los dos equipos más grandes de Serbia que son reconocidos internacionalmente por el show que brindan sus hinchadas.
A medida que uno se va acercando a las instalaciones del Stadion Partizanna, la presencia policial va en aumento. Desde el bus, se aprecia cómo el número de efectivos va creciendo hasta arribar al escenario, donde el imponente personal de seguridad, montado a caballo, aguarda por los aficionados que van buscando sus ubicaciones.
La capacidad es limitada (el campo tiene un aforo para 32.710 personas), pero las tribunas reflejan que el fervor de las parcialidades no entiende de límites, dado que las instalaciones están desbordadas. Si bien algunos afortunados logran sentarse en un puñado de butacas, en la platea la mayoría de la gente está de pie.
Salen los equipos y el primer show lo brinda la popular visitante. Las bengalas rojas decoran el cielo celeste con los débiles rayos de sol que se van escondiendo para darle lugar a la noche de luna llena. Como si se tratara de un acto de caballerosidad, los locales esperan a que termine el espectáculo de sus rivales para dar comienzo al suyo: en este caso con humo negro.
Cuando el árbitro da inicio al partido, en las gradas continúa la fiesta acompañada de pirotecnia. Las bombas de estruendo explotan a escasos metros de los uniformados que se encuentran dentro del campo de juego y los bomberos corren de una tribuna a la otra por precaución. Se trata de un hecho cultural, no de incitación a la violencia.
El encuentro cerrado colabora para que los hooligans continúen con su repertorio. A los 25 minutos del primer tiempo llega el turno de los homenajes. Con dos banderas gigantes, que cubren casi todo el sector, los ultras del Partizan le dedican canciones a sus ídolos de otra época. El fondo celeste y las imágenes en blanco y negro hacen suponer que se trata de ex futbolistas de la etapa más gloriosa de la institución.
En el complemento se repiten los actos, aunque se establece una diferencia: en esta oportunidad los hinchas del Estrella Roja queman algunos trapos con el escudo de su clásico rival. La reacción consta de una silbatina generalizada y el encendido de nuevas bengalas para tapar lo que muestran los de enfrente. Nuevamente sin ningún intento de agresión física.
La oscuridad de la noche ayuda a los hooligans a conformar un espectáculo más vistoso. Sin embargo, en el aspecto deportivo los jugadores continúan sin ofrecer mucho. La ausencia de Pablo Mouche en el conjunto visitante incidió en el atractivo para los pocos argentinos que se acercaron al derbi.
Recién en el último minuto se produce lo que parecía impensado. El agónico gol del brasileño Leonardo hace explotar al estadio para que el Partizan festeje el triunfo sobre la hora. El grito ensordecedor se escucha por toda la ciudad y el juego se transforma en jolgorio.
A diferencia de lo que sucede en Argentina, donde todavía continúa la restricción para la parcialidad visitante (salvo algunas excepciones) y los barrabravas representan una amenaza constante para la sociedad, Belgrado refleja que el folclore y el colorido pueden convivir con el fútbol.
La pirotecnia, las bengalas, los trapos gigantes y las banderas con palo conforman la parte más importante de un espectáculo que se establece en un contexto festivo, sin alambrados de por medio y con mucha familia presente. La cultura del aguante es posible sin violencia.